El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Sánchez defiende esta semana en el Congreso la contumacia de su modelo energético
El presidente comparece a petición propia para informar de la crisis energética vivida la semana pasada
Pedro Sánchez comparecerá esta semana en el Congreso para tratar de arrojar luz sobre el gran apagón que, hace ya una semana, dejó sin electricidad a 60 millones de personas en la península ibérica. Pero lejos de aportar certezas, su intervención se perfila como una reafirmación en el modelo energético actual: una apuesta ideologizada por las renovables y un progresivo desmantelamiento del parque nuclear, cuya estabilidad es clave para el sistema.
La cita parlamentaria, solicitada por el propio Gobierno y también a instancias de PP, ERC y BNG, anticipa uno de los habituales discursos autoexculpatorios del presidente. En su punto de mira estarán las eléctricas privadas, a las que ya ha señalado como responsables del colapso, incluyendo a Red Eléctrica –una empresa cotizada, pero controlada por el Estado a través de la SEPI–, a la que Sánchez calificó de «operadora privada».
Lo que no estará en su agenda, al menos por el momento, es un examen crítico a la política energética que su Ejecutivo ha impulsado desde la aprobación del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC). El plan fija un ambicioso objetivo del 81 % de generación renovable para 2030, pero sin detallar cómo garantizar que esa energía –por naturaleza variable e intermitente– pueda integrarse de forma segura en el sistema. Y ese vacío técnico, según los expertos, ha dejado al sistema vulnerable.
Meses antes del incidente, la propia Redeia, matriz de Red Eléctrica, había alertado en su informe anual de los riesgos que implicaba una alta penetración de renovables «sin las capacidades técnicas necesarias para un adecuado comportamiento ante perturbaciones». Según recogía el documento auditado por E&Y y publicado en la CNMV, esta situación podría provocar «desconexiones de generación» y una «falta de balance generación-demanda» que impactaría directamente en el suministro.
Además, advertía de que el cierre progresivo de centrales de generación convencional, motivado en muchos casos por requisitos regulatorios, estaba reduciendo «la potencia firme» del sistema y su «inercia», lo que podía «aumentar el riesgo de incidentes operacionales». La propia Redeia, por tanto, ya había presentado unos meses antes el escenario del pasado 28 de abril.
«Cuanta más solar y eólica haya en ese momento, es más fácil que se desestabilice todo», explica Borja Osta, subdirector de Selectra y experto en energía. Frente a la variabilidad de las renovables, las tecnologías convencionales como la hidráulica, el ciclo combinado o la nuclear generan energía «al ritmo del consumo», lo que proporciona una respuesta más eficaz ante picos de demanda.
Además, la limitada capacidad de interconexión de España –geográficamente aislada por los Pirineos y con una débil conexión con Marruecos– complica aún más el equilibrio del sistema. «España no puede tener esa dependencia de las renovables sin tecnologías que aporten más estabilidad y maniobrabilidad. Y eso hoy solo lo ofrece el almacenamiento, que aún es escaso», advierte Osta.
Actualmente, el sistema apenas cuenta con poco más de 3 GW de capacidad de almacenamiento operativo, incluyendo el bombeo hidráulico. Lejos queda la meta de 20 GW marcada por el PNIEC para 2030, un desfase que deja entrever la distancia entre el discurso político y la realidad técnica.
El debate nuclear, de vuelta
El apagón ha reavivado además el debate sobre el cierre del parque nuclear. «Las renovables están muy bien, pero deben ser complementadas con otros sistemas que generen energía de base», sostiene Adolfo García Rodríguez, expresidente de Empresarios Agrupados y del Foro Nuclear. Y añade: «La nuclear no genera gases de efecto invernadero, a diferencia del gas, y ofrece una estabilidad que ahora echamos en falta».
La situación contrasta con la de países del entorno. Francia, que ya cuenta con 58 reactores, ha aprobado la construcción de otros seis gracias a un acuerdo entre Gobierno y oposición. Polonia ha dado luz verde a sus primeros reactores y hasta Italia, que abandonó la nuclear hace décadas, ha anunciado planes para reintroducirla. En toda Europa, solo Alemania mantiene el rumbo del cierre.
En España, sin embargo, la política ha pesado más que los informes técnicos. El calendario de cierre nuclear se mantiene, aunque incluso Teresa Ribera, su principal impulsora como ministra de Transición Ecológica, ha matizado su postura tras asumir un cargo en la Comisión Europea. Ahora, en Bruselas, defiende abiertamente esta tecnología como parte del mix energético del futuro.
Red de seguridad
La crítica de fondo no es tanto contra las renovables –cuya presencia en el mix es positiva y necesaria, según los expertos– sino contra la forma en que se han implementado: sin respaldo firme, sin almacenamiento suficiente y sin alternativas de equilibrio. Como resume el experto Carlos Cagigal, «una pequeña oscilación en la producción puede derivar en una desconexión general si no hay tecnología que cubra los huecos».
Sánchez llegará esta semana al Congreso con una lección aprendida y una narrativa clara: culpar a las eléctricas y reafirmar su modelo. Pero lo que realmente está bajo tela de juicio es una política energética basada en la terquedad ideológica.