
Inger Enkvist en la redacción de El Debate
Entrevista | Inger Enkvist
Una experta extranjera retrata el adoctrinamiento en colegios españoles: «Se habla de todo menos de España»
Doctora en literatura y filología hispánica, Inger Enkvist ha formado parte del Consejo Sueco de Educación Superior y de la Academia Argentina de Ciencias Políticas y Morales
La educación en España está en crisis. O al menos así lo percibe Inger Enkvist, catedrática de filología española en la Universidad de Lund (Suecia) y experta en políticas educativas comparadas. Doctora en literatura hispánica, ha formado parte del Consejo Sueco de Educación Superior y de la Academia Argentina de Ciencias Políticas y Morales. Su obra combina la crítica educativa con el análisis literario, y ha sido reconocida con premios como el Foro España a los Valores Educativos y la condecoración al Mérito Civil.
Esta experta ha participado en la jornada, organizada en la Universidad CEU San Pablo, 'La verdadera misión de la universidad', donde ha hablado de los «retos y oportunidades de la universidad hoy». Además, participará en los Cursos de Verano CEU- María Cristina (San Lorenzo de El Escorial), en la mesa redonda: 'Desafíos de la educación en el siglo XXI', junto con Esperanza Aguirre, exministra de Educación y Cultura; Catherine L’Ecuyer, doctora en Educación y psicología y Alicia Delibes, escritora, profesora y exdiputada de la Asamblea de Madrid.
Enkvist atiende a El Debate para tratar los temas más polémicos de la educación española.
–¿Cuál cree usted que es la situación educativa de España respecto a otros países de la Unión Europea?
–En parte, es similar a la de otros países europeos. Pero España tiene algunos problemas añadidos, como el reparto de competencias educativas entre el Estado y las comunidades autónomas. Este modelo debilita el sistema y genera desigualdades. Además, en regiones como Andalucía, Canarias, Ceuta o Melilla quizá no haya una tradición educativa tan consolidada como en otras. También hay que tener en cuenta el tema de las lenguas regionales, que añade complejidad. En resumen, aunque hay aspectos comunes con otros países europeos, España presenta dificultades particulares.
–¿Qué opinión le merece la última ley educativa, la LOMLOE?
–Francamente, me parece lamentable. No busca mejorar la calidad educativa, sino cumplir objetivos políticos. Prima la igualdad entendida de forma ideológica, en lugar de apostar por la excelencia. La ley carece de medidas reales para elevar el nivel educativo. Un político podría decir que igualdad es sinónimo de calidad, pero en mi opinión, esta norma no está pensada en beneficio de los jóvenes ni del país.
–Uno de los puntos más debatidos es que se está perdiendo la cultura del esfuerzo. ¿Está de acuerdo?
–Totalmente. Y no solo ocurre en España, también en otros países. Hay una idea, muy extendida desde la izquierda y que proviene de EE. UU. en los años 60, de que basta con colocar a los alumnos en un entorno adecuado para que aprendan. Esa teoría funcionó en contadas ocasiones, pero no es una regla. Además, pedir esfuerzo no es popular entre quienes defienden el igualitarismo, porque temen que unos se esfuercen más que otros y eso genere desigualdades. También influye una concepción errónea de lo democrático, en la que el Estado «regala» educación y el alumno solo debe recibirla. Pero sin esfuerzo no hay aprendizaje real.
–Del 1 al 10, ¿cuán politizada cree que está la educación en España?
–Diría un 8. La educación está bastante ideologizada. Por ejemplo, la idea de que todos los alumnos de la misma edad deben estar en el mismo aula, independientemente de su nivel, es una decisión política. No se adapta la enseñanza a las capacidades o logros individuales. También está el tema de las autonomías. Ceder competencias educativas ha permitido que cada comunidad imponga su propia visión, lo cual daña la calidad general. Y el tema lingüístico es otro gran foco de politización. En algunas comunidades se utiliza la lengua para promover una agenda política, incluso alterando contenidos en los libros de texto. En Cataluña, por ejemplo, se habla de todo menos de España o se presenta como algo ajeno, lo que acaba creando un relato sesgado para los estudiantes.
Inger Enkvist
–¿Considera que se adoctrina a través de la educación?
–Claramente. Lo he comprobado analizando libros de texto. Por ejemplo, en los manuales de la ESO sobre la Segunda República, se destacan imágenes y temas simbólicos como las diputadas mujeres, pero se omiten hechos importantes, como que dos de ellas, del PSOE, votaron contra el sufragio femenino. Se presenta una visión ideológica, no histórica. Y ocurre lo mismo con otros episodios, como la insurrección de 1934, que apenas se menciona, cuando fue un hecho gravísimo. Hay una falta de proporcionalidad y de rigor. Lo que se transmite al alumno es más ideología que conocimiento.
–En su opinión, ¿qué país es actualmente un modelo educativo a seguir?
–Diría que Estonia es el referente en Europa. Han hecho de la educación un orgullo nacional, lo priorizan en todos los discursos políticos y económicos. En Finlandia, el nivel de los profesores, sobre todo en primaria, es excelente, lo que garantiza una base muy sólida para los alumnos. También destacaría a Inglaterra, que ha implementado reformas interesantes. Por ejemplo, tienen una prueba final tras la educación obligatoria que permite evaluar resultados y comparar centros. Además, han diversificado la formación docente con opciones más prácticas, en las que el futuro profesor trabaja desde el principio en una escuela con el apoyo de un mentor. Eso les permite aprender de verdad cómo funciona el sistema. Es un modelo que muchos otros países podrían imitar.