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Hasta las piedras de la Ciudad Universitaria bailaron con la «celebración» de Kool and The Gang

La mítica banda de funk estadounidense ofreció en las Noches del Botánico un refrescante concierto con el que tembló el suelo de las facultades por el zapateo del respetable

Act. 24 ago. 2025 - 12:32

Concierto de Kool and The Gang en las Noches del Botánico

Concierto de Kool and The Gang en las Noches del Botánico

Más de 60 años se han resumido en una noche musical en las Noches del Botánico de la Ciudad Universitaria de Madrid.

Coincide la cita con la mengua del asfixiante calor que ha padecido, y parece que padecerá, la capital. Todos más frescos, pues, nos disponemos a caldear el ambiente; los primeros, Kool and The Gang.

La banda de Jersey lleva en sus años y sus instrumentos la esencia del funk al que luego elevaron al Olimpo grupos como Red Hot Chili Peppers. Bajo potente, batería inquieta, guitarra rebelde, voz desafiante. Así son y así se presentan en Madrid.

Pero antes tocó The Philharmonik, el proyecto del músico Christian Gates, que sembró rythm and blues y funk (sobreponiéndose a algunos contratiempos, como un sonido ligeramente saturado hacia el final; los instrumentos lo compensaron con creces) antes de que Kool and The Gang se sentaran a la mesa de uno de los grandes conciertos de las Noches del Botánico.

Son muchos y llevan muchos años sobre los escenarios y grabando éxitos como Open Sesame, trombón, trompeta y saxofones al frente, con la que abre su única actuación en la ya clásica cita madrileña de conciertos veraniegos y primaverales, que agotó entradas para ver a los de Jersey. «¡Shazam!», dijeron, y empezó el show.

Siguió la «celebración», el concierto no había hecho más que empezar, igual que el público. Fiel al funk que triunfó en la época en la que triunfó el disco, el respetable saltó y brincó al ritmo de Fresh.

Los asistentes movían, desacompasadas, sus cabezas con las notas que marcaba el legendario bajo de Robert Bell, que lleva produciendo contracturas en el cuello desde los años 60 (y alguna ceguera hoy por las lentejuelas que lució en todo su atuendo).

La banda toca y se mueve como un huracán sobre el escenario. En plena forma, y con una coreografía en los primeros compases, atacaron con Misled mientras todavía quedaba un poco de sol. Y digamos que por eso luego llegó Too hot. Todo el mundo se dejó llevar por el tempestuoso bamboleo de la música.

A Kool and The Gang les precede una trayectoria homérica, maratoniana, y, como diría aquel, «un gran poder conlleva una gran responsabilidad». Por ello, la banda no se olvidó de Joana. Como no podía ser de otra forma. El público enloqueció al sentir acompasarse sus latidos con los del bombo de la batería.

Gran parte de lo «cool» de Kool and The Gang es su polifonía, no solo estilística, sino etimológica. El grupo es versátil, experimentado, potente a pesar del peso que los años van imponiendo en algunos de sus miembros. Y cómo suenan todos juntos.

Lección magistral de 'funk'

Cómo suena el saxofón que irrumpe en la noche madrileña, cómo suenan los teclados que los dedos de estos músicos hacen llegar hasta el cielo que ya alberga la luna de finales de junio.

Cómo suena la guitarra que desbroza caminos desconocidos con el simple movimiento de la mano y cómo suena la batería, que construye, al mismo tiempo, cimiento y tejado.

Y cómo suena el bajo legendario de Bell, que cada vez que toca es como escuchar la alquimia, como asistir a la revelación de un arcano.

El calor da tregua, no así la banda. Funky stuff, Jungle boogie (que forma también parte del imaginario colectivo por culpa del señor Tarantino y Pulp fiction) y Hollywood swinging seguidas para dejar sin aliento al respetable. Sin aliento, pero con ganas de más.

Es un grupo de los 60, que trabajó en estudio incesantemente en los 70 y los 80, frenó en los 90 y los primeros 2000 y, en lo que llevamos de década, lleva dos discos.

Esta amplitud, esta perspectiva poliédrica, hace que ir a un concierto de Kool and The Gang sea como ver un tapiz. Cada canción, cada hebra, es una fotografía de una época. Y por ello también el público abarca muchas edades. Es lo que tiene la música, que no cumple años.

Y el tapiz se siguió desplegando ante los asistentes al evento de las Noches del Botánico. La música hizo que los hombros de desconocidos chocaran entre sí y que más de un pisotón se saldara con una sonrisa. Es, como decía, lo que tiene la música, que genera un buen contexto.

Siguió Cherish, tras un breve descanso que cubrió magistralmente el teclado. Con algunos versos cantados en español, la canción levantó móviles y corazones.

Más hombros, más cabezas bamboleantes cada una por su cuenta con Let's go dancing y Ladies' night. Y uno se regodea de ver el espectáculo. La vida es una cuestión de perspectiva, y la que ofrece la música ayuda a vivir. La música forma un círculo virtuoso por su mera existencia. Es, una vez más, lo que tiene.

Los empujones y los pisotones, mañana, esta noche al volver a casa u otro día habrían generado, digamos, tensiones. Pero la tensión, en un concierto, se comparte como un tesoro porque conecta a los que viven conjuntamente la experiencia, sean allegados o completos extraños.

Porque lo extraño es no bailar con Kool and The Gang. La mística polifónica de los teclados, el saxofón, la batería, el bajo y la guitarra, todo a un ritmo endiablado, infunde algo especial en quienes la contemplan. Infunde ganas de moverse.

Kool and The Gang

Final del concierto de Kool and The Gang

Y son los de Jersey los que mueven los hilos. Get down on it y Celebration fueron el colofón y la confirmación de que sus manos, nada invisibles, sino rápidas y curtidas en mil batallas contra mástiles, baquetas, teclas y demás, dominaron, durante un rato, la voluntad, felizmente entregada, del respetable.

Llama la atención el escenario de las Noches del Botánico. Se enclava en verde, pero está rodeado de gris. Gris del cemento de algunas facultades y de las piedras del pavimento que lo rodean.

Quizá sea el efecto de la música, que aún perdura, pero diría que hasta lo gris se movió durante el concierto. Una última vez, es lo que tiene la música.

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