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04 de mayo de 2024

Sede del Banco de España.

Sede del Banco de EspañaCarlos Luján / Europa Press

La capacidad de financiación de los hogares y las empresas se reduce en 60.000 millones en un año

Mientras la Administración en los últimos 12 meses se ha endeudado para pagar gasto corriente, los hogares han tenido que reducir su liquidez para poder subsistir en casi 18.000 millones

En el último año, según los datos facilitados por el Banco de España, la capacidad de financiación de los hogares ha caído en 17.658 millones de euros y la capacidad de financiación de las empresas ha disminuido en 41.991 millones, que sumado nos da una cifra, muy preocupante, de 59.649 millones.
Mientras la Administración Central del Estado en los últimos 12 meses, se ha endeudado para pagar gasto corriente, no para desarrollar grandes obras de infraestructuras, en 84.000 millones, los hogares han tenido que reducir su liquidez para poder subsistir, en casi 18.000 millones.
Mientras la Administración Central del Estado de enero a agosto ha tenido que endeudarse en 82.000 millones, las empresas españolas en el último año han tenido que devolver préstamos por valor de 41.991 millones.
Estamos en el mundo al revés.
El Estado debería de estar reduciendo deuda no necesaria, o deuda de gasto político, y los hogares deberían tener mayor liquidez para poder comprar viviendas, automóviles y otros productos que dinamicen la economía y las empresas tendrían que estar desarrollando a tope sus negocios, creando plantas industriales de fabricación, nuevos centros comerciales o mejorando sus instalaciones hoteleras o de restauración.
Pero en el país de la progresía, lo único que importa es un Estado derrochador, gastador e ineficiente, en lugar de una tener una economía saneada, con capacidad de inversión y de desarrollo.
En el país de las maravillas de la «abeja Maya» Díaz, que para mirar al horizonte necesita irse al mar, o que ve a los empresarios como capitalistas huyendo en cohete a vivir en Marte y que se imagina que habla con papás y mamás en sus sueños, donde mira al horizonte desde el cohete de Elon Musk, solo se derrocha el dinero, se quema como si fuese el fuel para prender un horno, en lugar de utilizarlo para crear empleo fijo y continuo.
En el país de «Nunca Jamás pactaré con Bildu y cuantas veces quiere que se lo diga», se utiliza el dinero y la deuda para comprar medios de comunicación que solo hablen bien del gobierno y para comprar votos y voluntades con paguitas e ingresos mínimo-vitales de 128 euros al mes por miembro familiar.
Estamos en un país en el que le quitamos el dinero con impuestos a las familias. En un país en el que la recaudación de IRPF desde el 2019 ha crecido más de 30 % y el PIB solo lo ha hecho un 1 % hasta junio de 2023. No contentos con esto y gracias a la inflación galopante que hemos sufrido, los tipos de interés se han disparado hasta el 4,5 % y las economías familiares ya no tienen caja para comprar nuevas viviendas y, por lo tanto, solo se amortizan préstamos.

Ataques a los empresarios

Estamos en un país en el que en cada instante que se puede, desde el gobierno y en las más altas instituciones, se ataca a los empresarios. Se los acusa de forrarse con la inflación y de estar obteniendo unos pingües beneficios y a la hora de la verdad, los beneficios empresariales se pegan un bofetón, viendo la recaudación en el impuesto de sociedades, que cae un 10,8 % a agosto de este año y además estos mismos empresarios ya no disponen de nuevas líneas de crédito, sino que en un año se ven obligados a devolver casi 42.000 millones.
Estamos en un país en el que el voto de huido, miedoso y cagoncete metido en el maletero de un coche, hoy con 7 votos tiene arrodillado a un presidente en funciones que no quiere distinguir entre un conflicto político y el cumplimiento de las leyes y que mientras el sigue de rodillas y mirando a la ingle del huido, las familias y las empresas han tenido que reducir en 60.000 millones sus deudas y, por lo tanto, su capacidad de liquidez y financiera.
Veamos exactamente qué es lo que ha pasado.
En el caso de los hogares, los préstamos se han reducido en 17.658 millones y ya las familias españolas solo deben 685.663 millones. Donde de verdad se ha pegado el gran bajón ha sido en los préstamos hipotecarios para viviendas, que en un solo año se han reducido en valor absoluto en un 3,5 % y se han amortizado por valor de 18.081 millones. Los préstamos al consumo al menos han crecido en un 2,4 %, lo cual demuestra que no es la banca la que está apretando, como en la crisis del 2008-2013, donde no se prestaba a nadie. Ahora son las economías familiares las que no tienen la liquidez para comprar nuevas viviendas.
En el caso de las empresas, la situación financiera parece más complicada. La deuda total ha quedado en 919.145 millones, se ha reducido en 41.911 millones y en un solo año ha bajado la liquidez en un 4,4 %, que es una auténtica barbaridad.
Se han reducido los créditos en un 5,1 %, que es donde las pymes pueden encontrar su refugio, y se han amortizado 24.844 millones. Las grandes empresas han reducido su deuda en un 7,0 % (podría aprender la Administración Central del Estado) y los préstamos exteriores se han reducido en un 2,2 %.
En definitiva, mientras los hogares reducen su endeudamiento en un 2,5 % y su esfuerzo es de 17.658 millones y las empresas reducen un 4,4 % y su esfuerzo es de 41.991 millones entre los dos amortizan casi 60.000 millones, la «Desadministración General del Estado» se endeuda en 83.557 millones e incrementa la deuda de los españoles en un 6,5 %.
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