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Niños utilizando pantallas en el colegio

‘Pantallas, qué remedio’, el libro que necesitaba el debate sobre la educación con pantallas

Con amenidad y frescura, María Solano aporta una visión serena y esperanzadora sobre la gestión de las pantallas en la educación

En los últimos tiempos, la discusión en torno al papel de las pantallas en la educación ha saltado a la opinión pública con gran fuerza, hasta el punto de convertirse en uno de los debates más candentes de la actualidad. Y, como no podía ser de otra manera en el mundo en que vivimos, se ha convertido a la vez en uno de los más polarizados.

• Palabra (2025). 256 páginas

Pantallas, qué remedio

María Solano Altaba

Por este motivo, es de agradecer que haya contribuciones a este debate que, huyendo de dogmatismos y de posiciones de máximos, intenten proponer soluciones con serenidad, sensatez y esperanza. Este es el caso de Pantallas, qué remedio, un libro recién publicado por María Solano, periodista y profesora de la Universidad CEU San Pablo, y que se antoja una lectura imprescindible para todos aquellos a los que nos preocupa la educación en el uso responsable de las nuevas tecnologías.

El primer aspecto que cabe destacar de este libro es su estilo fresco, sencillo y desenfadado, que logra atrapar al lector desde la primera página. A ello contribuye también una de las grandes virtudes de la obra, que es la empatía a raudales que demuestra la autora a la hora de comprender, acoger e intentar ayudar a los padres que día a día lidian con los innegables retos que supone la exposición a las pantallas, especialmente en el caso de los adolescentes.

Ahora bien, el objetivo del libro no es dar soluciones o consejos fáciles, válidos para todas las personas. El motivo es que, como la autora indica acertadamente en la introducción, en la educación no hay recetas mágicas y todo depende de un sinfín de factores circunstanciales, esencialmente la forma de ser de cada niño y el contexto que le rodea. ¿Por qué, entonces, leer este libro? Precisamente porque las consideraciones y los ejemplos mostrados por la autora nos permiten reflexionar sobre nuestra propia experiencia e ir descubriendo por nosotros mismos algunas claves que pueden ayudarnos en la conciliación de las pantallas en la vida diaria, tanto en el caso de los menores a nuestro cargo como en el nuestro propio.

Y decimos conciliación porque, como se indica desde el mismo título de la obra, en el mundo actual no queda otro remedio que utilizar las pantallas, pero a la vez, jugando con las dos acepciones de este término, debemos poner remedio a los efectos perniciosos que el abuso de las pantallas lleva consigo. En el caso de los adultos, tenemos mayor conocimiento sobre cómo podemos actuar para hacer un uso más eficiente y saludable de las pantallas –y, si no es el caso, durante el libro se citan numerosos consejos sencillos y prácticos, al alcance de todos–. Pero ¿y en el caso de los más pequeños? ¿Cómo podemos ayudarles a gestionar mejor su uso de las pantallas, de manera que podamos evitarles daños que, en ocasiones, pueden ser irreparables, especialmente para su salud mental?

María Solano tiene clara la respuesta: la solución está en la familia. Concretamente, en la mesa. En palabras de la autora, «es ahí, justo ahí, alrededor de la mesa, donde se hace familia, y en ese «hacer familia» es donde está el antídoto perfecto contra el veneno de las pantallas». En otras palabras: como no podemos controlar ni saber qué uso harán nuestros hijos de las pantallas conforme vayan creciendo, nuestra labor pasa por fomentar en ellos un pensamiento crítico y un criterio propio que les permitan aprovechar los beneficios de su buena utilización y que a la vez les ayuden a evitar los efectos más perniciosos de su mal uso.

Nos encontramos, por tanto, con que en el tema de las pantallas sucede lo mismo que con el resto de asuntos relacionados con la educación: nuestra labor como educadores se resume en acompañar, dedicar tiempo, formar y confiar. Algo que, al igual que el buen uso de las nuevas tecnologías, es sin duda más complejo de lo que suena, pero que, no se nos olvide, está al alcance de nuestra mano.