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Un toro saltando la barrera para meterse en el callejónPlaza de Las Ventas

Después de una semana de polémicas y pasiones taurinas,, no viene mal este extraño interludio (un título de Eugene O’Neill) del festejo de rejones para reflexionar un poco sobre la Feria que llevamos. Nadie discutirá, creo, que la faena de Morante fue otra cosa. Y que el que le sigue en el triunfo ha sido una sorpresa para todos, Jiménez Fortes. Tampoco parece razonable discutir que matar seis reses en Las Ventas y dar sólo una vuelta al ruedo no es un éxito, aunque sólo se tengan 17 años, como Marco Pérez. Echar la culpa de todo al 'malvado Siete' es demasiado simple: no siempre aciertan o son oportunos pero luchan por mantener el nivel de exigencia de Las Ventas y eso merece respeto.

Aunque cerca de Madrid torea Morante y eso es una tentación, vuelvo a Las Ventas: sé muy bien que todo lo que suceda en esta Plaza tiene su relevancia; la tiene, precisamente, gracias a ese nivel de exigencia que a algunos taurinos les molesta tanto. Aunque, ahora mismo, la falta de criterio de los públicos se esté extendiendo también al coso madrileño, en las corridas a pie; en los rejones, ni lo cuento… Como siempre, no me gusta la gesticulación excesiva de los caballeros, pidiendo aplausos. Se ha vuelto a colocar el cartel de «No hay billetes». (Una vez más, lo siento, señor Urtasun).

Los toros de los Espartales comparten con los de Capea el mayor prestigio, en este tipo de festejos. Con ellos ha alcanzado éxitos extraordinarios Diego Ventura : nada menos que cortar un rabo, en Madrid. Esta tarde, por desgracia, salvo el noble tercero, dan mal juego: mansean, barbean tablas y tres de ellos acaban saltando al callejón (el último, un par de veces). Sólo corta un trofeo Diego Ventura; los fallos con el rejón de muerte le impiden abrir la Puerta Grande . Sus dos compañeros, el granadino Sebastián Fernández y el portugués Duarte Fernandes, que casi comparten apellido, se muestran voluntariosos, al lidiar toros complicados. Por ellos comienzo.

Confirma la alternativa Sebastián Fernández, de Atarfe: rejonea el primer toro y, en la segunda parte, el quinto, de acuerdo con el criterio de antigüedad. He leído que su padre lleva un espectáculo ecuestre, en Alemania: a él le brinda su primer toro. Diego Ventura le cede el simbólico rejón (una ceremonia que no muchos espectadores comprenden).

Recibe Sebastián a portagayola, con la garrocha, al primero, que, de salida, salta al callejón; se duele, en el primer rejón; barbea tablas, empuja la grupa del caballo: mansea mucho, ha de esforzarse el caballero para encelarlo. Acierta al clavar y se adorna. Con el toro muy parado, clava un rejón trasero y contrario.

También barbea tablas de salida el quinto y acaba saltando al callejón, mansea claramente: lo ha de parar un auxiliador, aunque eso no agrade al público; además, en un giro, el toro se echa . La lidia es complicada, premiosa. Aguanta con mérito Sebastián, pasa momentos de apuro para encelarlo y clavar las banderillas cortas pero falla reiteradamente con el rejón de muerte y suenan dos avisos.

El joven Duarte Fernandes es sobrino del bien conocido Rui Fernandes; tiene sólo 23 años . (Espero que no se me acuse de insensible por valorar su actuación) . No actúa vestido a la federica, como es habitual en los portugueses, sino a la vaquera.

El tercer toro es el único de la tarde que embiste con nobleza y alegría . Se luce Duarte en los quiebros, abriéndose mucho, en las galopadas y en las espectaculares piruetas. Pierde el posible trofeo al matar a la cuarta.

