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El escritor Baltasar Magro

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Entrevista al escritor Baltasar Magro

«El Greco era integrante de una secta contraria a la preeminencia del clero»

El autor Baltasar Magro ha publicado La tumba de El Greco, una novela histórica que se desarrolla en el caso histórico de Toledo

«La historia está llena de suspense», comenta el escritor Baltasar Magro, autor de La tumba de El Greco (Almuzara). Aunque suene raro, el libro es un thriller histórico, porque el relato del mundo, aunque pertenezca al pasado y el pasado ya esté escrito, está lleno de misterios. Pero no del todo.

Y si la historia es la de los intrincados callejones del casco histórico de Toledo, el misterio se acentúa, porque se une a los que ya pululan por la ciudad. Es ficción, pero el argumento de la novela podría no serlo. Al reformar su casa, cercana al barrio judío, una doctora encuentra un pasadizo secreto.

Y ahí se toma con el Greco, el pintor que retrató la urbe. No literalmente, claro, pero sí con su historia y su legado. El subsuelo toledano, afirma Magro, es un magma de secretos ocultos en los que participó el artista.

Ahora, con esta novela, salen a la luz con la excusa de una investigación en la que fue una ciudad universal en la Edad Media.

–¿Qué puede contarnos de su obra La tumba de El Greco?

–Es una novela de intriga que comienza con la aparición de una cripta secreta debajo de la casa de una joven doctora, Karla Nogales, cerca del barrio judío de Toledo. A raíz de este suceso esta mujer inicia un viaje al pasado, a los subterráneos secretos de la ciudad, al conocimiento, una aventura en toda regla.

Su investigación le permite descubrir uno de los mayores engaños en la ciudad de Toledo, y, al mismo tiempo, desvelar la historia oculta de un personaje fascinante: el Greco.

–¿Qué objetivos se planteó al escribir esta novela?

–Disfrutar con el proyecto, con la investigación, y compartir con los lectores un relato que llamaría la atención por lo que se descubre.

La obra cuenta con un sustrato verídico que se refuerza con la ficción que lo empuja y arropa. Y provoca una gran incógnita: ¿por qué destruyeron una iglesia mozárabe donde el hijo de el Greco enterró a su padre?

Esa pregunta anima al personaje principal, la doctora Nogales, a no desfallecer en la búsqueda de una respuesta y lo que encuentra le escandalizará, al igual que les ocurrirá a los lectores. Ese es mi objetivo principal.

–¿Qué retos enfrenta un escritor cuando mezcla géneros dispares como el thriller y la historia?

–Exige una refinada combinación. El suspense no se mezcla bien con la erudición histórica, pero la historia está llena de suspense. En esta novela predomina el thriller de hoy con retazos del pasado del que se alimenta también la intriga. No, no es fácil, pero si se logra la combinación la bebida es estimulante.

Creo que aquí se consigue, ya lo dirá el lector que es quien mejor puede juzgarlo. Nunca como en esta obra lo he tenido presente mientras escribía. De mis 15 novelas esta última está hecha por y para la satisfacción de los lectores. Me agradaría logarlo.

–¿Qué ha descubierto con la escritura de La tumba de El Greco?

–La lista es prolija. Y resulta imposible dar los detalles porque se desvelaría lo esencial de la trama. El suspense debe permanecer hasta la lectura completa del libro. Puedo adelantar poco: ahora conozco que el Greco era integrante de una hermandad o secta que defendía postulados demasiados atrevidos para aquel tiempo. Por ejemplo, eran pacifistas y contrarios a la preeminencia del clero.

El pintor nos dejó algunas claves en sus pinturas para identificarse con el grupo y para manifestar sus inquietudes ideológicas. Lo que he descubierto está reflejado en la novela, como no podía ser de otra manera.

–Sin destripar el libro, ¿qué secretos oculta el laberíntico mapa de Toledo?

