Historia museológica de Egipto
Historia museológica egipcia
Del descubrimiento del pasado faraónico a la inauguración del Gran Museo de Egipto
Este sábado se ha inaugurado finalmente el gran centro cultura para acoger a turistas de todo el planeta
El 1 de noviembre de 2025 ha sido finalmente inaugurado, en medio de grandes medidas de seguridad, y contando con la presencia de 39 jefes de Estado y reyes, entre los cuales ha estado presente El Rey Felipe VI, además de otras 40 delegaciones de diversas entidades, el Gran Museo del Cairo. El curso de su génesis ha sido indiscutiblemente largo. De hecho, se podría decir que en sus muros y salas está indirectamente reflejada de algún modo, en su contexto nacional e internacional, la reciente historia del país de los faraones.
En enero de 2002, el gobierno egipcio de Hosni Mubarak convocó un concurso público mundial para realizar propuestas de diseño para construir un nuevo complejo museístico que albergase, protegiese y exhibiese el mayor elenco de antigüedades del mundo antiguo, el del Egipto de los faraones. En febrero del mismo año, se colocó durante una solemne ceremonia celebrada a dos kilómetros de las Pirámides de Guiza, el primer bloque fundacional del magno edificio.
El ganador del concurso del proyecto arquitectónico convocado fue la firma irlandesa Heneghan Peng Architects, a quien se adjudicó el contrato para materializar su revolucionario diseño y construir el nuevo Gran Museo Egipcio. Su construcción comenzó en 2005, pero muy pronto surgieron los inconvenientes propios de tan gran empresa. Contratiempos de índole variada produjeron grandes alteraciones en el cronograma de su desarrollo. Por si todo ello hubiera sido poco, en enero de 2011, se produjo el estallido de la Primavera Árabe en Egipto y, consecuentemente, las obras del proyecto se paralizaron de nuevo durante los años siguientes.
Historia museológica de Egipto
Cuando en el año 2014, el nuevo gobierno presidido por el General Abd El Fatah El Sissi, restauró la estabilidad del país, después del periodo revolucionario sufrido durante tres largos años, debieron transcurrir otros once años para ver crecer, con suerte cambiante, el desarrollo del soñado proyecto de construcción de esta auténtica ciudad-museo que, finalmente, ha sido felizmente concluido.
Pero, curiosamente y al mismo tiempo, el largo proceso constructivo del Grand Egyptian Museum resulta ser un veraz y ajustado reflejo de la larga y compleja historia museológica de Egipto, desde la creación de las primeras colecciones de objetos, resultado de las numerosas expediciones arqueológicas internacionales y egipcias llevadas a cabo durante los siglos XIX y XX, hasta el momento presente.
La relación entre el patrimonio faraónico y las instituciones museísticas en Egipto ha cambiado notablemente a lo largo del tiempo. Desde los tiempos de los Belzoni o los Drovetti y Salt, en los que la extracción de antigüedades en Egipto estaba autorizada por la expedición de un firman, concedido por los Jetifs o Virreyes de Egipto, autorizando al beneficiario de tales ‘Permisos’ a realizar excavaciones y a quedarse con sus descubrimientos, lo que dio lugar al nacimiento de un mercado legal de antigüedades egipcias, hasta la formación de las colecciones nacionales y el nacimiento de la profesionalización de la conservación y de la museografía egipcias, junto con el nacimiento de las ideas de la reivindicación de la soberanía cultural y, finalmente, la voluntad de reinterpretar y presentar el pasado faraónico desde una perspectiva egipcia contemporánea, han transcurrido dos siglos largos, el tiempo necesario para llegar al gran hito que, para Egipto y el mundo, representa la apertura oficial e inauguración del Gran Museo de Egipto.
Egipto, ya lo sabemos, es para todos nosotros sinónimo de antigüedad. Sin embargo, la manera en que los diferentes restos y objetos fruto de esa cultura milenaria han sido recuperados, e investigados para ser exhibidos en los museos de todo el mundo, ha sido modificada a lo largo del tiempo, reflejando los cambios ideológicos que pretendían ofrecer a través de los objetos antiguos nuevas visiones de la historia y de la sociedad, ajustadas a sus premisas y principios. La apertura e inauguración del Grand Egyptian Museum representa un trascendental paso en ese camino por sus enormes dimensiones expositivas, y por la idea que lo preside para conseguir desplegar y mostrar en un conjunto ordenado de acuerdo con las corrientes de interpretación actuales de la historia todo el contenido del patrimonio faraónico que, lo es, a su vez, de toda la humanidad.
