El escritor húngaro László Krasznahorkai es el Premio Nobel de Literatura 2025
El regreso del barón Wenckheim: ironía y lucidez en la obra de László Krasznahorkai
Donde termina el mundo, empieza la palabra: releer al último premio Nobel de Literatura
La figura de László Krasznahorkai (Gyula, 1954) ocupa un lugar central en la literatura europea contemporánea como exponente de una escritura radical que indaga en la desesperanza, la degradación moral y la imposibilidad de la redención. Su obra –concebida como un único libro en expansión– culmina simbólicamente en El barón Wenckheim vuelve a casa (2016), texto que cierra su tetralogía del apocalipsis e integra los motivos y obsesiones que atraviesan toda su producción. Desde esta novela puede leerse su proyecto como una exploración del colapso del mundo y de la persistencia del lenguaje frente al vacío.
Traducido por Adan Kovacsics. Acantilado (2024). 512 páginas
El barón Wenckheim vuelve a casa
Sus orígenes se enraízan en una juventud marcada por la rebeldía y la vida errante, experiencias que definieron la sensibilidad apocalíptica de su escritura. Tras abandonar los estudios universitarios, convivió con los marginados de la Hungría comunista, transformando esa experiencia en un laboratorio ético y estético. De ahí surge su primera novela Sátántangó (1985), piedra angular de su universo narrativo: una comunidad devastada, un falso profeta y el eterno retorno del fracaso. En ella ya se percibe la mecánica circular y opresiva que reaparecerá en El barón Wenckheim vuelve a casa, donde el regreso del protagonista reitera la imposibilidad de escapar del desastre.
El tránsito hacia El barón Wenckheim vuelve a casa se articula a través de la tetralogía del apocalipsis –Sátántangó, La melancolía de la resistencia (1989), Guerra y guerra (1999) y la novela final–, en la que Krasznahorkai construye una cosmología del derrumbe: el mundo se desintegra bajo el peso de la confusión moral y la ilusión del orden. La melancolía de la resistencia introduce una dimensión alegórica con la llegada de un circo y de una ballena muerta, símbolos del sinsentido. En Guerra y guerra, la degradación se universaliza: el protagonista, obsesionado con un manuscrito, encarna la locura del hombre moderno que intenta preservar el sentido en un mundo que ya no lo admite.
El barón Wenckheim vuelve a casa condensa esas tensiones: un aristócrata anciano regresa a su pueblo, donde es recibido como un mesías, pero su llegada precipita el caos final. La comunidad, corroída por la codicia y el resentimiento, se autodestruye, confirmando el destino de los relatos anteriores. El gesto del retorno, cargado de ironía, se convierte en una parábola del fracaso moral de la humanidad y del agotamiento del lenguaje.
Entre Guerra y guerra y El barón Wenckheim vuelve a casa, el autor atravesó una fase de contemplación oriental, fruto de sus residencias en China y Japón. Obras como Al norte la montaña, al sur el lago, al oeste el camino, al este el río (2005) y Seiobo allá abajo (2008) exploran el arte y la belleza como resistencia metafísica ante el colapso. Este diálogo con el pensamiento oriental no implica una ruptura, sino una expansión del mismo impulso: la aceptación serena de la disolución. En la novela final, esa influencia se traduce en una mirada lúcida sobre la desintegración: no hay salvación, pero sí claridad e ironía compasiva.
El barón, al volver, no solo regresa a su origen geográfico, sino al origen mismo de la escritura. El tono apocalíptico, la voz coral, las frases extensas y la desesperanza alcanzan una pureza formal que traduce la obsesión del autor por la totalidad. Las oraciones se expanden hasta disolver los límites de la sintaxis, reflejando una realidad que ya no cabe en estructuras convencionales. El barón Wenckheim vuelve a casa es tanto el fin del mundo como el fin del discurso: clausura de la narración y de la esperanza.
La culminación de su tetralogía consolidó la reputación internacional de Krasznahorkai. Galardonado con el Man Booker International (2017), el Premio Austríaco de Literatura Europea (2021), el Formentor de las Letras (2024) y el Nobel de Literatura (2025), su obra se reconoce como una de las indagaciones más radicales sobre el colapso del sentido en la modernidad. Críticos como Susan Sontag lo han descrito como el maestro húngaro del apocalipsis, y su poética se ha vinculado con Kafka, Bernhard, Dostoievski y Gógol. Su singularidad reside en haber llevado el tono apocalíptico al extremo de la forma. Así, El barón Wenckheim vuelve a casa reúne el principio y el fin de su obra, sintetizando la desesperación, la ironía, la compasión y la belleza de un universo literario que ha hecho del fin del mundo su materia inagotable.