El escritor gallego Juan Tallón
'Mil cosas': arrollados por Tallón
El autor gallego presenta una estupenda novela breve sobre la prisa moderna con puñetazo final
Tengo la sensación de que existe una variedad creciente de creadores que podríamos definir como aspirador o parabólica: artistas de todo tipo –cineastas, escritores, etc...– que viven atentos a los movimientos de tierra sociales y, en resumen, a las tendencias. Captan las señales y las absorben.
Anagrama (2025). 152 páginas
Mil cosas
Sus obras, sus libros si son escritores, dan bien como palabra clave, se sitúan rápido en el mercado porque encajan con las preocupaciones de moda. En resumen, 'venden'. No ya en el sentido de que se batan bien en las librerías, sino de que tienen asegurada la 'compra' por parte de los medios porque se suman a la conversación en boga: las violencias, la salud mental, el derecho a la pereza… Lo que sea. Este mismo otoño ofrece varios ejemplos.
Lo cierto es que desde hace un tiempo los libros funcionan en tanto haya detrás un discurso evidente, mejor si es político. Si lo personal es político, imagínate lo literario... Hay verdaderos maestros en esto de sacar obras al pelo de la actualidad, novelas o ensayos que podrían haber sido un artículo de fondo como muchas reuniones se pueden saldar con un email.
No voy a negar que mi primer movimiento ante Mil cosas, lo nuevo de Juan Tallón, fue de escepticismo: un libro escrito en menos de un mes –lo cual tampoco dice nada definitivo: Stendhal escribió La cartuja de Parma en 52 días– con un planteamiento que sonaba demasiado ad hoc para abrir la portada de Cultura de El País y las revistas de tendencias: la insoportable velocidad de la vida moderna, el estrés crónico que nos habita, el capitalismo que nos vampiriza... «Un retrato generacional. Una reflexión sobre cómo seguimos adelante cuando todo nos sobrepasa».
Honestamente, me daba pereza.
Sin embargo, ya que no he querido ocultar mis reparos, tampoco ocultaré que he salido más que satisfecho de esta lectura, con remordimiento por las sospechas preventivas. Tallón hace de un tema que podría ser meramente comercial o coyuntural –la tesis mandando sobre la literatura–, una gran nouvelle, con el gusto por el detalle de una novela costumbrista y el 'punch' de un relato. Una cosa que se sitúa entre el retrato doméstico y la parábola, de ahí que la novela se ubique en una ciudad indeterminada y sus protagonistas parezcan representarnos a todos.
La acción transcurre en la víspera de vacaciones, bajo una de esas olas de calor que a todos nos ponen al borde de «un día de furia». Travis y Anne son dos curritos medios, con un hijo de pocos meses, que tienen que resolver un puñado de cuestiones antes de largarse de viaje. Aquello parece una yincana.
Sin muchas exageraciones, Tallón va colocando el campo minado que se agazapa bajo toda rutina. Calienta la cena, digamos, con esa prosa tan agradecida suya. El lector entra en el propio estrés de la pareja, pues no es nada que nos sea ajeno: mil checks al día, decena de mensajes al teléfono, recados pospuestos, plazos que vencen, imprevistos que quiebran la agenda... Las cosas importantes atropelladas por las intrascendentes, las intrascendentes convirtiéndose en indeclinables.
Cuando nada parece que se nos puede escapar y salvaremos el día y el libro –al igual que siempre, pese a todo, salimos adelante de nuestra propia rutina, llega el puñetazo por donde menos lo esperas. El excelente final redibuja la obra, pone en solfa la misma capacidad de atención del lector, apabullado a su vez por mil cosas.
Tallón, al final, nos habla del mecanismo con que jerarquizamos el mundo y de la puñetera manera que tiene lo menudo de absorbernos a fuerza de acumulación. Una vez cerrado el libro solo hay dos opciones: o abrirlo de nuevo por la primera página y empezar otra vez a leer en busca de lo que dejamos en el camino o vivir en adelante con la conciencia del socavón.