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05 de mayo de 2024

Alcaraz abandonó Australia tras su derrota ante Zverev

Alcaraz abandonó Australia tras su derrota ante ZverevEFE

La gestión de la presión, la asignatura pendiente de Carlos Alcaraz en los Grand Slams

Con Carlos Alcaraz pasa que ya ha conseguido logros tan importantes que se olvida su edad. Que buscamos que lo excepcional sea lo rutinario y que un chico de 20 años sea uno de los máximos favoritos en todo un Grand Slam no nos sorprende. La era de las redes sociales, que todo lo quema, todo es inmediato y no hay margen para el error. Fracaso es la palabra peor entendida de todo el diccionario.
Alcaraz cayó ante Alexander Zverev en los cuartos de final del Open de Australia y lo hizo con todo merecimiento. Fue en cuatro sets (6-1, 6-3, 6-7 y 6-4) pero perfectamente pudo haber sido en tres, con el murciano, en una rabieta de esperanza y orgullo, remontando el tercer set y prolongando lo inevitable. Fue, simple y llanamente, una victoria aplastante.
Axel Torres, analista de fútbol –aunque vale para todos los deportes– dijo una vez una frase que se puede malentender de primeras pero que esconde una gran verdad: «Perder es lo normal». En torneos como este Open de Australia, con tantísimos participantes y donde solo gana uno, perder es, por lo tanto, lo normal. Lo más probable. No se trata de una actitud derrotista sino que asumir que son muchas personas peleando por un mismo objetivo y que, para ganar, se necesitan muchas –muchísimas– cosas a tu favor. La tiranía de leyendas históricas como Djokovic, Nadal o Federer nos ha malacostumbrado.
Alcaraz perdió ante el alemán Zverev que es, vaya por delante, un magnífico tenista. Número seis del mundo para ser exactos. Y, principalmente, es un jugador con un saque temible. En una pista rápida como es la australiana, su juego puede ser mortífero. Y lo fue.
Alcaraz se saluda con Zverev tras su eliminación

Alcaraz se saluda con Zverev tras su eliminaciónEFE

El set que le ganó Alcaraz al alemán, el tercero, fue el único donde Zverev estuvo en un porcentaje menor al 87 % en el primer servicio. En el resto estuvo por encima. Fue un ciclón en una actuación memorable, convirtiendo el partido, para Alcaraz o para cualquiera, en una quimera. El rival también juega.

La gestión de la presión

También tuvo su parte de culpa Alcaraz, por supuesto. Sus dos primeros sets, como mostró luego el rendimiento creciente en los dos últimos, no fueron dignos ni acordes a lo que se presupone de él. Estuvo por debajo de lo exigible y fue una marioneta en manos de su rival. En un Grand Slam, en rondas finales, si no sales a comerte el mundo desde el primer minuto se puede volver todo en tu contra muy rápidamente. En estas instancias o vas a matar desde que pones el pie en pista o estás muerto.
Al final, Alcaraz no deja de ser un niño. Estos tramos de irregularidad, de poca convicción en lo que hace, son normales. Lo irreal sería lo otro, que no dudara, como un robot. Mejorará porque tiene tiempo para hacerlo.
Lo que se apunta, y con razón, es que no es la primera vez de esto. Últimamente, y más concretamente desde su épica victoria en Wimbledon ante Djokovic, al español le viene costando en partidos grandes. Su deslumbrante juego ante rivales de menor entidad pierde fuerza y convicción cuando el rival le mira a los ojos desde una altura similar.
Zverev le ha vencido en cinco de las ocho veces que se han enfrentado, Djokovic en tres de cinco, Nadal en dos de tres, con Rublev empata a uno y con Sinner a cuatro. Son números que ratifican cuál debe ser el siguiente salto de Carlitos y dónde está el margen de mejora. Cuando la raqueta quema y el rival está encendido, a Alcaraz le falta –por ahora– ese plus que han tenido los grandes de la historia para subir el último escalón.
Carlos ha ganado dos Grand Slam en su carrera: el US Open de 2022 y Wimbledon en 2023. Esta participación, llegando a cuartos de final en Australia ha sido su mejor resultado en el torneo –se lo perdió el año pasado por lesión, en 2021 cayó en 1/32 y en 2022 en 1/16–. Tiempo le queda de sobra para revertir estos resultados y empezar a construir un palmarés acorde a su talento.
Con jugadores del pasado, ajenos a la era de las redes sociales, pasa que sus derrotas se olvidan y sus fracasos se magnifican. Ahora es al revés. Para ganar hay que perder muchas veces, perder de todas las formas, perder cuando has sido mejor y perder, como Alcaraz ante Zverev, cuando te pasan por encima. Así se construyen los ganadores, en base a derrotas.
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