Icono de los años veinte parisinos de Hemingway, Cole Porter, Scott Fitzgerald, Coco Chanel o Cocteau. Artista y espía y activista, se casó a los trece años. Bailaba en las calles y en ellas una compañía de teatro la descubrió. De este modo Freda Josephine McDonald comenzó a actuar en los escenarios después de escaparse de casa para huir de sus penurias. El Baker lo cogió de su segundo marido (con el que se casó a los quince) y empezó a hacerse un nombre en los espectáculos de vodevil. De ahí a Nueva York y de Harlem a París, donde se convirtió en la artista principal de la Revista Negra.
Aunque su público era en su mayoría blanco, las actuaciones de Baker siguieron temas y estilo africanos. En Danse Sauvage, entre un decorado de sabana, recordó: «Impulsada por fuerzas oscuras que desconocía, improvisé, embriagada por la música, el teatro recalentado y lleno hasta los topes bajo el calor de los focos».
Escandalosa y rebelde se convirtió en una estrella del Folies Bergere donde llegó a aparecer con una pantera en el escenario y, con reticencias, con los pechos desnudos. En 1937 se casó con el empresario Jean Lion y se nacionalizó francesa. Cuando Hitler invadió París se unió a la lucha contra los nazis. Ayudó a los oficiales franceses transmitiéndoles secretos que escuchaba mientras actuaba frente para el enemigo, y enviaba la información confidencial escribiendo con tinta invisible en partituras.
Luego de muchos años en París, Baker regresó a los Estados Unidos donde combatió la segregación y la discriminación que no había experimentado desde que era niña en St. Louis. A menudo se negaba a actuar ante audiencias segregadas. Esta oposición fue reconocida por la Asociación Nacional para el Adelanto de las Personas de Color (NAACP). En 1963, fue una de las pocas mujeres a las que se permitió hablar en la Marcha en Washington por el Empleo y la Libertad. Su discurso detalló su vida como mujer negra en los Estados Unidos y en el extranjero:
«Saben, amigos, que no les miento cuando les digo que he entrado en los palacios de reyes y reinas y en las casas de los presidentes. Y mucho más. Pero no pude entrar a un hotel en América y conseguir una taza de café, y eso me enfureció».
Baker continuó luchando contra las injusticias raciales hasta la década de 1970. Su vida personal fue un testimonio de su agenda política. A lo largo de su carrera, junto a su nuevo marido, el director de orquesta Jo Bouillon, adoptó a 13 niños de distintos países. Llamó a su familia «la tribu del arco iris» y llevó a sus hijos con ella en sus giras para demostrar que podía conciliarse la armonía racial y cultural. Baker actuó hasta el final de su vida que terminó el 12 de abril de 1975, el mismo año en que actuó por última vez.
Macron señaló querer distinguir a «una personalidad excepcional» que, estadounidense de nacimiento, «en nombre de la lucha que llevó a cabo toda su vida por la libertad y la emancipación, eligió la Francia eterna de las luces universales».
Condecorada con la Legión de Honor y la Cruz de Guerra francesas, Baker fue recordada por su frase de entonces: «Francia me permitió ser quien soy; estoy dispuesta a dar mi vida por Francia». Se convertirá así en la sexta mujer de las ochenta personalidades que hasta ahora forman parte del mausoleo destinado a «grandes hombres». Y será, además, la primera mujer negra en el monumento parisino.
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