Dos días después del trágico suceso que conmocionó a la calle Serrano, todavía se sigue hablando del triple homicidio que provocó el conde de Atarés, Fernando González de Castejón, e impactó a la Milla de Oro de Madrid.
El suceso se originó la madrugada del lunes cuando el marqués asesinó a su mujer y a una amiga de esta que se encontraba en el domicilio. La primera hipótesis que se barajó fue que el hombre había utilizado sus escopetas para acabar con la vida de las dos mujeres, pero fuentes policiales han asegurado este miércoles que el conde utilizó una pistola ya que se encontraba en el suelo junto a los dos cadáveres.
Uno de los porteros de los edificios aledaños al 205 de Serrano confesó al Debate que Fernando González «llegó a pegarse de puñetazos con un vecino y que un día salió de su casa con la escopeta», que disparaba en el patio interior, «y se montó en una moto para pasar luciéndola».
Los actos violentos por parte del conde no son ninguna novedad, ya en 2018 recibió una denuncia por parte de su mujer por violencia de género. Pese a las constantes discusiones y conflictos con el resto del vecindario no se mantenía ninguna medida cautelar contra él.
Otro antecedente que tampoco le precede, y que nos confesó el portero de uno de los edificios cercanos al 205, es que también «le vio borracho en más de una ocasión, llegando a provocar algún altercado con los vecinos» de la Milla de Oro.
Al marqués «le gustaba beber cañas en el bar de en frente de su casa», así lo afirmó una de las dependientas donde compraba el pan a diario. Esto refuerza las palabras del portero que le vio en alguna que otra ocasión ebrio. Por su parte, la mujer acudía a un bar distinto, El Cotano, a unos 350 metros de su domicilio. El dueño del local ha indicado a El Debate que «solamente venía la mujer a tomarse una copa de vino, el marido no solía acompañarla».
La pareja se había casado recientemente y tenían una hija en común de diez años. En el momento de los hechos se encontraba en un viaje al que también su madre acudió, pero regresó a la capital antes de tiempo.
El conde tenía un gran arsenal. Entre las diferentes armas destaca las famosas escopetas que disparaba en el patio interior de su edificio y una colección de pistolas con silenciador, un elemento prohibido en nuestro país. También destacan las municiones de corto y largo alcance que poseía.
Una de las cosas que más le gustaba al marqués, además de disparar en su patio interior, era lucir sus armas. Lo más sorprendente es que la Guardia Civil ha comprobado que, en el Registro Nacional de Armas no consta que el aristócrata hubiera tenido en ningún momento una licencia para poseer este tipo de armamento.
Comentarios