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03 de mayo de 2024

Rafael Nadal celebra su segunda victoria en el Open de Australia

OPEN DE AUSTRALIA

Nadal derrota a Medvedev y logra el mayor triunfo de la historia del tenis

El español remonta dos sets en contra para ganar el 21º título de Grand Slam, su segundo en Australia después de trece años, y el récord absoluto de siempre rompiendo el empate con Federer y Djokovic

El pasillo oscuro de salida a la Rod Laver como el de una nave imperial de la Guerra de las Galaxias. En medio del nombre de todos los campeones a los lados, casi escritos con luces de neón, parecía que podía salir un sable láser en cualquier momento y Darth Vader por detrás. La ovación a Nadal y la mezcla de ovación y abucheo a Medvedev dejaban claro quien estaba en el lado oscuro para el público australiano.
Movimiento de Nadal a ambos lados. En el ataque al servicio el español dominaba, obligando a subir al ruso. Con el 40 a 15 profundizaba Medvedev. Nadal no devolvía al revés por dos veces. El primer intercambio largo no pasaba por el lado del moscovita y el servicio le daba el primer juego al español. Algo suelto Nadal tras la mínima ventaja, probaba a variar el liftado y el cortado. Medvedev iba rápido.

El español estaba buscando el agujero de Alicia en el árbol para enseñarnos el País de las Maravillas

Nadal seguía probando como en un túnel de tiro. Alguna incomodidad para el español. Una fijación maquinal la de Medvedev. Disparos terribles a la línea de fondo al resto. Un milagrito precioso de Rafa en el remate que se había fabricado Daniil, un hueco inverosímil. Luego en la red. El punto de rotura aparecía como un ojo amenazante. Lo salvaba en la subida el español cuya derecha no funcionaba, más que no funcionar, no salía.

Mil partidos en cada punto

Lo olía Medvedev, pero Rafa inventaba variando el servicio y el cortado. Consiguió la ventaja tras dos amenazas y gana, gana. La derecha esta vez sí. Había mil partidos en cada punto. Mil sensaciones. Mil dolores. Mil escenarios.
En el cuarto juego movía Nadal como al principio. Medvedev recogía las manzanas al vuelo. Volvía Daniil, pero Nadal lo frenaba con los cambios. El español estaba buscando el agujero de Alicia en el árbol para enseñarnos el País de las Maravillas. Pero no había fantasía en el ruso, que la negaba. Tan solo determinación, como si fuera un un engranaje de la fábrica de chocolate de Willy Wonca.

Un punto lo era todo. Un fallo no forzado era gasolina para el ruso

No resistió Nadal esa porfía y sucumbió en blanco al servicio. Un punto lo era todo. Un fallo no forzado era gasolina para el ruso. Necesitaba encadenar el español que se acercaba, pero no lo suficiente. Estaba volcando la vida Medvedev en cada golpe. Seis kilómetros de media de velocidad por encima de la media del torneo. No podía Nadal, que perdía su segundo servicio en blanco para dos a cinco y saque para su rival que no perdonó en el octavo juego.
Nadal se lamenta por un punto

Nadal se lamenta por un puntoGTRES

Una montaña, un volcán, había surgido en medio del mar delante de Nadal, que tenía que dar un rodeo entre las olas con sus remos. La tormenta arreciaba. El español era casi un frágil esquife golpeado, además, por las dobles faltas como malsana señal de malos augurios. Disparaba y disparaba el ruso. Buscaba el español entre la lluvia intensa, incesante, sacando algunos peces del agua.
Se mantenía a flote Rafa mirando los cielos, como desafiándolos a seguir castigándole con su implacable naturaleza. Dos puntos de break para Nadal dieron paso a una intensidad aturdidora. La búsqueda del español obtuvo premio en ese primer golpe al costado del inabordable púgil ruso con un cortado cruzado tras veinte golpes que lo dejaron sin resuello por primera vez en el partido.

Se lanzaba a tumba abierta Nadal como el héroe de los cortados bajos que inclinaban a Medvedev

Nadal estaba viendo un pedazo de tierra. Cuatro a dos. Una verdad estaba a punto de dilucidarse. Percutía otra vez el ruso tras el milagro nadaliano. El cero a treinta ponía en peligro la inflexión. Un segundo saque electrizante lo acercaba, pero Medvedev volvió a separarlo. Rotura de servicio de vuelta como un regreso al mar bravío, oscuro. Parecían perder fuerza los golpes del español para recuperarla en el siguiente punto. Se lanzaba a tumba abierta Nadal como el héroe de los cortados bajos que inclinaban a Medvedev. La tierra otra vez a la vista. Cinco a tres y servicio tras un plan perfecto y una dejada para concluir.

