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Jesús Enrique Colombo, a hombros tras la última corrida de San FermínEFE

Un año más, cumpliendo el rito, concluye la Feria de San Fermín con los toros de Miuras: son la garantía de un gran espectáculo. Los seis están cerca de los seiscientos kilos pero parecen flacos; tres son cárdenos, uno, sardo chorreado. En general, resultan más nobles de lo que se esperaba, pero algunos flaquean y no sale ningún «barrabás».

Manuel Escribano y Damián Castaño cumplen su papel con dignidad; Jesús Enrique Colombo recurre a los efectismos, conecta con las peñas, mata con rotundidad y corta un trofeo a cada toro: sale en hombros. La corrida ha durado más de dos horas y media: demasiado.

Manuel Escribano se ha consolidado ya como el gran especialista actual en corridas duras. En la reciente Feria de Hogueras de Alicante, culminó con un indulto su difícil reto de matar seis victorinos.

Acude a porta gayola en el primero, como suele, y repite la larga de rodillas en el tercio. El primer toro, alto, largo, humilla pero flaquea, de salida: le pican poco. Comparte banderillas Escribano con Colombo. Persiguiéndolo, el Miura asoma la cabeza al callejón. Brinda al público. El toro es noble pero embiste con sosería. El trasteo de Escribano es correcto, profesional, pero tiene escaso brillo: le saca algún muletazo meritorio. Entrando de lejos, mata trasero y saluda una ovación.

Pase de pecho de Manuel Escribano al primero de su loteEFE

Repite la portagayola en el cuarto, muy largo, que sale con mucho gas, distraído; cumple en el caballo, pica bien Juan Peña. Por tercera vez, comparte banderillas Escribano con Colombo. En un arreón, el toro pone en serio riesgo a un banderillero. El intento del par de Escribano, saliendo del estribo, provoca una espera angustiosa; luego, el Miura se lo pone muy difícil. Han salvado la situación los dos matadores con el recurso del violín. (Era un toro para haber dejado los palos a los banderilleros). Comienza en tablas, por alto: eso no contribuye a dominar al toro. Ya en el tercio, Manuel corre bien la mano. El trasteo tiene mérito y emoción pero el toro, muy serio, se para pronto. No añaden nada las manoletinas y suena el aviso. Mata a la segunda y saluda.

Damián Castaño se ha dado a conocer por sus éxitos con los toros de Dolores Aguirre, otra divisa dura. Es capaz de torear a esos toros con la mano baja, con estética; la espada es su punto flaco.

También acude a porta gayola en el segundo: el toro se le viene encima y se salva tirándose a la arena. En el vistoso quite por navarras de Colombo, el toro, muy alto, sale distraído, a su aire: en la muleta, tardea, es probón, queda corto, se para. Damián está firme, intenta prolongar las embestidas, se cruza al pitón contrario. No ha tenido más opciones. Mete la mano con habilidad con la espada y saluda.

Damián Castaño tuvo este susto al recibir al primero de su lote a portagayolaEFE

Recibe con tres largas de rodillas al quinto, muy abierto de pitones, playero, que cumple en varas y lo pica bien Javier Martín. Brinda al gran ciclista navarro Miguel Induráin. El toro es bonancible pero flaquea. Damián intenta torearlo con gusto, logra algunos muletazos estéticos pero las caídas del toro quitan emoción. Concluye con molinetes de rodillas y desplantes.

Por su espectacularidad y sus facultades, era lógico que el venezolano Jesús Enrique Colombo conquistara al público de Pamplona: dos veces seguidas salió a hombros con los Miuras. Viene de cortar tres orejas, en Teruel, a los toros de Murteira Grave.

Damián Castaño con ese primer toro de su loteEFE

El tercero es un sardo chorreado, con pelos de tres colores (blanco, negro y colorado): una estampa añeja. Lo recibe con los pies juntos, sólo dejándolo pasar, sin enseñarle a embestir. El animal cumple bien en la primera vara. Como en el primer toro, vuelve a compartir los palos con Escribano. (No me gusta nada que haga tantos gestos al público, aunque los mozos de Pamplona entren al juego). Aguanta con oficio los cabezazos del toro, le saca algún muletazo por la izquierda y deja un rotundo espadazo desprendido: con eso, y con los gestos al público, corta una oreja... de Pamplona.

