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La ropa se encoge por altas temperaturas en el lavado o secado y por gran fricción con otros objetos

De media cada prenda se desecha tras haber sido utilizada entre tres y siete vecesFreepik

Ropa sin dueño: hasta el 50 % de lo que compramos termina en la basura en menos de un año

De media cada prenda se desecha tras haber sido utilizada entre tres y siete veces

La sostenibilidad lleva años siendo viral. Sin embargo, la promesa de estar siempre a la moda y cumplir la vida que un vestido de Zara nos promete han sido causas de fuerza mayor. Así, hasta hace apenas unos años y pese a ser la segunda industria más contaminante del mundo después de la petrolífera, el sector textil ha salido prácticamente ileso del escrutinio público.

Los datos de su impacto sobre un planeta que no es finito son demoledores, pero no lo suficiente como para reducir el número de nuevas micro temporadas y fabricar alrededor de 150.000 millones de prendas cada año; muchas apenas utilizadas entre 3 y 7 veces antes de ser desechadas. Y es que hasta el 50 % de la ropa termina en la basura en menos de un año, lo que supone que entre el 10 y el 15 por ciento de los residuos de los vertederos procedan del gremio textil. Siendo responsable del 10 % del CO2, toda la industria de la moda tiene una huella de carbono global anual igual a la de la Unión Europea.

Se antoja así complicado circularizar un sector que, gracias a nuestra predilección por comprar y tirar, representa el 2,8% del PIB en España, el 8,2 % de sus exportaciones y alcanza una facturación anual cercana a los 15.000 millones de euros. Un desafío que, por supuesto, trasciende los problemas superficiales asociados al espacio cultural que la moda ha conquistado, sobre todo para las 130.000 personas a las que emplea.

Consumidores en una tienda de ropa

Consumidores en una tienda de ropaEuropa Press

De la posesión a la experiencia

¿Es utópico pensar que, incluso rompiendo con los actuales niveles de sobreproducción, la industria textil y de la moda pueda seguir siendo un tractor económico y uno de los mejores embajadores de la marca España en el exterior? Raúl González, CEO y cofundador de la empresa pionera del fashion sharing Ecodicta, lo tiene claro: «Hay que avanzar hacia modelos que primen las experiencias respecto al uso de prendas nuevas. Si una marca ofrece reparación, alquiler y segunda mano, está siguiendo con la senda de crecimiento económico propia de nuestro sistema y necesaria para generar puestos de trabajo y bienestar económico, pero sin producir más».

La Fundación Ellen MacArthur cifra el valor de los mercados de restauración, reventa, reparación, personalización y alquiler en más de 73.000 millones de dólares, con el potencial de alcanzar los 700.000 millones en cinco años. En esta línea, la misma organización revela que la transición hacia una economía circular en la industria de la moda podría desbloquear 560.000 millones de dólares en oportunidades económicas a través de las nuevas líneas de negocio, lo que representaría el 23% del mercado mundial de la moda.

Grandes marcas ya han empezado a coquetear con la circularidad, pero lo necesario es redefinir el concepto de ‘propiedad’. «Las pequeñas colecciones y cápsulas sostenibles no dejan de ser greenwashing. Necesitamos una transformación total del negocio; transitar hacia sistemas sostenibles apoyados en modelos como el de la segunda mano y el alquiler, a fin de promover otras alternativas a la sobreproducción y al sobreconsumo».

Cabe destacar que incluso los modelos de negocio circulares no garantizan un impacto ambiental positivo, más aún si se conciben como simples añadidos a un sistema tradicional de desecho, en lugar de integrarse en la práctica empresarial. «Debemos ir hacia prendas de mayor calidad, mayor precio y que duren más», subraya González. «Lo más importante es la durabilidad de los materiales», porque incluso la segunda mano y el alquiler no son sostenibles sino van de la mano de producir, además de menos, mejor –usando materiales sostenibles, de proximidad y bajo condiciones laborales justas–.

Sin presiones regulatorias

La percepción del fast fashion varía significativamente entre países, marcando notables distancias en los ritmos regulatorios. En España, la sombra de la estigmatización sobre la segunda mano sigue siendo un obstáculo difícil de disipar. No fue hasta 2022 –fruto de exigencias europeas– cuando se estableció la obligatoriedad de la recogida selectiva y el reciclaje de residuos textiles.

2025 se perfila como un año clave para los gestores de residuos y, entre otros, se espera la publicación del Real Decreto sobre gestión de residuos textiles y calzado. Sin embargo, Francia, los Países Nórdicos y Australia nos llevan la delantera, también en clave concienciación: «marcas como H&H están viendo resentidas sus ventas en estos mercados», señala el responsable de Ecodicta. En concreto, el territorio galo es el primer país del mundo en regular los excesos de la moda ultrarrápida. «El legislador francés está apoyando las iniciativas de moda circular como el Bono de Reparación o la tasa Shein», por la que se busca aplicar un cargo de cinco euros a cada artículo de moda de bajo coste.

González explica que «veremos una evolución creciente de la sociedad hacia el rechazo del fast fashion, al igual que han experimentado otras industrias». Además, augura que, en 2030, todas las marcas contarán con sus propios modelos de segunda mano y alquiler. «Si las marcas no se quieren adaptar a los límites físicos de la realidad, será el consumidor, la Unión Europea, el planeta o una combinación de los tres quienes las obliguen» sentencia.

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