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Los ridículos de la educaciónJosé Víctor Orón Semper

No interesa tanto la verdad, sino la realidad

La verdad pasa a ser caprichosa cuando pierde su contacto con la realidad, pero esto también puede pasar al hacer de la educación una defensa férrea de la misma verdad

Ciertamente hoy en educación encuentras de todo y para algunos el tema de la verdad no les resulta interesante e incluso lo ven como una molestia que coarta su libertad y, para otros es el reto central es la transmisión de la verdad. Tanto unos como otros podrían tener en común que ignoran que el punto de referencia no es la verdad, sino la realidad.

Impartiendo una formación con docentes pregunté cómo trataban los errores de los alumnos y un profesor comentó que el error es relativo. No entendí bien su respuesta. Como era profesor de dibujo técnico le pregunté: «¿qué pasa si les pides que dibujen la sombra de un objeto dado un foco de luz y un plano determinados un alumno dibuja la sombra en una dirección equivocada?». Me contesto que la sombra no tenía por qué estar equivocada porque el foco podría haber estado en otro sitio. Le dije que ciertamente el foco podía estar en muchos sitios, pero, que una vez fijado foco, objeto y plano sobre el que se proyecta la sombra, la sombra solo podía ser una. El profesor seguía diciendo que no tenía por qué ser así. A medida que avanzaba el diálogo me sentía cada vez más sin recursos. Al final le respondí: «No te preocupes. Este verano, cuando vayas a la playa, pon la toalla en un sitio y la sombrilla donde más te guste que ya verás que la toalla queda a la sombra».

La verdad pasa a ser caprichosa cuando pierde su contacto con la realidad, pero esto también puede pasar al hacer de la educación una defensa férrea de la misma verdad.

Aunque se considere la verdad desde la comprensión clásica (en ese caso la verdad es la adecuación del entendimiento a la realidad), también puede ocurrir que la verdad acabe siendo caprichosa o al menos dependiente de la voluntad lo que acabaría subjetivando la verdad. Esto ocurre cuando se ignora la complejidad del acto de conocer. Cuando la persona con su entendimiento se posiciona ante la cosa lo hace ya desde una perspectiva que podríamos llamar intencional. La pretensión de que existe un acercamiento neutral a la realidad es un mito. Spaemann ya comentó que al luchar contra la subjetividad en lugar de comprenderla solo lleva a cambiar una subjetividad por otra. Veámoslo con un ejemplo. Imagina que dos personas ven una mecedora y a las dos le preguntan: «¿Qué ves?». Una contesta que ve un objeto con un uso concreto y el otro dice que ve el lugar donde se sienta su abuelo por las tardes. Los dos dicen verdad, pero previo a la verdad ambos han tenido que tomar un posicionamiento, uno conoce la mecedora en cuanto una cosa desligada de la relación, el otro la conoce en referencia a la relación interpersonal. No es más cierto una afirmación que otra. Ni más objetiva la primera que la segunda. Al primero habría que preguntarle ¿por qué quiere conocer las cosas en sí, cuando en verdad nada existe en sí? y al segundo habría que preguntarle ¿por qué centrarse en el vínculo relacional y no tanto en lo que algo aporta al vínculo?

Posicionarse férreamente en defender una verdad presupone defender férreamente una forma de posicionarse ante la realidad y eso es una cuestión subjetiva. La defensa férrea de la verdad lleva y presupone el subjetivismo y el relativismo.

La verdad tiene su sentido tanto en cuanto me ayuda a acercarme a la realidad. La importancia de la verdad no está en ella misma, sino por la referencia a la realidad a la que pretende remitir. Una verdad que no sirve a la realidad esclaviza la realidad y por tanto introduce en la locura. No necesitamos tanto conocer verdades, sino la realidad. Y a la realidad se llega coordinando las distintas verdades asociadas a cada posicionamiento. De ahí que es muy difícil que uno solo llegue a conocer la realidad y la conveniencia de la intersubjetividad. Cuanto más podamos profundizar en la intersubjetividad del conocimiento más podremos acercarnos a la realidad.

Poner el empeño en que el alumno sepa el libro o partes del libro de memoria es poner el acento en una verdad y no en la realidad, de dónde la verdad recibe su importancia. Aprender verdades sin más nos lleva a hacer el mismo ridículo como quien plantó la sombrilla en un lado de la playa y se tumbó en otro lado. No estoy negando la verdad que pueda contener el libro, sino que afirmo la imposibilidad de que un libro pueda contener todos los recursos para lograr un acceso que respete la complejidad de la realidad. De ahí surge también la necesidad del de que en el ámbito educativo haya un docente que pueda aportar su subjetividad, evidenciar lo relativo de cada conocimiento, animar a profundizar y en el fondo despertar una agradable e ilusionante sorpresa al evidenciar que la realidad es más rica de lo que conocemos de ella y que nuestro conocimiento difícilmente puede aprender toda la realidad. Si los docentes no saben dialogar con los alumnos, difícilmente podrán ejercer su labor. No he encontrado docente que no sepa transmitir lo que él piensa, pero no podría decir lo mismo si nos preguntáramos por docentes que sepan dialogar con sus alumnos. Quizá conviene plantearnos, ¿Qué experiencias formativas promueven los directores para que los profesores sepan dialogar?

Toda verdad es relativa por el simple hecho de referirse a la realidad. La verdad es relativa a la realidad. La fuerza de la verdad la toma de la realidad a la que se refiere. Ciertamente, insisto, sin la verdad no podemos acceder a la realidad. La verdad tiene rango de medio imprescindible, pero no de finalidad. Mejor ayudar al alumno a que se contraste con la realidad y que aprenda a formular sus afirmaciones sobre la misma y evidencie su verdad o no por la referencia a la realidad, a que aprenda una serie de verdades. De esa forma el alumno no solo conocerá la realidad, sino que podrá someter a examen todo su mundo intencional sobre cómo se dispone ante la realidad.

La verdad no hace falta que sea defendida por el profesor, eso sería subjetivar la verdad. La verdad tiene que ser defendida por la realidad. Así pues, no tengas ningún miedo de someter a examen ninguna verdad. No tengamos ningún miedo a salir al encuentro de la realidad.

José Víctor Orón dirige Acompañando el Crecimiento y es responsable de la Unidad de Educación Médica de la Universidad Francisco de Vitoria