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Alasdair MacIntyre

Alasdair MacIntyre

MacIntyre

En opinión de este pensador escocés, nacido en Glasgow en 1929, la moral elaborada por la Ilustración carecía de unos fundamentos capaces de asentar en qué consistía una vida buena y cuáles eran las razones adecuadas para adherirse a dicha forma de vida

Bien puede decirse que con la reciente muerte de Alasdair MacIntyre ha fallecido un pensador original en el más estricto sentido de la palabra, pues ante su constatación del fracaso de la moral ilustrada optó por ir a los orígenes de la ética occidental, es decir, optó por un retorno a Platón y, sobre todo a Aristóteles. Pero ¿qué le llevó a entender que la moral surgida de la Ilustración, y que él mismo profesó en su modalidad marxista, había fracasado?

En opinión de este pensador escocés, nacido en Glasgow en 1929, la moral elaborada por la Ilustración carecía de unos fundamentos capaces de asentar en qué consistía una vida buena y cuáles eran las razones adecuadas para adherirse a dicha forma de vida. Una carencia de fundamentos que sólo podía conducir a una clase de naufragio ético, tanto en la vida de las personas, en sí mismas consideradas, como de las sociedades que asumían acríticamente esta nueva forma de moralidad. Se trataba, a su juicio, de una moral «hueca» y sin sustancia, y contra la que Nietzsche dirigió sus críticas más aceradas. Por otro lado, y frente a lo que en una primera consideración pudiera pensarse, esta moral insustancial propia del liberalismo se erigía en una ortodoxia inflexible que en modo alguno permitía posiciones críticas en su interior. Con el argumento de que su oquedad abría espacios de libertad y pluralismo, de modo que cualquiera pudiera profesar no importa qué versión subjetiva de la ética, cerraba al mismo tiempo cualquier debate que cuestionara el marco mismo de precomprensión liberal.

El liberalismo se erigía así en una tradición ética particular más frente a otras, con sus axiomas y dogmas, por lo que debía renunciar a la impostura de postularse como una ética abierta y universal capaz de acoger y respetar una pluralidad de opciones éticas no necesariamente coincidentes con sus propios planteamientos liberales. Quizá una imagen puede ilustrar esto que estamos diciendo. Y esta sería la de un supermercado que exhibe una cantidad, limitada, eso sí, de productos a disposición de un consumidor al que no se le pide en absoluto aducir razón alguna de su preferencia, más allá del puro acto de elección. Por qué elige A y no B, eso no importa en absoluto, hasta el punto de que ni si quiera el agente moral se ve impelido a darse razones a sí mismo del objeto de su elección. La consecuencia necesaria es que toda opción ética se torna de este modo en arbitraria y, en el fondo, irracional. La vida moral se torna toda ella en una cuestión de gusto y de preferencias. Y es esta premisa la que no puede ser cuestionada sin provocar la expulsión del supermercado liberal. Ninguna opción moral puede reivindicarse a priori como mejor que otra. Pero, de un modo aparentemente paradójico, esta tesis de la no discriminación de las opciones morales individuales es ya una opción moral, opción moral, por cierto, a la que se tiene, de hecho, como superior respecto de cualquier otra. Para decirlo de un modo más sencillo y que se entienda mejor, no es fácil encontrar en la vida real un liberal que practique la humildad intelectual y que no se crea en posesión de una verdad absoluta.

La mezcla de inteligencia y persuasión con que MacIntyre supo mostrar estas inconsistencias de la moral ilustrada y liberal al mundo académico, e incluso más allá de este, con la publicación de Tras la virtud, en 1981, le convirtió en una figura de referencia indiscutible en los debates éticos de nuestro tiempo. Su mismo proceso vital de abandono del ateísmo y del marxismo para abrazar la filosofía de santo Tomás y la fe católica expresan paradigmáticamente la necesidad que el hombre de nuestro tiempo, cuando es honesto, tiene de los fundamentos adecuados para un florecimiento de su vida personal, para el gusto y disfrute de una vida buena. Porque no todas las opciones morales que pueden realizarse en esta vida son iguales. Gracias a Alasdair MacIntyre y su obra somos algo más conscientes de ello.

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