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La rosa y el libro, símbolos de Sant Jordi

La rosa y el libro, símbolos de Sant Jordi

Los rugidos y la rosa

He aquí tres llamadas claras: la literatura, España y el barroco

La joven poesía está aprovechando muy bien la amplísima libertad de la que goza. No rigen ahora grandes movimientos ni modas. Cada poeta escribe lo suyo escogiendo estilos, maestros, compañeros, afinidades y temáticas. Se respiran autenticidades. Es el caso de Príncipes y principios (Siltolá, 2025), el osado primer libro de Alberto Fadón Duarte (Salamanca, 1997). Javier La Beira, que firma la contracubierta, lo destaca: «poemas algo inauditos […] asaz insolentes». La Beira remata con un preciso aforismo, marca de la casa: «Irreverencia frente a lo profano: el mundo al revés».

Al revés, el mundo, pero propio de Alberto Fadón. Decía Antonio Machado que en el primer libro de un poeta se concentran, en germen, todas las líneas que seguirá a lo largo de su trayectoria e incluso algunas más que no podrá seguir. En el futuro, Fadón Duarte no tendrá escasez de líneas originarias. Este libro es un semillero.

Está lo políticamente incorrecto. A simple vista el poeta puede parecer aquejado de un imperioso gusto por épater le bobo (bourgeois-bohéme) y por regodearse en seguir a maestros malditos, como Aquilino Duque. Pero, en el fondo, Fadón no ignora el aviso de Ramiro de Maeztu («El porvenir perdido lo volveremos a hallar en el pasado») y hay más compromiso civil en su propuesta poética que en muchos programas políticos. El carácter se ve clarísimo: «De nuevo defendíamos, / con ocio atento, con silencio dulce, / lo mejor de Occidente».

Paralelamente confiesa: «No consigo templar / la ardentía rabiosa de filólogo». En el libro se entrecruzan varias vocaciones. El poeta está doctorándose en Literatura Española y sus investigaciones filológicas versan sobre poesía española del barroco. He aquí tres llamadas claras: la literatura, España y el barroco. En Príncipes y principios se entrecruzan estos tres amores. Hay muchas citas (recojo varias después, porque «hacen libro» tanto como los versos originales) y hay más intertextualidades aún, que nos muestran al ávido lector que escribe. Véanse algunas: «En aquel otro viejo país ineficiente», dice, para referirse a Italia con ecos de Gil de Biedma. O nos lleva al cine clásico: «Walking through life with you, ma’am, has been a very gracious thing». O rehace a Cernuda: «Puedo morir en paz, / como dicen que mueren / los que han amado alguna eternidad». O a Luis Rosales: «Gracias, Gijón, la mar está encendida».

Esta pasión filóloga, aunque apabullante, no se permite pedanterías. Una aparente caída, titulada «Écfrasis…» se ve completada enseguida con la segunda parte –humorística y emocionada– titulada: «No volveré a ser culturalista». Añade quiebros manuelmachadianos: «Y es que al final, al final / lo que se graba en el alma… / un poema y poco más». Y se marca varias soleares.

Su permanente respeto a la tradición incluye a la de tradición jocosa, traviesa y, por supuesto, descarada. Sin descuidar la factura formal de los poemas. Da gusto ver a muchos de los nuevos poetas jóvenes blandir el verso clásico con un oído infalible. A lo que añade un temple de acero casi aforístico: «Hay una voz que dicta lecciones permanentes».

Son las voces que Fadón Duarte sabe y debe oír. Aunque son más aparentes sus carteles de desafío a la postmodernidad, el libro alcanza su cota más alta (aunque más pudorosa) en los poemas amorosos. Arranca el poema «C. M. J. P. (junio, 1999)», con un moroso echar cuentas del nacimiento de la amada: «Tu naciste al morir la primavera / última del milenio. / De aquel mundo te queda / un verano, un otoño, medio invierno». Qué belleza extrae de esa circunstancia, porque todo lo que roza el amor, hasta el tiempo que se fue, se llena de luz.

Tantos rugidos podrían distraernos de la rosa, pero Príncipes y principios tiene una sólida unidad latente, como recalca la dedicatoria: «A Carla María porque […] se empeñó en armarme caballero». Así también «Madrigal a propósito de un tema de Cernuda», que es madrigal y que, además, recoge —rosal y espino albar— ecos del romance del conde Niño. La poesía y la filología contribuyen al ennoblecimiento y al enamoramiento del poeta. Esta carrera poética no ha hecho más que empezar y ya se le han abierto todos sus caminos.

***
[Agustín de Foxá:] «Debemos ser […] como los viejos caballeros. Un lirio en un vaso de hierro».
*
En fin. Serenidad, desdén hidalgo y sorna belicosa,
que ya es tarde para no ser poeta reaccionario.
*
Yo, que escogí la vida rutinaria
antes que el pensamiento rutinario.
*
[Lole y Manuel] «Ella me preguntaba de rosas ignoradas y yo le respondía de rosas imposibles».
*
Tentaré un lance romántico
sin perspectiva de género,
pero con quiebros de hidalgo.
*
[Manuel García Morente:] «Esa preferencia del pálpito al cálculo significa en el caballero simplemente la fe inquebrantable en sí mismo y en su destino personal».
*
…hubiera preferido ser vasallo
de príncipes mejor que de principios.
*
Lo mejor, al final, es lo de siempre:
no dejarse arrollar por la corriente.
*
Admirar ya es carne de heroísmo.
*
Tu cuerpo de estío ardiente
ha llegado a confesarme
que es imposible la muerte.
*
[En la playa] Este par de toallas señalan nuestros fueros,
aquí sólo entrarán los buenos y los nobles.
*
Traten otros las taras del gobierno
y las parladurías de la prensa,
su jeta y su exquisito ars mintiendi.
*
Por el momento aspiro a no ensuciar de más,
a no tentar al prójimo vilmente y a soñarme
maestro de los gestos que salvan la belleza.
*
[Luis Rosales:] «Estrenaba su vigoroso corazón a todas horas».
*
…llegar a ser el héroe en quien nadie creía.
*
Sabes que las raíces son las alas.
*
No un poeta social −a lo sumo, moral−.
*
Rogad para que admiren y sean admirados.
*
Y de mí recordad, sencillamente,
la suerte que he tenido.
[Se dice en un precioso autoepitalamio performativo.]
*
HOMENAJE A AQUILINO DUQUE

Yo nací bajo el signo del León
para honrar a las razas luminosas.
Hay en mí vocación
de hacer de los rugidos una rosa.

Sobre el talle de lirio una armadura,
que nadie salvo tú lo note y vea.
La flor de la ternura
se esconde en la hidalguía que guerrea.

Yo nací con reparos a la prosa
un día de verano salmantino.
Los grillos me enseñaron que las cosas
humildes tienen cántico y destino.
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