Al borde del abismo

Un remate fallado en la red y un error consecutivo hicieron aparecer un cuervo en vez de una gaviota. Saque y red sobre un alambre para el treinta a cuarenta. Nadal caminando al borde de una cornisa. La gente en la calle mirando hacia arriba como en Supermán. Otra vez el abismo. Alguien salta a la pista. Un espontáneo. Nadal se la juega con otra dejada, como en 2019. Deuce.
Casi un cuarto de hora en un alero. Nadal se escurre y cae de la bola de set al cinco a cuatro. Medvedev se hace más fuerte, si cabe, en la línea de fondo, atrincherado para sobrevivir al segundo set que logra empatar. El saque es un tormento. Nadal juega sin saque, sin viento. Tiene buscarse la ola, como un surfista. Demasiado desgaste. Falla Nadal en la ventaja, el liftado hace chispa como el de un mosquetón.

La derecha de Medvedev es como el lanzamiento de una honda que esquivaba el español con sutilezas

Se lanzaba Nadal, devolvía Daniil, pero no llega. Una bien, una mal para el español. El paralelo de Nadal fue una flor, es la vida que se confirma tras el saque. El seis a cinco es una pequeña primavera. La derecha de Medvedev es como el lanzamiento de una honda. Pedradas que esquiva el español con sutilezas, milésimas de inteligencia que no alejan la muerte súbita.
Medvedev golpea de revés durante la final

Medvedev golpea de revés durante la finalGTRES

La ligera ventaja morada la salva el verde agua. Suben a la red ambos, tratando de hallar respuestas, salvaciones. Tres a tres. Nadal se tiraba por el acantilado a pesar de que no había llegado a la costa. Se debatía en el mar. Del cinco a tres al cinco a cinco. Y al cinco a seis. Bola de set al resto para el ruso. Y set para él. Dos a cero para Medvedev. El set que cae como un edificio.

Había una mezcla de resignación y reserva en el español

Se hace una bola Medvedev cada vez que golpea de revés, como un Transformer que lanzara cuchillos con el saque que le estaba dando el partido, igual que a Nadal se lo estaba quitando. Parecía el español suelto, estirado en el tercero. Observando la dirección del viento y de las olas, dejándose llevar un poco sin soltar el timón, soñando con un claro en los cielos. Había una mezcla de resignación y reserva en el español, que se mantenía en la pugna pausado y atento.
Continuaba el servicio de Medvedev golpeando al mallorquín, que esperaba una ventana. Los errores, la imprecisión extraña del español y el automatismo del ruso. Un prodigio maquinal al que responde la humanidad casi angélica de Nadal, irreductible en el esfuerzo, poético en el verso de un partido imposible. Aún remonta un cero a cuarenta al servicio para tres a tres.

No era tenis, era boxeo

Servía Medvedev un tanto asustado ante la templanza del adversario a pesar de la ventaja. Un escalofrío parecía recorrer la espalda del robot, que se rehacía. El reset que aplacaba las emociones, que borraba el miedo que tampoco tenía Nadal. Cuatro a cuatro en el tercer set. Los servicios en alto. Pero no en el quinto. Medvedev fallaba. Quince a cuarenta, treinta a cuarenta. Rompía Nadal en el noveno juego. No podía ser, pero fue.
Sacaba para ganar el cuarto. Nadal. Nadal. Golpea. Golpea. Qué emoción. Treinta a cero. Cuarenta a cero con revés al límite. El set es suyo. El Nadal de siempre. Se iba a ver la pasta esencial de Medvedev, que lucía en el asiento sin camiseta. El uno a cero para el ruso le devolvían la pujanza. Pero había un Nadal nuevo al otro lado. Estiraba su revés cruzado Daniil. La doble de Rafa estaba fría.

