Santana triunfa en su primer concierto en Madrid con una lección magistral de guitarra
El artista mexicano ofrece un recital de virtuosismo con sus seis cuerdas en la primera actuación en las Noches del Botánico
Carlos Santana durante su concierto en las Noches del Botánico
Es curioso que un objeto pueda causar tanta fascinación cuando las manos, artesanas, que lo manipulan son tan diestras. Es increíble comprobar que seis cuerdas de metal y un mástil de madera unidos por un cable a muchos altavoces puedan llevar al borde del éxtasis a miles de personas. Pero así es.
Carlos Santana está en plena forma musical a sus 78 años. Con casi seis décadas de guitarra a sus espaldas, no le tiene miedo a nada. Por qué iba a tenerlo, si su arte es uno de los más virtuosos de la historia de los instrumentos de cuerda eléctricos, si domina sus herramientas de trabajo con la confianza de quien se sabe maestro en su oficio.
Suena la percusión latina e irrumpe su afilada guitarra. Comienza el concierto. Sale Santana. Soul sacrifice para abrir el repertorio. El público está ya entregado a un músico legendario que hace su trabajo sin alardes, más allá del talento mismo y la misma música, pues el gran Carlos aparece rodeado de instrumentistas. Sentado en su trono (que queda mejor que decir taburete), el músico empieza la lección.
Es la época de la canícula, cuando el cielo está gris del puro calor. Pero hoy parece haber paz climática en la Ciudad Universitaria, como si Santana hubiera esparcido su hechizo para que el público pudiese disfrutar de la música sin excesivos sudores, aparte de los provocados por la actuación, que, por otra parte, no son pocos.
Jingo y Evil ways siguen haciendo las delicias del respetable de las Noches del Botánico. La guitarra habla con la gente que delira de entusiasmo, pues cada nota que arranca el artista de su instrumento es una palabra que acaricia las almas de los afortunados presentes.
El arte imperecedero de Carlos Santana
Las seis cuerdas se desgarran, se desangran en verdades, en las verdades que nos cuenta a todos Carlos Santana: que la música une (que no hay nada como el arte para conectar) y que poco importa nada durante el par de horas de deleite que ofrece el músico, además de la siguiente canción.
María María y Everybody’s everythig. Sin tregua para nadie porque nadie la pide. Si acaso, pedimos más, más de esos punteos que se alargan como figuras del Greco mezcladas con el dinamismo y la fusión de texturas de un Pollock. El arte nunca es incompatible.
El público se entusiasma y, por lo tanto, están descoordinados sus saltos, cabeceos y bailes, porque es lo natural. El caos benévolo se apodera de los presentes y cada nota que emana del mástil los lleva al lugar que ellos elijan. Y todos eligen lo mismo: estar allí.
Cada cual vendrá de donde venga y tendrá las circunstancias que tenga, pero durante un rato todos compartimos una: queremos que Santana siga tocando un poco más. Y el artista mexicano cumple los deseos de su público.
Tras un prodigioso solo de bajo (con homenaje al recientemente fallecido Ozzy Osbourne al tocar el riff inicial de Iron Man), llegan She’s not there (versión de la longeva banda británica The Zombies) y Hope you’re feeling better. Santana encara la recta final de un recital de guitarra que se ha vuelto a escuchar en España después de muchos años. Demasiados.
Ya estuvo en Barcelona, pero en Madrid repite. Aun así, el recinto está lleno. El jardín botánico de la Ciudad Universitaria ofrece un ambiente casi bucólico que contrasta con los gustosos quejidos de las seis cuerdas del gran Carlos. Santana le hace cosquillas a su guitarra para profundizar en la armonía de su virtuosismo.
A pesar de su origen mexicano, al guitarrista le falla a veces el español y varía con el inglés, de vez en cuando, las pocas veces que se dirige al público. No obstante, no duda al dedicar el concierto a su «hermano» Paco de Lucía.
Es el protagonista absoluto, aunque los músicos que lo acompañan irradian talento. Toda esta conjunción es casi milagrosa y la actuación, apoteósica para el público, que sigue pidiendo más, consciente de que el final se acerca.
Smooth cierra el concierto. Pero abre las bocas de los asistentes. De qué otra forma iban a reaccionar. Santana es el alma de la guitarra y el alma de Santana está hecha de seis cuerdas. El músico es de otra época, en el mejor sentido de la frase.
El gran Carlos sabe leer los arcanos de su herramienta de trabajo, en gran parte porque muchos de ellos los escribió él. En su laboratorio alquímico lleva casi 60 años destilando las esencias del rock, comprimidas en los trastes del valiente mástil que aguante las acometidas de los vendavales de sus manos.
Ya no suena la música en los altavoces, pero sí en los corazones de la gente, que ya se va de las Noches del Botánico. La noche está fresca y la luna sigue en el cielo, nostálgica, porque hasta allí han llegado las notas de Santana.
No es una noche más. No puede serlo. Porque hoy Carlos Santana ha tocado en Madrid y miles de personas lo han visto y podrán decir que estuvieron allí, que tuvieron suerte. Que escucharon, en directo, la música que ha creado una leyenda.