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25 de abril de 2024

LA EDUCACIÓN EN LA ENCRUCIJADAEugenio Nasarre

La formación profesional, clave para el futuro de la Unión Europea

Ahora hay un consenso en el mundo empresarial y académico en que el mejor modelo de FP es la «formación dual» o «en alternancia», en que las empresas han de desempeñar una función substancial

Actualizada 04:30

En un apremiante escrito, los tres vicepresidentes ejecutivos de la Comisión Europea (Dombrovskis, Vestager y Timmermans) planteaban la imperiosa necesidad de que la economía europea sea competitiva a escala mundial para superar los problemas que se han acumulado en estos años y para afrontar los retos de nuestro futuro. Los vicepresidentes subrayan que «garantizar que haya personal cualificado» será un factor decisivo para el éxito de la UE en los próximos años, junto con la profundización del mercado único, «la joya de nuestra corona» en sus propias palabras. Disponemos de una certeza: no habrá empleos sin cualificación; todos los sectores productivos la exigirán. Este análisis, al que no encuentro razones para refutar, nos conduce a asumir que la formación se convierte en una tarea prioritaria para evitar el declive de Europa.
¿En qué condiciones afronta España este reto, que es común a la UE? Sin hacernos trampas en el solitario, esta es la cuestión que reclama un debate nacional, serio y sustentado en la realidad, sin las hipotecas de los prejuicios de parte y de los triunfalismos engañabobos. Veamos algunos de los datos, que resulta imprescindible contemplar.
Hemos ya analizado en estas páginas el repunte del «abandono educativo temprano», que acabamos de conocer, que nos ha arrojado la preocupante cifra del 13,9 por 100, lo que nos sitúa, junto a Rumanía, en la cola de los países de la Unión. Son casi medio millón de jóvenes que afrontan su futuro sin una cualificación y con una formación muy deficiente. Es un fracaso de nuestro sistema educativo. Su situación, si no se remedia, es la antesala de la marginación. Por eso, no es de extrañar que esa cifra coincida casi al cien por cien con la correspondiente a la tasa de paro juvenil, que alcanza el 29, 2 por 100, la peor de todos los países de la UE. Aunque no podamos establecer una plena correlación entre el medio millón de jóvenes que buscan un empleo y no lo encuentran y el medio millón que han abandonado su formación sin cualificación, es harto probable que coincidan en un alto porcentaje. La conclusión es clara: con tan alto abandono escolar prematuro será harto difícil reducir el paro juvenil.
Hay un tercer dato que no podemos relegar. Es el que se refiere a los resultados de nuestros escolares en las pruebas PISA. En las últimas realizadas de matemáticas (2018) España ocupa la nada confortante posición 19 en el ranking de países de la UE. Sólo están por debajo de España 8 países: Lituania, Hungría, Malta, Croacia, Grecia, Chipre, Bulgaria y Rumanía. Pero lo alarmante no es sólo este lugar «en el pelotón de los torpes» que ocupamos, sino los niveles de resultados alcanzados por nuestros alumnos. En el nivel bajo (una formación muy elemental y con muchas lagunas) están el 48 por 100 de los estudiantes españoles y tan sólo alcanzan el nivel alto el 7,3 por 100, muy lejos de los alcanzados por los mejores (Países Bajos (18), Estonia (16), Polonia (16), Bélgica (15), Alemania (14) y Eslovenia (14)). Nuestro sistema educativo está instalado en la mediocridad y no logra, salvo en proporciones muy minoritarias, elevarse a niveles de excelencia. ¿Podemos competir en la economía del futuro con estos datos?
Sabemos que la Formación Profesional ha sido endémicamente uno de los elementos débiles de nuestro sistema educativo. Sufrió durante mucho tiempo el estigma de la falta de aprecio por las familias españolas, a pesar de que sus ofertas formativas iban creciendo en calidad y constituían una idónea vía de acceso al empleo. La situación ha mejorado, pues ya hemos superado el millón de alumnos, sumando los tres niveles de la FP. Pero ahora hay un consenso en el mundo empresarial y académico en que el mejor modelo de FP es la «formación dual» o «en alternancia», en que las empresas han de desempeñar una función substancial. Es el modelo por el que hay que apostar. Pero todavía estamos en mantillas en esta modalidad formativa. Los últimos datos disponibles muestran que sólo el 4 por 100 de los alumnos de FP reciben una formación en alternancia. Incrementar exponencialmente este porcentaje resulta primordial. Pero el Gobierno ha puesto un gran palo en esta rueda, que va a impedir la expansión de esta vía formativa. Ha establecido para los contratos de formación, que forman parte de la «FP dual», que «en ningún caso la retribución será inferior al salario mínimo interprofesional». Lejos de ser un acicate es un claro desincentivo a que las empresas se involucren en esta necesidad nacional. No conozco una norma similar en los países de la UE que han adoptado esta modalidad formativa.
Pero hay que ir más allá. En 2015 el Consejo Escolar del Estado aprobó una recomendación al Ministerio de Educación en el sentido de extender la «enseñanza básica» hasta los dieciocho años. Tal medida significaría la obligatoriedad de todos los españoles de realizar una actividad formativa hasta dicha edad, lo que exigiría un profundo cambio en la estructura de nuestro sistema educativo. En este modelo tendría un perfecto encaje una formación profesional potente, arraigada en el mundo empresarial, para proporcionar a todos los españoles una cualificación, en el sentido en el que lo demandan los tres vicepresidentes de la Comisión Europea. Esta reforma educativa es indispensable para que España no se resigne a permanecer en el furgón de cola de la UE y comprometa, así, nuestro futuro.
  • Eugenio Nasarre fue Presidente de la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados.
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