La «edad de oro» de los descubrimientos egiptológicos comenzó con la Expedición francesa en Egipto, durante La Campaña de Egipto y Siria (1798-1801), y el posterior desciframiento de la Piedra de Rosetta por Jean-François Champollion (1822), acontecimientos que transformaron el sentimiento europeo de mero interés por las antigüedades según el gusto de la época, en el nacimiento de una rigurosa disciplina científica que se dedicaría al estudio de las antigüedades del Egipto de los faraones y de su cultura. A lo largo del siglo XIX, comerciantes de antigüedades, exploradores-aventureros como Giovanni Battista Belzoni y arqueólogos pioneros como Auguste Mariette, Gaston Maspero y otros muchos, excavaron tumbas y templos, muchas veces con una metodología hoy claramente superada por agresiva e irrespetuosa con unos lugares que encerraban una enorme cantidad de información que se perdió de modo irremediable.
El resultado de este modo de trabajar desembocó en la dispersión de los objetos así descubiertos. Numerosos de ellos, engrosaron colecciones privadas y otros muchos pasaron a constituir la base de las actuales colecciones egipcias existentes museos europeos y de otros países como Estados Unidos.
Pero otros, quedaron albergados en nacientes instituciones académicas y científicas dentro de Egipto. Sin duda, el origen de la voluntad egipcia de preservar su patrimonio custodiándolo y protegiéndolo adecuadamente, está representado por la creación del Servicio de Antigüedades de Egipto en por el Jedive Ismail en 1858 junto con el establecimiento de la primera colección pública organizada por Auguste Mariette, Director del nuevo Servicio, el Museo de Boulaq, que luego evolucionaría, pasando por el de Guiza, hasta transformarse en el Museo Egipcio de El Cairo de la Plaza de Tahrir. La existencia de esta entidad dentro de Egipto, dedicada a recoger y estudiar sus antigüedades, fue algo fundamental para conseguir el comienzo de un movimiento científico que, con el tiempo, ayudó a fomentar el sentimiento nacional egipcio sobre su propiedad nacional, y consecuente obligación de procurar la protección de dicho patrimonio arqueológico.
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La institución fundada por Mariette evolucionó formalmente: después de una serie de traslados y ampliaciones, la colección principal se instaló en el edificio de la plaza Tahrir (el actual Museo Egipcio de El Cairo) a comienzos del siglo XX. Ese edificio y su gestión simbolizaron durante décadas la centralidad de El Cairo como depósito del pasado faraónico y como punto de acceso para investigadores y turistas. Sin embargo, el desarrollo museológico no fue lineal: la relación con instituciones occidentales, el reparto desigual de información y objetos, y episodios de expolio o adquisición polémica marcaron la historia de la colección. Durante el siglo XX, conforme la arqueología se profesionalizó (metodologías de excavación, conservación y documentación), los museos comenzaron a incorporar prácticas de conservación científica, laboratorios y políticas de inventario. Asimismo, cobró fuerza la discusión respecto a la devolución de piezas que habían salido de Egipto de manera ilícita y sobre la responsabilidad en ello de los museos occidentales que conservaban patrimonio de origen egipcio. Con la formación de nuevos Estados independientes, después del proceso de descolonización en el mundo árabe y la independencia egipcia, surgió además una nueva dimensión política en la consideración de las antigüedades, como expresión de la herencia faraónica. La cual pasó a incorporarse a los discursos nacionales como símbolo de orgullo y de la continuidad histórica en Egipto desde la antigüedad faraónica.
Por otra parte, el descubrimiento, en el año 1922, de la tumba del faraón Tut-Anj-Amon por Howard Carter, representó con toda seguridad el caso museológico más influyente del siglo XX respecto a Egipto. La riqueza de sus tesoros y la pasión mediática que suscitó transformaron la visibilidad de la arqueología egipcia fomentando una demanda global inusitada de objetos, libros y exposiciones itinerantes. Los objetos originales se conservaron en El Cairo, y su lugar en el imaginario mundial hizo de la colección de Tut-Anj-Amon un «activo» cultural y turístico fundamental.