Nadal le sacaba las costuras al ruso que sin embargo se fabricaba con su revés de estilete una pelota de rotura

Podía volver el ruso, pero Nadal aguantaba. Se movía bien. Le sacaba las costuras al ruso, que sin embargo se fabricaba con su revés de estilete una pelota de rotura que salvaba Nadal con una derecha, una izquierda, definitiva alta desde el fondo de la pista. Falla la dejada siguiente y Daniil amenaza. Lo somete Nadal. El alambre. Lo trae a la red y Medvedev no encuentra el toque para colocarla. Lo vuelve a hacer Nadal, pero Medvedev no cae en la trampa. Le castiga a la derecha y a la izquierda. No era tenis, era boxeo. Ganaba el asalto. Uno a uno. La rotura de Nadal llegó en el tercer juego, contra todo. Pedía el fisio en el cambio Medvedev al que le molestaba el muslo.
Nadal golpea de revés contra Medvedev

Nadal golpea de revés contra MedvedevGTRES

Fallaba Daniil. Sí, fallaba. Y Nadal no. Pero todo estaba en el aire. Partículas de polvo era el Open de Australia. La batería del ruso estaba en carga. Nadal no tiene baterías, sólo corazón. Se cargaba, se cargaba el ruso para recuperar la rotura. La recuperó. Y luego un cero a cuarenta al servicio. Una alternancia lacerante en el dos a dos. El deuce interminable. La ventaja de Nadal. Ha salvado siete Medvedev. No la octava, que resuelve con un revés cruzado corto, de ángulo afilado.

La ventana estaba abierta. La había abierto el español escalando pacientemente los casi dos metros del ruso

Bramaba el ruso en el banco. Se quejaba de los gritos del público. Salvaba Nadal y volvía a salvar. Paraba las balas imposibles, directas al cuerpo. El bote pronto desde la línea de fondo a la esquina. Lo siguiente es una aproximación cuya dejada vuelve en el tiempo para, al fin, el cuatro a dos. El cuatro a tres llega pronto. Y más pronto aún el cero a treinta que corta con un remate por un alto. Aguantaba lo inaguantable Medvedev, sin emociones, al borde de cerrar la grieta. No lo consigue. El cinco a tres da paso a otra batalla por el sexto o por el cuarto.
Lo salvaba Daniil para ir al décimo juego que Nadal ganó en blanco para empatar un partido imposible. La ventana estaba abierta. La había abierto el español escalando pacientemente los casi dos metros del ruso para apostarlo pronto al parcial definitivo en el que había desembarcado tras vencer a la tormenta.

El mar encrespado de la Rod Laver

Resistía Medvedev en el primer juego del quinto gracias al saque redivivo. Eran dos tenistas nuevos. Vivos a pesar de todo. El quinto set de las sorpresas, como el bazar de Lubitsch. ¿Quién era James Stewart? Daniil quería serlo y servía por delante. Iba por delante. Dos a uno y con el saque impoluto, de nuevo. Nadal era un púgil recién salido al cuadrilátero por su forma de moverse. Era el curioso caso de Rafael Nadal, que rejuvenecía con el tiempo.
Había llegado al partido viejo y se estaba volviendo joven. Tan joven como para resquebrajar la resina de la Rod Laver como la vida y sacar con tres a dos por delante. Clavado en la pista, parando el tiempo en cada tiro. El temple de una faena lenta de dos competidores sublimes. Apretaba Rafa y no cejaba Daniil. Se revolvía el ruso herido como saliendo del remolino de una ola, respirando sin oxígeno. Sacaba el saque Nadal, valgan todas las redundancias. Pero clavaba su revés el ruso sobre el cemento.
Nadal tras el último punto de la final

Nadal tras el último punto de la finalEFE

Estaba Daniil allí, aguantando lluvia con el rostro de un gigante hambriento. Nadal lo hizo, se puso cuatro a dos tras un quinto juego demoledor para los cuerpos y las almas. Caminaba Nadal despacio, caviloso tras el cuatro a tres. Subía las bolas Medvedev para que no se le quedaran en la red con heroísmo. Nadal lo movía. Medvedev conseguía el cuarto y luego Nadal se adelantaba a treinta. Quince para Medvedev. Nadie puede hablar, ni escribir. Solo esos dos hombres pueden jugar. Treinta para Medvedev. Cuarenta. Es el tiburón que muerde y empata.
El décimo juego es un suplicio. Lo salva Medvedev. Lo salva Nadal. «El horror, el horror...», escribía Joseph Conrad. Hasta que Nadal volvió a romper. Seis a cinco y saque para la gloria. Medvedev parecía golpear con una maza. Nadal tenía el tridente. El treinta otra vez. El cuarenta. Tres pelotas para la leyenda que escribió Rafael Nadal sobre el mar encrespado de la Rod Laver como el mayor triunfo de la historia.
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