Recibe con lances rodilla en tierra al último, que sale suelto, manseando. Quita Colombo por zapopinas y el toro se va, a la salida de cada lance. Por cuarta vez, comparten banderillas los dos matadores. (Lo tradicional era que lo hicieran sólo en la primera parte de la corrida; en los tres últimos toros, cada matador banderilleaba al suyo). Colombo pide una boina, clava al violín y juguetea con el toro, con la boina en la mano, pero sin llegar a colocársela en el pitón, como intentaba. (Lo hizo aquí, por ejemplo, Luis Francisco Esplá). Brinda a las peñas. El toro le deja estar (¡un Miura!) pero sale suelto, al final de cada pase. El público hace la ola, como si estuvieran en un estadio de fútbol: ¡qué poco taurino! Intercala Colombo los esperados molinetes de rodillas, que encantan a los mozos. Se agarra a los cuartos traseros en un circular. Después de los efectismos, agarra rápido la estocada: otra oreja y salida a hombros… de Pamplona.

Colombo, con el último de la tarde, al que cortó la oreja que le permitió salir a hombrosEFE

Ya lo escribió Lope de Vega, en su Arte nuevo de hacer comedias: «Como las paga el vulgo, es justo / hablarle en necio, para darle gusto».

Al concluir San Fermín, es inevitable recordar a Hemingway, que tanto hizo por internacionalizar esta gran fiesta navarra. En ella encontró nada menos que «ese sentimiento de la vida y de la muerte que yo andaba buscando».

La descubrió hace exactamente cien años, en 1925. He localizado que el 11 de julio de ese año vio torear reses de Gamero Cívico a Juan Belmonte, Marcial Lalanda y El Niño de la Palma, que le entusiasmó. Al año siguiente, publicó en Nueva York la novela The sun also rises; en la traducción española, se quedó el título en una sola palabra: Fiesta. Le había fascinado a don Ernesto ese estallido unánime de alegría colectiva de los navarros. Lo definió sin retórica, buscando la mayor precisión:

«Al mediodía del sábado 6 de julio, la fiesta estalló… No hay otra forma de expresarlo… La fiesta había empezado de verdad. Siguió día y noche durante siete días. Continuó el bailar, el beber y el ruido. Las cosas que ocurrieron sólo podían haber ocurrido durante una fiesta… Era una fiesta y duró siete días».

Esa misma fiesta, que inunda de alegría la Plaza de toros y las calles de Pamplona, es la que ahora acaba de concluir, con los toros de Miura.

Nunca pudo imaginar Hemingway que un Alcalde de Pamplona intentara someter a consulta popular esa fiesta. Ni que un medio de comunicación vasco hablara de «asesinar» toros. Ni que un Ministro de Cultura de España se empeñara personalmente en prohibir las corridas de toros. Me imagino lo que diría de todo esto Hemingway… Quizá es que, sin haberse enterado, él pertenecía a la «fachosfera»: igual que esas veinte mil personas que, durante diez días, han abarrotado la Plaza de Pamplona...

Esta es la España disparatada nos ha tocado vivir. Sólo nos queda cantar, con los mozos navarros: «¡Pobre de mí!»… Y esperar al próximo San Fermín, si Dios quiere.

FICHA

PAMPLONA. Lunes 14 julio 2025. Lleno.
Toros de Miura, altos, largos, agalgados, con cierta nobleza pero justos de fuerzas.
MANUEL ESCRIBANO, de malva y oro, estocada trasera (aviso, saludos). En el cuarto, pinchazo y estocada (aviso, saludos).
DAMIÁN CASTAÑO, de blanco y plata, media estocada (saludos). En el quinto, pinchazo y dos descabellos (saludos).
JESÚS ENRIQUE COLOMBO, de tabaco y oro, estocada desprendida (oreja). En el sexto, estocada (oreja y petición de la segunda). Sale a hombros.