Historia museológica de Egipto
El traslado planificado de la totalidad del tesoro del joven faraón al Grand Egyptian Museum, compuesto por 5.398 objetos, con Salas especialmente diseñadas para evocar la realidad de la tumba original de este rey existente en el Valle de los Reyes, así como la exhibición de otras muchas piezas valiosas como la segunda barca solar del rey Jufu, la colección de la reina Hetep-Heres, madre de este rey, o los ajuares funerarios de Tuya y Yuya, padres de la reina Tiy, Gran Esposa Real del faraón Amen-Hotep III, constituye una declaración explícita sobre el relieve que se quiere dar a esa narrativa en el contexto de la museología contemporánea egipcia.
Pero fue, a partir de la primera mitad del siglo XX, cuando Egipto comenzó a reforzar más enérgicamente la protección de su patrimonio, promulgando una serie de leyes más estrictas que regulaban la prohibición de la exportación de antigüedades y el control de las excavaciones, comenzando un proceso tendente a reforzar y monopolizar la gestión propia de su patrimonio arqueológico. Figuras académicas y políticas egipcias impulsaron campañas de documentación, restauración y repatriación de las antigüedades egipcias. Al mismo tiempo se produjeron una serie de tensiones con museos extranjeros que terminaron desembocando en negociaciones diplomáticas y científicas sobre préstamos de sus colecciones, y exhibiciones temporales de las mismas.
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En las últimas décadas, las prácticas museísticas en Egipto incorporaron enfoques modernos: espacios de interpretación didáctica, museografía temática (más allá de la mera acumulación de objetos), conservación preventiva, multimedia e itinerarios accesibles para públicos diversos. Los debates profesionales comenzaron a centrarse en cómo establecer el relato la historia faraónica, sin reducirla a un puro fenómeno de exotismo para los turistas.
La idea de construir un gran museo junto a las pirámides de Guiza, se remonta a finales del siglo XX. En el año 1992 comenzaron a plantearse alternativas a la congestión del Museo de Tahrir y, como se dijo más arriba, en el año 2002 se lanzó una iniciativa que culminó en un concurso internacional de arquitectura (diseñado por Heneghan Peng Architects), con la intención de crear un centro museológico moderno, un laboratorio de conservación de primer nivel, espacios educativos y una experiencia expositiva integrada. El contenido del Grand Egyptian Museum se planteó como la mayor colección dedicada a una sola civilización y un proyecto emblemático para potenciar la idea de la indisoluble relación entre patrimonio y nación, en lo concerniente a Egipto.
La ceremonia oficial del Grand Egyptian Museum ha tenido lugar el 1 de noviembre de 2025, pero, previamente, la apertura al público de la visita de algunas de sus salas, realizada en años anteriores, ya había supuesto la llegada de decenas de miles de objetos al museo, incluyendo la totalidad de los tesoros de Tut-Anj-Amon desplegada con un montaje de exhibición conceptualmente innovador, así como la de otras piezas monumentales como la estatua colosal de Ramsés II, situada en el atrio. La inauguración ha sido cubierta por medios internacionales y celebrada como un hito tanto cultural como económico: el Grand Egyptian Museum se presenta como un potente polo de atracción turística, con la expectativa de atraer a sus instalaciones a millones de visitantes anuales.
Historia museológica de Egipto
Más allá del espectáculo mediático, la apertura es un gesto identitario porque reafirma la capacidad de Egipto para narrar su propia historia antigua desde una institucionalidad propia, con tecnología de conservación y contenidos museográficos diseñados para múltiples públicos (niños, escolares, turistas internacionales, investigadores). También cierra simbólicamente una época en la que muchas de sus piezas eran más visibles fuera que dentro del país.
Según las descripciones y los informes previos a la apertura, la museografía del GEM combina narración cronológica con momentos emblemáticos: grandes atrios con esculturas colosales, galerías temáticas (reyes, dioses, vida cotidiana, funeraria), espacios inmersivos para la tumba de Tut-Anj-Amon y recursos multimedia para contextualizar objetos. La intención declarada es ofrecer una visita que respete el rigor científico y, al mismo tiempo, sea accesible y emocionante para el público general.
Han pasado 23 años, desde aquel enero del 2002 cuando se colocó la primera piedra de lo que ya se anticipaba que sería el mayor museo arqueológico dedicado a una sola civilización. Aquí todo es gigante, no solo por las hectáreas que ocupa, mas de 50, sino por todas la cifras que nos muestran y que van desde los costos que superan el billón de dólares, hasta las piezas únicas que alberga, más de 100.000 artefactos.
La nueva etapa de la museología egipcia ha comenzado.
- Teresa Bedman y Francisco J. Martín-Valentín son miembros de la Fundación del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto.