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España se resiste a soltar el presentismo laboral

El 43 % de los profesionales sigue atado a modelos presenciales rígidos y solo el 20,17 % de trabajadores afirma tener flexibilidad total

Muchos imaginaron que la pandemia marcaría el inicio de una nueva era laboral: más flexible, donde reinara la meritocracia y los resultados sobre el número de horas entre cuatro paredes corporativas. Sin embargo, la cultura empresarial española dista mucho de ese horizonte y sigue operando bajo jerarquías rígidas, desconfianza en la plantilla y una idea de productividad ligada al presentismo.

Ni los directivos ni muchos mandos intermedios parecen dispuestos a «soltar el control», quizá por temor a perder relevancia o capacidad de supervisión. No obstante, los datos contradicen ese inmovilismo: el 52,9 % de los trabajadores asegura que la flexibilidad laboral aumenta su motivación y rendimiento, mientras que solo un 3,7 % declara que tiene un efecto negativo, según el último estudio sobre bienestar y salud laboral en España, elaborado por Edenred.

A pesar de ello, el 43 % de los profesionales sigue atado a modelos presenciales rígidos y solo el 20,17 % de trabajadores afirma tener flexibilidad total. «La realidad es que aún persisten barreras estructurales y culturales que frenan el despliegue real del teletrabajo en España», señala Manuel Asla, director de marketing y producto de Edenred. «Casi un 12 % del talento señala que sus empresas están comenzando a recortar la flexibilidad que habían implantado, lo que refleja una regresión preocupante en estas políticas».

España es tan plural que no va al mismo ritmo y hoy vive una auténtica «fractura de flexibilidad» entre sectores y generaciones. Tres de cada diez jóvenes de entre 18 y 34 años declara tener completa autonomía –con horarios adaptados, teletrabajo o jornada intensiva, entre otros–, mientras que apenas uno de cada diez baby boomers (55 a 60 años) afirma trabajar bajo esas condiciones. De hecho, el 57,7 % dice que sus jornadas son estrictamente presenciales.

La brecha no es solo de acceso, sino también de percepción. Esta circunstancia responde a trayectorias profesionales construidas en entornos rígidos y a una escala de valores distinta. «En muchos casos, los baby boomers ocupan roles de responsabilidad que, tradicionalmente, han estado vinculados a la presencialidad. También hay un componente de expectativa: este grupo poblacional valora especialmente otros beneficios como la estabilidad, el seguro médico, el ahorro a largo plazo y los planes de pensiones, mientras que los más jóvenes priorizan la autonomía y el tiempo».

Las nuevas generaciones conciben el equilibrio como un requisito, no un privilegio, y esta disparidad de preferencias está derivando en un mercado que no avanza en políticas de flexibilidad, pero tampoco destruye el teletrabajo. Lejos de adaptarse al ciclo vital de los trabajadores, actualmente, se impone un patrón único que ni retiene talento joven ni cuida al sénior. A ojos del experto en productividad y gestión del tiempo y creador del Método Fase, Agustín Peralta, «falta diálogo constructivo para establecer una serie de normas pactadas».

Gremios privilegiados

El carácter técnico de los sectores determina las posibilidades de desarrollar la jornada laboral en casa. Así, menos del 30 % de las plantillas dedicadas a la construcción, la industria alimentaria y los servicios de alojamiento tienen la opción de teletrabajo, según datos del Ministerio de Industria. En el lado opuesto, se encuentra el gremio dedicado a la Información y comunicaciones. Casi nueve de cada diez de sus compañías ofrecen jornadas en remoto, registrando 3,2 días por semana de media.

El experto en productividad y gestión del tiempo explica que las organizaciones más proclives a seguir valorando tiempo de oficina son las que provienen de «sectores más tradicionales, lugares con menos lucha por el talento y culturas lideradas por generaciones anteriores». A pesar de las indiscutibles ventajas, Peralta señala que «hay actividades en las que el presencialismo favorece, como en los ejercicios de creatividad. Además, hay etapas en la vida de los equipos donde el face to face se hace necesario, como cuando hay una nueva incorporación».

Perspectiva internacional

Antes del primer confinamiento, España era uno de los países de la Unión Europea con menor porcentaje de teletrabajadores. Cinco años después, nuestra posición con respecto a los países miembros no ha mejorado significativamente, a pesar de ser el tercer país con el mayor número de personas deseando quedarse en casa. En esta línea, Eurostat registraba que, de media, solo el 7 % de las personas ocupadas españolas teletrabajaban en 2023, frente al 22 % y 23 % de Finlandia e Irlanda, respectivamente.

«En otros países como Inglaterra, el modelo no presencial se impuso por razones de ubicación de la población e industrias, y la dificultad de encontrar talento cualificado. En el centro y norte de Europa, el factor relacional puede tener menos importancia, por lo que el presencialismo se ve de otra manera. En paralelo, el modelo híbrido ha sido mejor acogido y con menos desconfianza en países donde el nivel empresarial y de management está más avanzado», comenta Peralta.

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