
Jean van Eyk, «El matrimonio Arnolfini».
'Los retratos desparejados': cuando la pintura y la literatura conviven en sana armonía
La naturaleza ensayística del libro tiene tanta fuerza e interés como la propia narración y deriva en una obra híbrida: una novela-ensayo, o ante un ensayo- novelado, como se prefiera
Gonzalo Núñez (Sevilla, 1983) es escritor y periodista, y ha colaborado y colabora en las secciones culturales de las principales cabeceras españolas aportando sus conocimientos sobre cine y literatura. Es autor de la crónica «Krúbera-Voranya. La conquista del centro de la tierra» y de la colección de relatos Los búlgaros, y coautor de cuatro libros sobre cine.

Sr. Scott (2025), 160 páginas
Los retratos desparejados
Hoy ocupa nuestro interés por la reciente publicación de Los retratos desparejados (Sr. Scott, 2025), su primera incursión en el género de la novela.
Aunque seguimos la dinámica de abordar Los retratos desparejados como una novela —y efectivamente lo es—, habría que incluirla en ese grupo de libros fronterizos de amplio espectro que no deberían ser adscritos a un solo género. Por poner un solo ejemplo, ¿qué son los libros de Milan Kundera, novelas o estudios filosóficos?
Aquí tenemos algo similar, pues la naturaleza ensayística de Los retratos desparejados tiene tanta fuerza e interés como la propia narración. Es decir, estamos ante una obra híbrida: una novela-ensayo, o ante un ensayo novelado, si se prefiere. Una simbiosis seductora, de fácil lectura, que se muestra como tal desde las primeras páginas, cuando conocemos a una pareja en el Madrid actual que se ve concernida con parejas de otra época que han acabado por ocupar una subsección en el mundo del arte. Hablo, cómo no, de los retratos desparejados, un término inventado por el propio autor. No obstante, Gonzalo Núñez, tal como él mismo nos explica en su nota final, no partió de cero, pues ya existía cierta documentación (de la que él se nutrió para escribir el libro) sobre esos retratos matrimoniales, hechos por encargo, en los siglos XV y XVI en Flandes, y que no se pintaban en un mismo cuadro (como sí ocurriría con el famoso y minúsculo Matrimonio Arnolfini), sino en «dos tablas separadas que podían ser luego colgadas una junto a la otra o, más habitualmente, agrupadas en un díptico o un tríptico con una tabla central de tipo religioso entre los esposos» (p. 14).
Los cuadros de estos matrimonios, que en muchas ocasiones terminarían alejados geográfica y temporalmente, durante siglos o quizá para toda la eternidad, constituyen la percha ensayística sobre la que trabaja Núñez al tiempo que nos introduce en el análisis socio-psicológico de una pareja actual a partir de la conferencia sobre esta materia que va a impartir la exnovia de él en el museo Thyssen. Ese es el punto de partida de la narración, una oportunidad de oro para analizar con fino bisturí hasta qué punto los silencios, las omisiones, los pequeños renuncios de sinceridad pueden retorcer (o reforzar, nunca se sabe) la relación amorosa entre un hombre y mujer.
En virtud de la ficción, conviven sobre el papel la historia de la pareja madrileña –y de manera tangencial las de las exparejas de ambos– y la de esos matrimonios de Flandes que quisieron inmortalizar su amor en un lienzo y que paradójicamente, pese a su afán de alcanzar la eternidad en común, terminarían separados por caprichos del destino.
No creo conveniente contar mucho más sobre la trama. Bastará decir que el libro exhala un minucioso gusto por la belleza –tan escaso hoy día– y por el meticuloso análisis de las relaciones humanas. No hay en él la habitual acumulación de peripecias narrativas, propias de la novela, sino que está más bien enfocado hacia el trabajo de introspección psicológica en un entorno que podríamos llamar «museístico», todo ello articulado con una prosa delicada. Una novela ensayística o un ensayo novelado, qué más da el término, que puede hacer las delicias de los amantes del arte pictórico y de la literatura.