–El casco histórico de la ciudad acogía en sus mejores momentos una población numerosa. Setenta o más de ochenta mil personas deseaban residir allí protegidas por un sólido recinto amurallado y por el profundo tajo horadado por el río a lo largo de los siglos.

En ese espacio convivían personas de diferentes orígenes, cultura e idiomas. La ciudad tenía limitaciones y se utilizaban los subterráneos, sótanos y cuevas para diferentes actividades y funciones. Toledo fue en la Edad Media la universidad de lo oculto y escuela para el conocimiento. Los secretos anidaron en ese lugar y aún permanecen muchos ocultos.

Con ese magma la protagonista de La tumba de El Greco con la ayuda de su padre, especialista en la restauración de antiguas residencias, no se amilanan por lo que descubren, están curados de espanto ante lo que surgen en su aventura.

Cubierta de 'La tumba de El Greco'

Cubierta de 'La tumba de El Greco'Almuzara

–¿Qué importancia tuvo Toledo para el Greco?

–Fue su refugio después de que Felipe II lo expulsara de El Escorial porque no le agradó cómo concebía los asuntos religiosos en su pintura. Toledo poseía los suficientes atractivos para una persona como el Greco, pero también encerraba muchos peligros para alguien con su forma de pensar.

Como indicó Fernando Marías en su extraordinaria biografía, el pintor no fue feliz en la ciudad, siempre se consideró un extranjero al que contemplaban como un personaje extravagante con costumbres poco acordes con la sociedad toledana de su tiempo.

Con la protección de los miembros de su Hermandad consiguió numerosos encargos y resolver los mismos con un estilo y enfoque peculiar. Él escribió que «los artistas españoles se inclinaban hacia el ornamento y despreciaban la belleza auténtica, tienen una postura estática y pomposa, carente de vida». Para el Greco todo era movimiento. Pocos aceptaban su estilo, pero contaba con el respaldo de muchos intelectuales, la mayoría de origen judío.

La ciudad también fue un problema para él, un peligro por las amenazas que se cernían para personas de su talante. Al final de su vida, en un cuadro que se conoce como Vista de Toledo, y que hoy se encuentra en Nueva York, reproducía una imagen espectral de la ciudad con una atmósfera enigmática, un paisaje fantasmagórico del lugar que ocultaba señales para denunciar los riesgos que se iban consolidando en la que fue una ciudad abierta, la ciudad donde encajaban todas las culturas.

–¿Y viceversa, el Greco para Toledo?

–Después de su muerte sufrió el desamor en la ciudad. Se difundió la idea de que era un enfermo mental, de costumbres licenciosas e inmorales. Su obra fue arrinconada y oculta, sin protección ni cuidados. El Greco era un artista poco recomendable.

Así transcurrieron casi 300 años. Hasta que Picasso, Cezanne, Manet y Chagal, entre otros, lo descubren. A partir de ese momento comienza la caza de sus obras y Toledo no las retiene. La mitad de su catálogo se pierde en pocos años y a bajo precio.

Hoy, Toledo vive entusiasmado con su legado, con uno de los artistas que más renombre ha aportado a la ciudad levítica. El Greco ha supuesto el mejor regalo que ha recibido la ciudad.

–El Greco fue un personaje polémico en la época. ¿Cómo habría sido recibida una personalidad como la suya en la actualidad?

–Un hombre independiente, con una capacidad creativa de alto nivel, un renovador, un espíritu libre, con ideas avanzadas sobre el comercio y la difusión del arte. Con esos atributos es difícil que no hubiese encajado en nuestro tiempo, siempre que estuviese integrado en un ambiente de tolerancia y respeto por todas las ideas.

–¿Habrían encajado su obra, su estilo y su visión en los cánones actuales?

–Creo que no hay duda sobre este particular. Su obra habría sido personal, fuera de corrientes y modas. Algo distinta a los cánones al uso, pero adecuada a los tiempos. Era culto, inquieto y con un espíritu rompedor. Habría encajado a la perfección.

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