Y la nostalgia bailó al ritmo de los 80
Duncan Dhu, o más bien Mikel Erentxun, ha ofrecido en su concierto de las Noches del Botánico una lección de frescura en su 40º aniversario
Mikel Erentxun en el concierto de las Noches del Botánico
Ya van 40 años. Se dice pronto, pero ahí estuvo Mikel Erentxun sobre el escenario de las Noches del Botánico. A pleno rendimiento. Duncan Dhu (o parte), el mítico grupo de pop español, puso a bailar al respetable de la cálida noche madrileña con sus grandes éxitos.
El guipuzcoano salió tras una actuación cumplidora de Red Moon Yard, el grupo telonero, autodefinido como la primera banda de rock budista. A eso de las 22h, el recinto ya estaba lleno, anhelante. Olía a noche grande y a calor que comienza a agotarse con la caída del sol.
Al principio, el artista calentó al público con la monumental Girl from the North Country, versión de Bob Dylan y Johnny Cash. Pero él todavía no aparece. Hay luces y niebla de las máquinas de humo en el escenario. Hay instrumentos. Y hay ganas del público. Dylan y Cash dieron permiso. El concierto comenzaba.
Esta vez sin Diego Vasallo ni Juan Ramón Viles, la música comenzó a fluir, copa de vino en mano, a la vez que la nostalgia ochentera cuando comenzó a sonar Capricornio. Tras la bronca de Van Morrison la semana pasada, Erentxun decidió no combatir, sino dejarse llevar.
Como las «rolling stones» de su predecesor, sin rumbo; como una de sus proverbiales gaviotas. Seguimos sin saber a dónde irán, pero por lo menos vuelan. Para qué aspirar a un destino si te lleva en volandas la música.
Puede que no sepamos a dónde irá, pero Erentxun, aquí, ahora, tiene tablas –40 años, concretamente— a sus espaldas y a su guitarra. Con el sombrero sobre su cabeza, la luz que se desvanece en el cielo de la capital y los focos del escenario le proyectan una sombra tan alargada como su carrera.
Pero la sombra no se ve, porque la música sigue. El artista guipuzcoano acaricia las cuerdas una vez más para que se arrancara con El ritmo de la calle. Y todo el público arrancó, con guitarras ficticias y ficticios acordes. Algunos asistentes fingían que tocaba, otros bailaban. Pero todos cantaron, a coro, a voz en cuello. Empezó guitarrero Erentxun.
La nostalgia habló a través del micrófono de Erentxun
La nostalgia es un motor potente. La música de Duncan Dhu siempre se ha teñido de nostalgia. Y la voz de Erentxun apenas ha cambiado, pero el encanto, en cambio, se ha exacerbado.
El público, entregado, fiel, cantó con nostalgia a la nostalgia y bailó con ganas la nostalgia. Se celebró la nostalgia. Y cambiamos a acústico. Y lo confirmó el siguiente tema, Una calle de París. Una de las obligadas. El anochecer era casi completo, pero, a pesar de la canción, entró el sol.
Bailó el respetable en la noche madrileña. No era para menos. Rosa gris (el solo de guitarra perdurará en la memoria de los fans), La barra de este hotel y A tientas siguieron haciendo las delicias de la gente. Es lo que tiene la música. Con ella viajas más rápido y más lejos que con ningún medio de transporte. Y tiene la ventaja de que juega con el tiempo. ¿Quieres viajar al pasado? Ponte música.
Y esto lo sabe bien Erentxun. Curtido en mil batallas y en mil notas, eligió para seguir Rosas en agua, según él, la más corta del grupo. El líder de Duncan Dhu condujo su Delorean musical a través de su carrera con la banda. Y como el coche de Doc Brown, no necesitaba ruedas, porque allá donde iba, el corazón, no hay carreteras.
Las Noches del Botánico hablaron al ritmo de lo que quiso el músico guipuzcoano, que era lo que quería su público: seguir disfrutando. El grito silencioso de «no acabes todavía, Mikel» resonó en la Ciudad Universitaria.
Y así fue. El respetable siguió siendo Marty McFly, transportado a una época que continúa siendo suya. Por muchos años que pasen, el tesoro de antaño está todavía, encerrado, en poder de un público que disfruta. Y la llave es la música.
«40 años después y me cuesta hablar un huevo, pero bueno, ya me conocéis», sentencia Erentxun antes de empezar con Rozando la eternidad, Palabras sin nombre y Mundo de cristal.
Sin compasión, sin miramientos, como un relámpago que te atraviesa. Erentxun desató su suave tormenta, su feliz trueno. El concierto no paraba y tampoco el mágico momento que viven unos oídos cuando son transportados a una zona que echan de menos.
La noche seguía cálida, pero las culpables no fueron las temperaturas de Madrid. La culpable fue una sensación: la de volver. Jeff Tweedy, líder de Wilco, tituló su biografía Vámonos para poder volver. Regresar calienta el corazón, y esta noche mucha gente regresó después de haberse ido. Regresó a otra época, a otro contexto. A otra vida. Y ayer había muchos corazones.
Hizo intento de irse Erentxun tras La casa azul, pero a petición del público volvió. Como homenaje a Pau Donés, en el quinto aniversario de su fallecimiento, le dedicó ¿Cómo quieres ser mi amiga?, de Jarabe de Palo. Un momento mágico que deshizo al Botánico de la Ciudad Universitaria en lágrimas y en aplausos. Siguieron Casablanca y No puedo evitar, otra cita obligatoria para Duncan Dhu.
Una excepción. No todo fue Duncan Dhu. Mikel Erentxun tocó una propia, Mañana, junto con Marina Iñesta a la guitarra y la voz. Dio igual. El respetable había ido a disfrutar de la música de este artista. Y disfrutó, a continuación, con Esos ojos negros, también en la compañía de Iñesta, con Jardín de rosas y, cómo no, Cien gaviotas.
La guitarra ya está en el camerino. El sombrero ya está en la percha. El escenario ya está vacío. La última, En algún lugar, ya no suena. Pero resuena. Y resonará. Porque por la mañana los asistentes no estarán en el Delorean, seguramente estarán en el metro. O en el bus. O en cualquier otro coche.
Pero la voz de Duncan Dhu proseguirá en sus oídos. Y una parte de ellos, a pesar de empujones y aglomeraciones matutinos, a pesar del calor (esta vez sí) de las aceras de Madrid, será feliz.
Es lo que tiene la música. Es lo que tiene volver. No soluciona, pero ayuda; no cura, pero alivia. Y a veces con eso basta. Si Sísifo hubiera tenido unos cascos, seguro que la roca se le habría hecho menos pesada.