'Billy Budd, marinero', una soga alrededor del cuello y un debate sobre la justicia y el deber

Hay escritores cuyos nombres quedarán para siempre vinculados al mar, y es que la historia de la navegación no sólo la forjaron intrépidos navegantes que surcaron los océanos ya sea para ganarse la vida como mejor sabían, por obligaciones con la patria, por afán de exploración o, quién lo diría, por puro placer.

Uno de esos escritores es Herman Melville cuya obra Moby Dick está reconocida como la más grande novela marítima jamás escrita.

En Billy Budd, marinero (Alianza), una novela corta de 160 páginas que se hacen escasas, encontramos un Melville crepuscular. La novela nunca se publicó en vida del autor, el manuscrito se encontró por casualidad tras su muerte y cuando se publicó el autor de Moby Dick ya había pasado de moda.

Y, sin embargo, la aparición de Billy Budd, marinero fue en su momento, en 1924, un absoluto acontecimiento literario que contribuyó a recuperar la memoria de Melville, animó nuevos estudios sobre Moby Dick y forjó el nombre e Herman Melville en la conciencia de lectores y escritores para siempre.

La novela narra un hecho ocurrido en 1797 durante las guerras napoleónicas. Billy Budd es un marinero del buque mercante con el llamativo nombre de Derechos del Hombre.

Su capitán lo tiene en altísima estima: es un marinero cumplidor, de carácter afable, querido por toda la tripulación con el don de crear un buen ambiente entre la marinería, lo que facilita mucho las cosas a los oficiales.

El Derechos del Hombre es abordado por un barco de la Marina Real Británica, el Indómito, y Billy Budd es reclutado a la fuerza como gaviero.

Con su buen temperamento, el marinero acepta su destino con buen talante, trata de adaptarse lo mejor que puede a sus nuevas obligaciones, y lo habría logrado si no fuera por la actitud del hosco sargento Claggart.

Sin conocerse muy bien los motivos, algo que atormentará a Billy Budd, Claggart coge manía al recluta y lo somete a una situación de acoso.

La situación irán empeorando hasta que una acusación de rebeldía y conspiración para el motín desata la violencia en el interior del pacífico Billy Budd y con ella la tragedia y el desastre.

Como es habitual en la obra de Melville, se prioriza la construcción psicológica de los personajes, muy bien definidos y muy bien justificadas sus acciones y decisiones.

El capitán del Indómito funciona como contrapunto de aquel capitán Ahab del Pequod de Moby Dick.

Ahab era una criatura casi infernal, medio hombre medio demonio. Un ser de tintes mitológicos, fantasmagóricos. Un personaje que no era de este mundo con un único afán: la venganza, lo que lo embarcará en una loca navegación hacia la autodestrucción.

El capitán del Indómito es, en cambio, una encarnación de la justicia, del deber y de los valores que guían una recta conciencia y una educación acorde con la civilización británica.

Ambos personajes, el gaviero Billy Bud y el capitán del Indómito, le sirven a Herman Melville para plantear una interesante reflexión sobre la tensión entre la justicia, el deber y la obligación.

¿Es correcta toda decisión acorde con la justicia? ¿Es justa toda decisión correcta? La fina frontera entre el deber y la obligación moral, una tracción habitual en cualquier hombre, atormentan a ambos protagonistas. La solución, en cualquier caso, es terrible porque, se opte por lo que se opte, siempre se infligirá o un mal o una injusticia.

Alianza nos trae esta estupenda novela en una pequeña colección de la que también forman parte La isla misteriosa, de Julio Verne, y los Relatos de los Mares del Sur, de Jack London, con un curioso diseño de portada que, para comprender su significado, hay que contar con los tres volúmenes.