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28 de marzo de 2024

Portada de «La psicóloga» de Helen Flood

Portada de «La psicóloga» de Helen FloodPlaneta

'La psicóloga': Helen Flood en busca de la memoria perdida

La novela de Helen Flood coloca el foco de atención en la facultad de la memoria y mantiene al lector en todo momento bajo la incertidumbre sobre la veracidad de lo que se narra

En el 110 aniversario de Por el camino de Swann, primera parte de En busca del tiempo perdido, conviene reseñar una reciente novela que, en la línea de Proust, coloca el foco de atención en la facultad de la memoria (antes que en la inteligencia o en los simples sentidos) como herramienta de revelación de la verdad. En La psicóloga (2019), primera novela de Helen Flood, autora más conocida por La comunidad (2021), el recuerdo lo es todo. Revivirlo es la verdad.
La psicóloga inyecta en el lector continuamente la duda sobre la verdad de lo que se está exponiendo, referido siempre desde la perspectiva narrativa interna de la primera persona del singular. De hecho, el principal logro de la historia contada por Flood es, justamente, mantener en el lector en todo momento la incertidumbre sobre la veracidad de lo que se narra.
El misterio de lo relatado no radica en la dificultad de una investigación donde las piezas, aunque difíciles de conectar, pueden tener sentido y hay que sabérselo encontrar; antes bien, lo oscuro o enigmático de esta contribución de Flood reside en que se ignora si las piezas que se le ofrecen al lector para armar el puzzle (provistas siempre a través del narrador protagonista) son reales. Estamos, por tanto, ante un thriller psicológico, más que ante una novela policíaca clásica.
A aquellos a los que la vida les quitó parte de su humanidad mediante crueles golpes, parece que la existencia les retribuye de algún modo dotándolos de un poder de penetrar en las profundidades de la realidad ajeno al común de los hombres. La justicia divina se ve obligada a intervenir para restituir lo que la injusticia de la Historia les ha sustraído a ciertas personas. Eso es, justamente, lo que le ocurre a Sara Lathus, protagonista de La psicóloga, que perdió a su madre muy pronto y jamás tuvo el cariño y el afecto de su padre.
Portada de «La psicóloga» de Helen Flood

planeta / 488 págs.

La psicóloga

Helen Flood

En este sentido, lo que la investigación policial de Gunnar Gundersen no esclarece nunca en las páginas de este libro lo acaba descubriendo Sara mediante una revelación emanada de su pasado traumático. La ciencia y la conciencia palidecen como métodos de búsqueda de la verdad ante el subconsciente crónicamente enfermo de la figura principal de la trama. Del dolor interior de la protagonista surgirá el más sublime conocimiento sobre la investigación del asesinato de Sigurd, su marido, que es el núcleo alrededor del cual gira la historia de Flood. El noli foras ire («no vayas afuera») de san Agustín retumba en el trasfondo narrativo de La psicóloga.
En efecto, el saber como tal no se descubre por indagación empírica sino por iluminación interior. Ciertamente, como sostenía el recién citado Agustín de Hipona, in interiore homine, habitat veritas; es decir, «en el interior del hombre, habita la verdad». Como el teólogo de Hipona, inspirado por Platón, también Flood liga la verdad al recuerdo, a las ideas, al contacto de la mente con la esencia de la realidad. No en vano, la resolución del caso de la muerte de Sigurd solo la conoce quien ha habitado en la oscuridad del dolor y la ignorancia y ha sabido encontrar luz desde tal penumbra. Sara siempre ha tratado de curar su dolor sanando a otros: drogadictos, enfermos mentales, adolescentes complicados; entre médica y enferma, infiel y engañada, esta psicóloga siempre se ha movido en un universo inestable.
En el fondo de su ser, Sara es consciente de su don casi divino, directamente advertido por la nitidez de su memoria, próxima a la perfección, tal y como se repite en esta novela desde el principio. Sara nota ese rasgo trascendental en que tiene una potencia mental inusual; personas como ella son plenamente conscientes de su carácter excepcional, frente a las limitadas capacidades de sus congéneres. Hasta tal punto es esto así que únicamente Sara acaba desvelando el misterio impenetrable de la muerte de Sigurd.
La ausencia de trazas empíricas para reconstruir científicamente el caso les ha impedido a los policías despejar la incógnita; sin embargo, la peculiar fisionomía de la memoria de Sara hallará en su interior la clave de la resolución de un crimen perfecto. En palabras de Sara: «en cuanto desplazo el enfoque de mi mirada de repente caigo en algo […]. Contemplando ambos planos al mismo tiempo, el jardín de fuera y yo en el despacho, aquí dentro. Me percato de que sé quién ha sido. También me doy cuenta de que a nadie más que a mí se le habría ocurrido».
La persona que mató a Sigurd le confesó al subconsciente de Sara que lo había asesinado, pero esta solo caería en la cuenta de tal revelación indirecta buscando la luz de la verdad desde las sombras de su memoria traumada: «cuando me encuentro literalmente en la oscuridad, mi mirada […] aterriza […] con la siguiente certeza: en aquel momento me hizo partícipe de lo que había hecho […] estábamos sentados aquí, en estos sillones, y él hablaba de contemplar el mundo desde la oscuridad».
En otras ocasiones, Sara había descubierto otras verdades, como la infidelidad de su padre, de la misma manera: «tres semanas después de que Sigurd y yo nos casáramos, lo supe. Estaba desinfectándome las manos […] y el producto se adhirió al borde del anillo […] me vino a la cabeza con total claridad qué era lo que había presenciado aquella noche […] mi padre se sacaba algo del bolsillo. Más de veinte años después estoy viviendo una experiencia que confiere sentido al recuerdo: papá se estaba poniendo la alianza».
Sara se da de bruces con la verdad solo cuando, desde su opacidad interna, ve la luz exterior. Reverbera en esta reflexión la alegoría platónica de la caverna, relatada en el libro VII de La república, donde unos hombres esclavizados en el interior de una cueva toman como realidad verdadera la sombra de unos objetos y no los objetos mismos, que están a sus espaldas y ellos no pueden ver. La verdad no son las sombras sino los objetos y lo que confiere sentido a las sombras es la luz que está tras los esclavos, que es la que ilumina los objetos. En el caso de Sara, es una experiencia semejante la que dota de sentido al recuerdo y expone la verdad; pero, al contrario que Platón, la memoria que revela la verdad nace del sufrimiento humano en el mundo terrestre, no de la existencia previa del individuo en un Mundo de las Ideas al que nos tuviéramos que volver olvidando la vida actual y pasada. La memoria de La psicóloga es memoria afectiva, no memoria racional.
Recobrar el tiempo perdido, en Flood como en Proust, solo es posible mediante una experiencia de conversión del recuerdo y purificación de la memoria. El antropólogo René Girard (1923-2015), cuyo centenario se está celebrando en el presente 2023, lo expresa claramente en Mentira romántica y verdad novelesca: «la conclusión es siempre memoria. Es irrupción de una memoria más auténtica de lo que fue la propia percepción […] la memoria afectiva es el Juicio Final de la existencia proustiana […]. La memoria afectiva es éxtasis, pero también conocimiento».
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