Cada euro extra en tu bolsillo cuesta 57 céntimos en impuestos
La recaudación fiscal crece por encima de la economía mientras hogares y empresas se endeudan para sobrevivir
Hoy quiero mostrarles algo que, aunque aparentemente es muy complejo de explicar, muchos se empeñan en hacerlo aún más complicado: la presión fiscal marginal. Yo voy a intentar simplificarlo.
Mi objetivo no es escribir para eruditos de la economía —que los hay en España, con doctorados sin fraude y trayectorias brillantes—, sino para todos los que leen este diario y quieren entender un poco mejor cómo funciona la economía de este país y, sobre todo, por qué parece cada vez más difícil llegar a fin de mes. Así que hoy voy a explicar dos conceptos: la presión fiscal, más habitual, y la presión fiscal marginal.
La presión fiscal es un indicador económico que mide la relación entre el total de impuestos —incluidas las cotizaciones sociales— que recauda un Estado, y el Producto Interior Bruto (PIB) de un país en un periodo determinado. Se expresa como un porcentaje.
En términos más sencillos, nos dice qué parte de la riqueza total que produce un país —es decir, su PIB— se destina a pagar impuestos. Por ejemplo, si decimos que la presión fiscal es del 41 %, significa que de cada 100 euros de riqueza generada, el Estado se queda con 41.
Esta forma de medir la carga fiscal no tiene un creador único, pero el primer gran precursor fue Adam Smith en el siglo XVIII. Aunque no utilizó el término 'presión fiscal', su obra La riqueza de las naciones sentó las bases para el análisis del sistema impositivo y su efecto en la prosperidad de los países.
El uso formal de la ratio impuestos/PIB se consolidó más tarde, con el desarrollo de instituciones estadísticas internacionales y organizaciones como la OCDE que estandarizaron estas mediciones para poder comparar entre países.
Sin embargo, la presión fiscal por sí sola no nos da toda la imagen. Es aquí donde necesita complementarse con la teoría de la marginalidad, que analiza el impacto fiscal sobre el crecimiento: cuánto de los ingresos adicionales que genera una economía se queda el Estado.
Dicho de otro modo: si la presión fiscal general nos dice cuánto se queda el Estado de todo lo producido, la presión fiscal marginal nos revela cuánto se queda de lo nuevo que se produce. Así, si la presión fiscal marginal es del 48 %, significa que, por cada 100 euros adicionales de riqueza generada, el Estado se queda con 48.
Para entender mejor lo que ha ocurrido en el primer trimestre de 2025, he preparado un gráfico basado en los datos recién publicados por Eurostat, que nos ayudará a ver con claridad qué está ocurriendo en nuestro país.
En el primer trimestre de 2025, el Estado ha recaudado 173.725 millones de euros, lo que representa un 7 % más que en el mismo periodo de 2024. El PIB nominal (es decir, incluyendo la inflación) fue de 411.209 millones de euros, con un crecimiento del 5,1 % respecto al primer trimestre del año anterior.
Esto ya nos anticipa que, si la recaudación crece más que el PIB, la presión fiscal marginal será superior a la presión fiscal ordinaria. Si dividimos los impuestos entre el PIB y lo expresamos como porcentaje, obtenemos que la presión fiscal fue del 42,2 %.
Ahora bien, si restamos la recaudación del T1 de 2024 a la de T1 de 2025, vemos que el Estado ha ingresado 11.396 millones de euros adicionales. Y si hacemos lo mismo con el PIB, descubrimos que se ha generado 19.989 millones de euros más de riqueza. Al dividir ese aumento en recaudación entre el aumento del PIB y expresarlo como porcentaje, obtenemos un 57 %, lo que significa que el Estado se ha quedado con 57 euros de cada 100 euros adicionales generados.
Aunque el Estado nos quita 42 euros por cada 100 generados de forma general, sobre lo nuevo que producimos se queda con 57. Esta es la gran paradoja de nuestro sistema fiscal, y ni Carlos Cuerpo, ministro de Economía (que sí entiende de esto), ni María Jesús Montero, ministra de Hacienda (que puede que no lo entienda, pero tiene asesores que sí), quieren oír hablar del asunto.
Algo similar ocurrió en Suecia, con consecuencias muy claras: nadie quería invertir, nadie quería que le subieran el sueldo. Todos querían simplemente vivir mejor, pero el país se estancó. Hoy están intentando revertir el modelo para recuperar el tiempo perdido, pero les está costando muchísimo darle la vuelta a una tortilla completamente quemada por un lado.
Además del modelo sueco, en España nos enfrentamos a un riesgo aún mayor: se está gastando muy por encima de lo que se ingresa, mientras se vende la idea de que nuestra economía es la mejor de Europa.
Sin embargo, la economía se está frenando, y si en los próximos trimestres los ingresos públicos caen y el gasto sigue subiendo, llegarán los verdaderos problemas de financiación. Pero con riesgo añadido: los hogares están perdiendo sus ahorros para poder vivir mes a mes y las empresas se están endeudando para sobrevivir.
Si se produce un parón económico, los hogares no tendrán ahorros y las empresas estarán muy endeudadas. Entonces vendrá una ola de concursos de acreedores, como ya hemos visto en el primer trimestre de 2025, donde crecieron un 80 %.
Estamos ante una auténtica dictadura fiscal, que nos perjudica a todos: trabajadores, empresarios, pensionistas, autónomos… Nos están esquilmando cada mes.