Fundado en 1910

06 de mayo de 2024

«Tinta, tierra y tradición» de Alfredo Comesaña

Detalle de portada. «Tinta, tierra y tradición» de Alfredo Comesaña

Ensayo / Literatura y política

Esto faltaba: biografía carlista de Valle-Inclán

Alfredo Comesaña repasa la biografía política de Valle-Inclán en una amena lectura para el público culto, para los aficionados al literato y para los amantes de la historia española contemporánea. De consulta ineludible para los dedicados académicamente a estas materias.

«Tinta, tierra y tradición» de Alfredo Comesaña

introducción de Luis H. de Larramendi, prólogo de Luis Alberto de Cuenca / Reino de Cordelia / 846 págs

Tinta, tierra y tradición

Alfredo Comesaña

La honorable, meritoria y generosísima labor que vienen realizando la Fundación Ignacio Larramendi y el presidente de su patronato en la cultura española y en la labor científica supone la base que permite disponer hoy de este volumen. Su autor principal, como historiador, ya había investigado sobre la Tercera Guerra Carlista en Galicia y en el norte de Portugal merced al premio que anualmente convoca aquella Fundación. A impulso del propio Luis H. de Larramendi, ha acometido luego este nuevo trabajo, curioso y clarificador.
La mitad del libro está conformada por los pasajes de toda la producción de Valle-Inclán con menciones expresas al carlismo, a figuras, acciones o situaciones asociados con él: debidamente contextualizados, se inician con el primer párrafo de la obra en que aparecen y se acompañan con unas notas a pie de página ilustrativas acerca de los personajes históricos citados en los fragmentos. Así, al lector se le ahorra la tarea de reunir por sí mismo los textos sobre el tema. Cuenta con la ventaja del acceso en síntesis a las obras completas sin perder lo esencial de ellas, que reside en su estética y en una sabia visión de la vida, de los humanos y de España. Por eso, esta edición es recomendable para cualquier interesado en uno de nuestros grandes clásicos.
La transcripción de los textos no moderniza la ortografía de acuerdo con las normas de la RAE, circunstancia dispensable para el común de los lectores, habida cuenta de que en las fuentes empleadas ya se había corregido, por ejemplo, la peculiar puntuación del autor.
Por lo que al asunto del carlismo concierne, se brindan aquí las pruebas que vienen por fin a terminar de destruir el enconado empeño de tantos críticos de izquierdas por alinear a Valle-Inclán, al menos en los últimos quince años de su existencia, cerca de sus filas y lejos del tradicionalismo (cierto, no sin los indicios arrojados por actuaciones como firmar el Manifiesto Fundacional de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, entre otros). 
Con independencia de sus credos personales, entre tales especialistas han figurado durante largo tiempo algunos tan destacados como González del Valle, aunque, gracias a los imparciales señalamientos de otros grandes expertos, como la directora de la cátedra Valle-Inclán Margarita Santos, antes o después, aquellos van teniendo la honradez intelectual de rectificar. En cualquier caso, ya se ha repetido mucho que no cabe esperar de nadie con la talla artística de Valle-Inclán un sometimiento absoluto a una corriente o ideología: una mente alerta y siempre discurriendo no puede dejar de advertir, en cualquier partido o institución, puntos en que se resistan a encajar sus propias perspectivas de la realidad.

Se brindan aquí las pruebas que vienen por fin a terminar de destruir el enconado empeño de tantos críticos de izquierdas por alinear a Valle-Inclán cerca de sus filas y lejos del tradicionalismo

En cuanto a las «veladuras», muchas en forma de ironía, con que Valle-Inclán parecía disimular sus convicciones y a las que se refiere Comesaña como responsables de no habérsele adscrito con la necesaria precisión y rotundidad al carlismo, proceden de las técnicas literarias impresionistas a las que nunca renunció (tampoco en su vida, que juzgaba otra forma de arte), ni siquiera en la que algunos siguen juzgando su etapa del «esperpento». Ese impresionismo es uno de los mayores y mejores rasgos de la modernidad de su escritura, pues requiere la participación de la perspicacia e inteligencia del receptor, despierta en él la reflexión y la crítica, y le abre hacia la complejidad subyacente en cualquier hecho. Tampoco renunció a un esteticismo gracias al cual veía posible la salvación de España: esta siempre podría sostenerse sobre la belleza y grandeza de su tradición cultural y así vencer toda la mezquindad y los defectos de los españoles –también los que Valle reconocía en sí mismo-. Por cierto, esta idea se repite en obras carentes de palabra alguna explícitamente alusiva el carlismo, como Divinas palabras.
El autor de Tinta, tierra y tradición ha ejecutado de modo magnífico el cometido de repasar la biografía de nuestro genio por lo que a las cuestiones políticas se refiere, y así ha logrado completar cuanto faltaba en la que sigue siendo una biografía excelente, ya que no definitiva, debida a Manuel Alberca, La Espada y la palabra. Además, en su revisión de los textos literarios, Comesaña establece una precisa correspondencia entre las acciones relatadas y sus referencias reales, entre los personajes retratados y los históricos.

Comesaña establece una precisa correspondencia entre las acciones relatadas y sus referencias reales

Por otro lado, quizás por el loable deseo de evitar intrusismos o quizás por la inabarcable bibliografía, este historiador parece renunciar a citar la mayor parte de las contribuciones filológicas sobre las obras de las que se extraen los pasajes, tanto como de los estudios en torno a la recepción en la prensa de la época de tales obras, cuando gracias a métodos como los de la semiótica y los de la recepción cabe establecer muchas claves de interpretación valiosas tanto para el público como para los historiadores. En este caso, además, sería conveniente recolectar y examinar también las distintas versiones de los mismos fragmentos presentados en este libro, partiendo de los manuscritos disponibles y siguiendo por las distintas ediciones, pues Valle-Inclán los retocó una y otra vez y, con frecuencia, modificó la imagen resultante de los personajes.
El mundo de la investigación tiende a la interdisciplinariedad. Los filólogos siempre han estado convencidos de lo idóneo de los acercamientos en colaboración, y cuando no han sido posibles o verificables, han estimado en grado sumo las aportaciones de los historiadores, a las que se suma este nuevo ejemplar de amena lectura para el público culto, para los aficionados a Valle-Inclán y para los amantes de la historia española contemporánea, tanto como de consulta ineludible para los dedicados académicamente a estas materias.
Comentarios
tracking