Los festivales de masas como el Arenal Sound apuestan por las grandes bandas nacionales e internacionales
La guerra de guerrillas de los artistas indie en la batalla contra los festivales masivos y el algoritmo
El auge de los festivales masivos y la saturación del mercado provocan que artistas independientes recurran a tácticas de guerrilla para abrirse camino entre algoritmos, agregadores digitales y estrategias de playlisting
En un entorno dominado por métricas de streaming y visibilidad fugaz, los independientes prefieren lo que permanece a la moda.
Entre la resignación y la rebeldía, la escena indie española sigue defendiendo su espacio con una mezcla de romanticismo, resistencia y autenticidad, donde la creación de comunidad pesa más que la lógica del mercado.
Pero esta es una batalla desigual, ya que las grandes plataformas concentran la mayor parte de la visibilidad y los recursos, dejando a los sellos y artistas pequeños luchando por hacerse oír.
Para muchos artistas, romper el muro invisible de la saturación es casi imposible. Como revela Mariano Bazco, fundador del sello zaragozano More Than Disc, «sabemos que hay un público que nos compraría lo que sacamos. Pero no llegamos, nos quedamos en nuestro barrio. En Madrid no se nos hace caso, en Radio 3 no nos contestan los mails». Su proyecto, que convierte canciones digitales en vinilos artesanales.
Su percepción coincide con el diagnóstico del informe de la Federación de la Música de España, que advierte que el ecosistema independiente vive una saturación sin precedentes, con 120.000 lanzamientos anuales que dificultan la visibilidad.
En España, la música grabada creció un 10,4 % en el primer semestre de 2025, según Promusicae, pero el 89 % de ese mercado es digital, territorio donde los sellos pequeños apenas logran alcance ni posicionamiento en las listas de distribución.
De refugio alternativo a gran mercado
Muchos coinciden en que el indie, antes refugio alternativo, se ha convertido al gran mercado. «Lo alternativo se mueve solo en círculos cerrados», dice Ricardo Lezón, voz de McEnroe, la famosa banda de Guecho (Vizcaya) que lleva dos décadas explorando la belleza de lo íntimo frente al ruido mediático.
En su opinión, la independencia hoy «ya no es una etiqueta, sino una forma de resistencia silenciosa». Profundamente marcada por la autogestión (DIY management), la producción casera mediante estudios en casa y la búsqueda de autonomía frente a las grandes casas discográficas, esta independencia cada vez es más difícil.
El músico zaragozano Juan Carlos Higueras, conocido como Carlichi From Starkytch, lo resume de manera cruda: «no se puede conseguir que la gente escuche tu música si no estás dentro de una compañía de discos, si no estás dentro de una distribuidora que paga a las emisoras para que tu música pueda salir».
Higueras compone, graba, produce y diseña la imagen visual con recursos propios. Es su propio manager, productor, roadie y community manager. «Tienes que hacerlo a base de pico y pala para que tus canciones trasciendan. Porque al final lo hacemos porque amamos la música, no porque dé dinero. El reto más gordo es sobre todo económico, porque es un proyecto independiente que sale de mi bolsillo».
Su historia, una más de tantas, ilustra la precariedad estructural del sector independiente y la dependencia de formatos de bajo presupuesto y estrategias de autopromoción mediante marketing de contenidos, ya no en su propia música.
Y mientras los grupos buscan escaparates, crece la preocupación por la crisis de los bolos tradicionales. Las salas, antaño refugio de bandas emergentes, pierden público frente al poder de los festivales masivos, cuyos carteles son prácticamente idénticos año tras año.
Arenal Sound, Mad Cool, BBK Live o Primavera Sound repiten nombres internacionales y apuestan por cabezas de cartel nacionales y seguros, homogeneizando la oferta musical y dejando poco espacio a la sorpresa.
Según la Asociación de Promotores Musicales, los festivales generaron más de 725 millones de euros en 2024, mientras el circuito de salas registró su mínimo histórico, evidenciando un desplazamiento del modelo live business hacia grandes producciones orientadas al patrocinio y el branding experiencial.
«Cada vez es más complicado todo», explica David López, fundador del sello madrileño Limbo Starr, casa de artistas como Nacho Vegas o Tachenko.
«Los grupos quieren aparecer en los festivales, aunque sea su nombre en letra pequeña, aunque les haga tocar a las 12 del mediodía. Ahora para tocar en cualquier sitio tienes que alquilar la sala, tienes que ir en un medio de transporte, cada vez es más caro el combustible, cada vez son más caros los alojamientos», denuncia López.
Para los artistas, esa visibilidad concentrada en un solo fin de semana no siempre se traduce en estabilidad, ya que quizá tocan ante veinte mil personas, pero en otoño vuelven a hacerlo ante ciento cincuenta.
En la práctica, los tiempos de exposición mediática y los retornos económicos no se alinean, lo que complica la sostenibilidad de muchos proyectos independientes fuera del festival season.
Apagón digital
En el extremo opuesto, Carlos Galán, fundador de Subterfuge Records, resume treinta y cinco años de independencia en una afirmación sencilla: «adaptarte sin perder la esencia».
Desde su oficina madrileña, su sello, pionero del indie en España y responsable de lanzamientos icónicos como los de Dover o Fangoria, se ha expandido hacia nuevas áreas (booking, radio, podcasts) para asegurar la supervivencia del modelo independiente, antes considerado realmente alternativo.
Galán ha implementado el label 360, que integra gestión editorial, distribución digital y sincronización audiovisual, con el fin de diversificar ingresos y controlar los derechos de máster.
A pesar de todo, el público responde. Los datos del INE indican que un 61,2 % de los españoles asistió a algún evento cultural durante 2025, y los festivales registraron su mayor participación histórica. Sin embargo, la diversificación de la audiencia no se traduce en mayor difusión mediática para los pequeños proyectos.
Jorge Doherty, cantante de la banda Modelo, cuenta que actuar en el tranvía y colarse en festivales como el Sonorama fue parte de su estrategia para hacerse oír: «realizamos actos un poco disruptivos, desde el respeto, pero disruptivos».
Doherty recuerda, también, haber actuado de forma improvisada en el tranvía de Zaragoza para conquistar a un público más real. En ese panorama, los artistas optan por crear comunidad: vinilos pensados para cuando «la nube explote y llegue el apagón digital», directos improvisados hasta colarse en festivales ajenos, sellos que editan por pasión más que por rentabilidad.