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07 de mayo de 2024

La balsa de la Medusa (1819) de Théodore Géricault

Detalle de La balsa de la Medusa (1819) de Théodore Géricault

Géricault, el artista que pintó 'La sociedad de la nieve' en el siglo XIX

Se cumplen 200 años de la muerte del pintor romántico francés, autor de La balsa de la medusa, el cuadro impresionante que reflejó la historia terrible de un naufragio

La historia que cuenta la película del director español Juan Antonio Bayona, nominada al Oscar, La sociedad de la nieve, basada en la tragedia del avión que chocó contra el pico de una montaña en la cordillera de Los Andes, siempre ha causado sensación entre el público. Han pasado más de 40 años del accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya.
45 personas viajaban a bordo, de las cuales solo sobrevivieron 16, después de que el aparato perdiese la cola en el choque y en el aire, antes de caer en medio de un glaciar y de la nada, donde los supervivientes tuvieron que recurrir a la antropofagia para sobrevivir durante más de dos meses, hasta que milagrosamente fueron rescatados gracias a una expedición de dos de los protagonistas, cuando todo el mundo creía desaparecidos a todos los viajeros después de semanas de búsqueda infructuosa que fue abandonada.
Théodore Géricault (1823) por Horace Vernet

Théodore Géricault (1823) por Horace Vernet

Otra «sociedad de la nieve», en este caso «una sociedad del mar», es la que pintó Théodore Géricault en 1819. La balsa de la medusa narra sobre el lienzo el naufragio de La Medusa, ocurrido en 1816. La historia de otro error humano que despertó los sentidos y la conciencia de la época. Si los pilotos uruguayos pensaron que ya habían sobrevolado las montañas, iniciando el descenso mortal, el oficial al mando de La medusa, con poca experiencia, embarrancó la fragata que una tormenta destruyó.
Los tripulantes subieron a los botes insuficientes para intentar alcanzar la costa de África. Los que no pudieron hacerlo, unas 150 personas de 400 en total, tuvieron que subirse en una balsa improvisada que al principio fue remolcada por los botes, pero que finalmente fue abandonada por decisión del capitán, no solo incapaz sino cobarde y cruel. Entonces comenzó la tragedia. Muchos murieron ahogados en los primeros días, del mismo modo que muchos murieron también en los primeros días debido a las heridas causadas por el impacto en los Andes.
La balsa de la Medusa (1819) de Théodore Géricault

La balsa de la Medusa (1819) de Théodore Géricault

Pero la reacción de los supervivientes fue completamente distinta. En lugar de ayudarse entre ellos, la balsa del horror se convirtió en una carnicería. Se cuenta que unas 100 personas fueron asesinadas por los soldados que iban armados. Tras una semana a la deriva y tras la decisión de arrojar al mar a los enfermos y heridos, apenas quedaron 15 sobrevivientes a bordo que tuvieron que recurrir también a la antropofagia, como los uruguayos más de un siglo y medio después.
Los hechos los contaron dos de los que consiguieron llegar a tierra, el cirujano Jean-Baptiste Savigny y el geógrafo Alexandre Corréard, en el libro Naufragio de la fragata La Medusa, a través del cual la sociedad francesa conoció las atrocidades cometidas por el capitán y los marineros armados y ebrios por ingerir grandes cantidades de alcohol a falta de agua potable.

La denuncia de una iniquidad

La balsa de la Medusa, el cuadro de Géricault, fue la «película» que el pintor realizó tres años después sobre la tragedia que conmocionó a Francia en plena restauración monárquica. No fue la historia de un milagro como el de Los Andes, sino la denuncia de una iniquidad. Géricault se reunió con varios náufragos y con sus recuerdos construyó el «guion» que se hizo real tras visitar los mortuorios para copiar el color verdadero de la piel de los cadáveres y otros detalles físicos de la muerte.
La obra del XIX causó un impacto similar al de la película del XXI. Admiradores y críticos se sucedieron al contemplar la pintura que obsesionó a su autor durante casi un año de trabajo frenético y que hoy se se exhibe en el Louvre como una de las cumbres del romanticismo.
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