El segundo toro del rejoneador portugués Duarte Fernandes ha saltado la barrera en un momento de la corridaEFE

También salta al callejón el sexto y lo hace dos veces; la segunda, rompe la parte alta de las tablas. La anécdota ha roto el ritmo normal del festejo. Para colmo de males, el toro, en un arreón, hiere al caballo. La actuación de Duarte es voluntariosa pero irregular. Y un último accidente: el rejón de muerte ha descordado al toro.

He dejado para el final a la estrella, Diego Ventura, que rejonea el segundo y el cuarto. La tarde anterior, a pesar de su lesión, volvió a dar una lección de toreo a caballo. Continúa lesionado, actúa con una bota especial.

Brinda el segundo a sus dos jóvenes compañeros. Antes de que el toro se entere, le clava un rejón; aún así, el toro intenta saltar, sin éxito. Con Nómada, mide muy las distancias pero, sorprendentemente, falla dos veces, al clavar, antes del acierto. También le cuesta clavar al quiebro, con Nivaldo. Este toro no se lo ha puesto fácil. Sube la emoción con Bronce, sin cabezal, clavando de frente, a dos manos. Acierta con el rejón de muerte de rápido efecto: oreja.

Uno de los toros saltando la barreraPlaza de Las Ventas

En el cuarto, clava de frente, de poder a poder. Con Lío, camina hacia atrás y espera, inmóvil, que el toro embista para hacer el quiebro: una suerte arriesgada, de gran mérito. De nuevo quita el cabezal, con Bronce, muy en corto, y sale apurado. Con el toro muy parado, mata a la tercera: pierde la oreja y la salida en hombros .

Recordaremos esta corrida como la de los toros saltarines. Como esto no suele suceder y como no ha habido percances, el público se lo ha pasado en grande – sobre todo, los chicos - viendo con qué facilidad saltan las tablas unos toros de más de quinientos kilos. Si hubiera estado por allí algún antitaurino, quizá hubiera cambiado su opinión sobre esos a los que llama «los pobre toritos». Eso indica la fuerza que tienen pero es síntoma de mansedumbre, no de bravura.

El rejoneador Diego Ventura en su faena durante la corrida de rejonesEFE

Con toros mansos o bravos, Diego Ventura ha mostrado, una vez más, su extraordinaria maestría: no tardará mucho tiempo en abrir por vigésima vez la Puerta Grande de Las Ventas.

POSTDATA. Por la mañana, a pesar del bochorno, una multitud abarrota la recién inaugurada Feria del Libro, en el Retiro. Muchos deben de compartir mi «sensibilidad abotargada» (sic) porque compran libros taurinos. Me preguntan algunos lectores cuáles recomiendo yo. La respuesta es sencilla: sobre el animal, El toro bravo, de Álvaro Domecq. Sobre la técnica taurina, Qué es torear. Introducción a la tauromaquia de Joselito, de Gregorio Corrochano; La tauromaquia de Marcial Lalanda; El arte del toreo, de Domingo Ortega. Como biografía, Juan Belmonte, matador de toros, de Manuel Chaves Nogales. En poesía, El Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de Federico García Lorca; El rayo que no cesa, de Miguel Hernández, y La suerte o la muerte, de Gerardo Diego. Todos estos libros son clásicos, no pasan de moda.

Ficha

Madrid. Plaza de Las Ventas. Sábado 31 de mayo. Corrida de rejones. «No hay billetes». Toros de Los Espartales: salvo el noble tercero, son mansos y deslucidos, tres saltan al callejón.
DIEGO VENTURA, en el segundo, rejón (oreja) En el cuarto, dos pinchazos y rejón (ovación).
SEBASTIÁN FERNÁNDEZ, que confirma la alternativa, en el primero, rejón trasero y contrario (ovación). En el quinto, nueve pinchazos y rejón (dos avisos, silencio).
DUARTE FERNANDES, en el tercero, tres pinchazos, rejón trasero y descabello (aviso, silencio). En el sexto, el rejón de muerte ha descordado al toro (silencio).