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19 de abril de 2024

31/12/2022 El Papa Benedicto XVI, en una foto de archivo.
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El Papa Benedicto XVI, en una foto de archivoEuropa Press

Vivir como si Dios existiera. Una propuesta para Europa

Es imposible encontrar una expresión más sugerente y necesaria ante el momento en el que vivimos. Desde hace décadas, Europa vive en el ámbito público como si Dios no existiera

El Real Instituto Universitario de Estudios Europeos de la Universidad San Pablo decidió, a mediados del año pasado, iniciar, con la editorial Encuentro, una colección de libros, Pensar Europa, sobre diagnosticadores de la sociedad de Europa, caracterizados por la búsqueda y la defensa de la verdad. No tuvimos duda alguna de que el primer gran y destacado diagnosticador debía ser el Papa Benedicto XVI. El libro sobre su pensamiento y obra fue concluido y entregado por su autor, Ricardo Calleja, de modo providencial, semanas antes del fallecimiento del Papa.
El título de este primer volumen, que resume el alma, el espíritu, el objetivo y la razón de ser de la colección completa, es Vivir como si Dios existiera. Una propuesta para Europa. Es imposible encontrar una expresión más sugerente y necesaria ante el momento en el que vivimos. Desde hace décadas, Europa vive en el ámbito público como si Dios no existiera. Hemos ido perdiendo y abandonando, sin explicación ni justificación alguna, el significado, el valor de la trascendencia, tras la imposibilidad de introducirlo en el preámbulo de la fallida constitución europea.
El extremo desorden social que hoy nos caracteriza es la lógica consecuencia, tal y como Ricardo Calleja recoge en su introducción, de las palabras del Papa Benedicto: «Una sociedad en la que Dios está ausente, una sociedad que ya no le conoce y que lo trata como si no existiera, es una sociedad que pierde su criterio». Y añade: «Se nos ha asegurado que se alcanza la libertad en una sociedad cuando Dios muere. Pero sucede lo contrario, la muerte de Dios en una sociedad también significa el fin de la libertad». Esas palabras nos traen a la memoria que una libertad sin límites no es libertad, sino que te arrastra a la esclavitud, porque no hay libertad para hacer el mal, solo hay libertad para hacer el bien.
Esta pérdida del significado de la trascendencia, de la pérdida de fe, constituye la causa entre las causas de la crisis de civilización que vivimos. El título escogido, por ello, es también una denuncia, porque señala el objetivo que algunos, bastantes o muchos, pretenden, que es reemplazar, sustituir y destruir un orden social basado en fundamentos cristianos por un implacable desorden social. Este objetivo está de plena actualidad en España donde una asociación y suma de leyes y sentencias de un Tribunal Constitucional, están tratando de desafiar y reinventar la naturaleza humana.
Pero el título del libro nos recuerda que, en muchas ocasiones, el principal adversario de nuestros fundamentos está dentro de nosotros mismos. Porque esta moda dominante de agresión a nuestros fundamentos nos está haciendo dudar, más de lo debido, a los que afirmamos nuestra fe, entre adaptarnos a este nuevo desorden social y una actitud basada en la resistencia, la denuncia y la propuesta de una alternativa. Muchas veces el problema somos nosotros mismos porque hemos permitido que un sentimiento de derrota se introduzca y apodere, más de lo aceptable y necesario, dentro de nosotros, haciendo que, en ocasiones, nos conformemos y aceptemos encerrar nuestra fe en un ámbito privado, en familia o instituciones, apartándonos del debate cultural y antropológico en el conjunto de nuestra sociedad. Quienes impulsan este nuevo orden social son implacables cuando te ven dubitativo, agazapado, dormido y derrotado.
Ricardo Calleja

Ricardo Calleja, autor del libroAlexia Silva

Por todo ello, esta colección, este libro, tienen como objeto ofrecer luz en momentos de oscuridad, en etapas de tránsito, de transición, de debilidad, de decadencia de Occidente. Son luz para buscar la verdad, para encontrar ese difícil equilibrio entre la no imposición de nuestra fe y simultáneamente, el hecho de no esconderla. Luz para comprender y explicar la totalidad y globalidad del proyecto que tenemos enfrente, y coraje y valor para no aceptar esta moda dominante, crecientemente totalitaria y hostil. La luz y el coraje constituyen las dos caras de una misma moneda. No hay coraje sin luz, sin búsqueda de la verdad, y la luz resulta inútil sin coraje, sin valor. Hay que alejarse y rechazar el silencio, que se ha convertido en el aliado principal en el intento de implantación de este nuevo orden social.
Todos los que detestan los fundamentos cristianos de nuestra civilización se han unido en este proyecto destructivo, esto es: el materialismo, el marxismo, el positivismo jurídico y el dinero. No solo hay que vencer el miedo reverencial de esta moda dominante, ajena y extrema a nuestras convicciones, sino que tenemos que superar el temor que se ha apoderado de una parte de nosotros mismos. Se precisa más iniciativa, más presencia, más movilización, más unión que nunca por parte de quienes compartimos estos fundamentos. Porque todo lo que no suma, resta. Todo lo que suma, multiplica. Todo lo que resta, divide. Todo lo que no sea capaz de sumar, ósea encerrarnos en nosotros mismos, al final significa nuestra incomparecencia en el ámbito público.
Sabemos que nuestra civilización, cualquier civilización, necesita la recuperación del significado de la trascendencia, de la fe, porque si no se recupera, no habrá civilización. De ahí que nuestro desafío, no solo nos afecta a nosotros, los creyentes, sino que implica al conjunto. Nuestro reto es el reto de la civilización.

La fortaleza de la verdad

En unas recientes declaraciones, el pensador español José Antonio Marina, quien probablemente no comparte muchos de nuestros postulados, mencionaba: «La cohesión está en los valores eternos y todo lo demás es peligroso».
Este excelente libro de Ricardo Calleja y la colección que hoy arranca son un necesario punto de partida porque la fortaleza del diagnóstico que se encuentra en sus páginas es la fortaleza de la verdad, no la fuerza de un relato y esta fortaleza es la base de nuestra esperanza en el futuro.
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