Esta obra la realizó en su estancia en París y supuso un cambio en su devenir en el arte. La obra fue encomendada para decorar el testero del hemiciclo de la Cámara Baja del Congreso de los Diputados, y representaría el juramento de las Cortes de Cádiz. A su vez, lo presentó a la Exposición de Bellas Artes de 1862, esto hizo suscitar el interés de Gustavo Adolfo Bécquer, que escribió una serie de artículos de crítica de arte. El lienzo de Casado del Alisal no recibió ninguna recompensa en forma de premio, pero sirvió de sobremesa para forjar una relación con Bécquer que en ese momento admiró el talento del pintor.