Morante de la Puebla, en el momento de la cogida
Aunque a algunos les sorprenda –o les moleste–, la cornada de Morante ha sido noticia de primera plana en todos los medios de comunicación. Les guste o no, en la España actual, como en la de toda la vida, un torero sigue siendo un héroe popular. Sin hacer retórica barata, se pueden añadir algunos datos.
La gravedad
En el parte facultativo, se calificó el percance como de «pronóstico grave»: no «muy grave» pero tampoco «leve». Según me cuentan, la cornada, en el muslo derecho, es extensa: la entrada tiene 10 centímetros (en otros casos, incluso graves, el orificio es menor). En el interior, tiene dos trayectorias, hacia arriba (6 centímetros) y hacia abajo (10 centímetros). Y algo también importante: desgarra el abductor mayor. Pero es decisivo que es una cornada limpia, no afecta a venas o arterias importantes. No hay que exagerar ni que minimizar estos datos.
Cómo se produjo
Era el primer toro de la tarde; como todos, de la ganadería salmantina de Garcigrande. Fue la preferida de El Juli, es una de las que tienen ahora más prestigio pero también fama de que no son toros de carril, fáciles, para el torero: hay que entenderlos y saber lidiarlos.
Morante salió con muchas ganas (su tónica actual, todas las tardes). Dibujó unas verónicas suaves, cargando la suerte. En el tercio de varas se vio ya que el toro tenía un recorrido muy corto. Inició el diestro la faena de muleta con majestuosos ayudados por alto, también con el compás abierto. El toro se quedaba cada vez más corto. Hizo lo adecuado: llevarlo al mismo centro del ruedo, donde hay menos querencias y ese toro podía embestir un poco más.
Logró dibujar derechazos y naturales casi a cámara lenta. La estética era grande pero el riesgo, también. El toro embestía muy despacito pero su viaje era muy corto. El gran público ni lo advirtió pero los profesionales, sí. Al querer cerrar una tanda de naturales con uno de pecho –así se lo ha contado el propio Morante a un amigo mío– el toro «no obedeció el toque»: se quedó debajo de la muleta y le bastó con estirar un poco el cuello para empitonar al diestro.
Así han sido varios percances que ha sufrido Morante últimamente: en todos ellos, el toro lo ha volteado, con cornada o sólo con la voltereta. Téngase en cuenta que Morante torea al natural de verdad, pasándose al toro muy cerca. (Eso es diferente del encimismo: meterse entre los pitones de un toro, cuando está ya agotado, al final de la faena). Para hacerlo, hace falta mucho valor, no sólo arte: cualquier error del torero o cualquier reacción imprevista del toro pueden suponer la cornada.
El resumen es fácil: Morante se pone en el sitio donde los toros suelen herir. Así ha sido, también, esta vez.
Los antecedentes
En sus últimas corridas, Morante había sufrido varias volteretas: en Palma de Mallorca, Marbella, El Puerto… Felizmente, no había sufrido cornadas pero no es fácil imaginar la paliza que supone que te voltee y pisotee un animal de más de 500 kilos. Y téngase en cuenta que ya no es un jovencillo, ha cumplido 45 años: a esa edad, los golpes ya duelen más. Ha toreado infiltrado con las facultades algo mermadas. Se puso en duda si podría o no torear en Pontevedra. Lo hizo con brillantez pero, esta vez, lo pagó con su sangre, como hacen los toreros.
Morante de la Puebla sufrió una voltereta en Palma
Muchos carteles deshechos
En un caso como éste, lo primero que lamentamos los aficionados, por supuesto, es la herida del torero. Cuando se trata de la máxima figura, la que más tardes actúa y atrae a más público, es evidente que su percance deshace muchos carteles.
Unos pocos ejemplos. El día 11, Morante toreaba en Huesca, con Ortega y Clemente. El 15, en San Sebastián, con Marcos Pérez y Olga Casado. El 16, en Gijón, con Ortega y Roca Rey. El 17, en Ciudad Real, el mismo cartel. El 18, en Málaga, con Fortes y Aguado. El 20, repite en Málaga, con Talavante y Ortega. El 22, en Bilbao, con Talavante y Borja Jiménez, El 23, en Cieza, con Manzanares y Aguado. El 24, en Toro, con Talavante e Ismael Martín. Etcétera…
Una guerra inventada
La rivalidad de dos grades toreros es muy buena para la Fiesta porque atrae al público, se discute más de toros, los aficionados se apasionan... Así sucedió, por ejemplo, hace años, con la de Luis Miguel y Antonio Ordóñez, de la que escribieron Hemingway (El verano sangriento) y Corrochano (Cuando suena el clarín).
Se habla ahora de la guerra entre Morante y Roca Rey. Ya hemos visto que Morante no tiene problemas en alternar con todos los toreros. En cambio, Roca no ha querido torear con Daniel Luque. Y, en Santander, cuando se cayó del cartel Cayetano, no quiso que se aceptara la oferta de Morante de torear gratis. Así fue aunque Roca haya querido disimularlo, aduciendo que van a torear juntos los dos en varios carteles, ya firmados; próximamente, en Gijón y Ciudad Real. La pregunta simple sería ésta: ¿hubiera aceptado Roca Rey un mano a mano con Morante en la Feria de Otoño madrileña?
Es lógico que Roca Rey mire con recelo a Morante porque le ha quitado el protagonismo y hasta el hecho de tener el mayor tirón, en la taquilla.
Roca Rey, en la Feria de Santiago en Santander
A los empresarios taurinos y a los periodistas les convendría mucho una guerra abierta real entre Morante y Roca Rey. Taurinamente hablando, no hay color: Morante es mucho mejor artista, más clásico; torea mejor, más variado. Es de los poquísimos que no recurre a los efectismos que prodiga Roca Rey y que han hecho escuela: no da muletazos cambiados por la espalda, ni circulares invertidos, ni torea mirando al tendido… Su repertorio se centra en lo fundamental: verónicas y naturales. Pero aporta variedad con recortes, molinetes, trincherillas, toreando a una mano, con medio capote… Es decir, lo que ha aprendido de los clásicos y lo que él innova.
La conclusión es fácil. No vale el tópico de que, para gustos, los colores. En arte, hay jerarquías indiscutibles.
¿Cuándo reaparecerá Morante?
Es la gran pregunta que ahora se están haciendo los aficionados, los toreros y los empresarios. Nadie lo sabe pero hay algunos indicios.
El cirujano que lo atendió habló de un mínimo de 10 o 15 días. Además de la curación de la herida, ha de recuperarse de la lesión muscular y eso puede llevar más tiempo. En todo caso, los toreros suelen acortar los plazos que les marcan los médicos… y no siempre aciertan, al hacerlo.
Parece evidente que no podrá torear en San Sebastián, el día 15. En Gijón, se ilusionan con el deseo de Morante de torear de nuevo con Roca Rey, el día 16, después del incidente de El Puerto. Algún miembro de su cuadrilla se ha referido a Málaga, el 18. Parece razonable pensar en una Feria importante como Bilbao, el 22. Pero Morante es un artista extraordinario, no un modelo de actuar razonablemente. Es imprevisible.
Me cuentan de primera mano que quiere acelerar su recuperación: se ha ido con su apoderado a Portugal, igual que hizo en su última enfermedad, y que quiere bajar pronto a la playa…
Ahora mismo, nadie puede saber cuándo volverá a los ruedos. Debe hacerlo cuando esté en condiciones, para seguir cautivándonos con su lidia y con su estética.