Fundado en 1910

26 de abril de 2024

Rubén conducía con cocaína y marihuana en el organismo el día que todo ocurrió

Rubén conducía con cocaína y marihuana en el organismo el día que todo ocurrióEl Debate

Mata a tres personas y la Justicia solo le condena a pagar 3.000 euros por víctima

Las familias de las víctimas están indignadas con los jueces del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León que han librado de la cárcel al triple homicida

Era un 25 de septiembre de 2019 pero podía haber ocurrido cualquier otro día: la fecha no es importante. Rubén, un tipo de 38 años, tenía como amigos a David, de 20 y a Mario, de 17. Ya sugiere algo raro que un adulto tenga como amigos de marcha a dos chavales 18 y 21 años menor que él. Rubén ese día llevaba en el cuerpo cocaína y marihuana. Es un hecho incontrovertible. A pesar de ello, se puso al volante de un coche, un Peugeot 208. En el asiento del copiloto David y detrás, Mario.
Los tres salieron de la localidad zamorana de Peque en dirección a Zamora. En total 115 kilómetros por la A-52 y luego por la A-66. En esta última vía, a la altura del kilómetro 257, Ángel Muñoz, de 48 años, sufrió una avería en su camión articulado con remolque y tuvo que parar en el arcén. Lo hizo con precaución y como marcan las normas: «Hizo señales de preseñalización de emergencia activadas así como señales V-2, vehículo-obstáculo en la vía, que indican parada o estacionamiento», afirma el atestado de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil. Después se enfundó el chaleco amarillo y bajó de la cabina. Eran las 22.30 y ya había oscurecido.
David, una de las víctimas del suceso, junto a su madre Rosa

David, una de las víctimas del suceso, junto a su madre RosaEl Debate

Rubén conducía con las drogas en su organismo y como mínimo a 133 kilómetros por hora, aunque el velocímetro quedó parado a 150 kilómetros por hora. El camión emitía luces y destellos que avisaban de su presencia y que eran más visibles porque era de noche. El camión y remolque tenía más de dos metros de ancho y más de tres de altura: una mole que era perfectamente visible a decenas de metros de distancia, pero Rubén no vio nada, eso dijo, y ni tocó el freno. Se empotró contra el camión. Fue un golpe terrible, seco y sorpresivo: mató al conductor del camión y a los dos adolescentes que llevaba en el coche. Sólo él resultó ileso. A él le saltó el airbag, a David que iba como copiloto, no.

Treinta segundos para reaccionar

Los agentes de la Guardia Civil de Tráfico, expertos en reconstruir accidentes y delimitar lo que sucedió, aseguran en su informe: «El tramo donde se produce el siniestro es recto (…). El vehículo parado y debidamente señalizado comienza a ser perceptible más de un kilómetro antes, concretamente 1.275 metros antes del punto de conflicto (…). El conductor del Peugeot dispuso de 30 segundos para reaccionar ante el obstáculo en la vía (…). Se determina que la distancia y tiempo de reacción son suficientes para que un conductor con permanente atención en la conducción garantice la seguridad de los ocupantes de su vehículo y la del resto de usuarios de la vía».
Es entonces cuando los agentes le preguntan si había consumido drogas y, atención, a la contestación: «Conscientemente no, pero por la tarde del día del accidente, cuando estaba vendimiando en la zona de la Carballeda, alguien del grupo me ofreció un cigarro de liar que iban pasándose y después de inhalar, le dije que me daba mal sabor y lo pasé al siguiente. Desconozco la composición del pitillo». El atestado de la Guardia Civil recoge que se le hizo la prueba toxicológica y dio positivo por marihuana y por cocaína.
A Rosa la madre de David le informaron de la muerte de su hijo al día siguiente: «No me lo podía creer. Llamé a Rubén, pero no le lo cogió. Entonces llamé a su madre y le pregunté si era verdad. Ella me lo confirmó y me dijo que dejara de molestar. Ni un perdón, ni un lo siento. Nada». Rubén tampoco se ha disculpado, al revés, se ha beneficiado del accidente: «Convenció a mi hijo de que se sacará un seguro de vida de 300.000 euros en el que él era el beneficiario». Los investigadores de homicidios siempre se preguntan durante las pesquisas: ¿A quién beneficia la muerte de la víctima?

¿Tres muertos? Mala suerte

Volviendo al relato, a pesar de tener tres muertes en su espalda, en su conciencia sólo sabe él si los lleva, Rubén nunca ingresó en prisión provisional. Llegó al juicio libre. Le condenaron a cinco años de prisión por los tres cuerpos que dejó fríos: uno en el arcén y dos entre el amasijo de hierros de su coche. Los magistrados consideraron que la cocaína y la marihuana afectaron en la conducción y que esa ingesta, además de la velocidad inadecuada, disminuyeron su atención y cuidado al volante. A las familias les pareció poca pena, pero al menos iba a pisar la cárcel.
Los abogados del conductor drogado recurrieron y tres jueces del Tribunal de Justicia de Castilla y León han corregido a los jueces de la Audiencia Provincial de Zamora. Les dicen que la coca y la marihuana que llevaba Rubén ese día en el cuerpo no afectaba a la conducción y que, si se chocó, fue porque desatendió la conducción. Mala suerte.
Y eso que cuando la Guardia Civil llegó al lugar detectó que presentaba signos de haber consumido alcohol o drogas: «Tenía una actitud eufórica mientras deambulaba por la calzada hablando por el teléfono móvil, agitado, eufórico y, luego, cuando empezaron a la realizarle la prueba de saliva, se mostraba desganado y se dormía». A pesar de este relato, Sus Señorías concluyen que la droga no le afectó. «¿Pero cómo no va a afectar?», se pregunta Rosa.

«Es una vergüenza»

Con base en este criterio los magistrados modifican la primera sentencia y dictaminan que no hay conducción temeraria ni bajo los efectos de las drogas. Eliminan esos delitos y establecen que se trata tan sólo de tres homicidios imprudentes. El homicidio imprudente va de uno a cuatro años de prisión, pero en este caso establecen que a pesar de las drogas y el exceso de velocidad se trata de una «imprudencia menos grave» y le condenan a la «pena de multa de diez meses con una cuota diaria de 10 euros por cada uno de los tres delitos». Es decir, cada muerte que causó Sus Señorías la ventilan con una condena de 3.000 euros.
«Si es necesario me encadeno delante del Tribunal Supremo», dice Rosa, la madre de David. « Es una vergüenza de sentencia. No sé lo que ha pasado, no sé qué contactos tiene la familia de Rubén ni si los tiene, pero no me cabe en la cabeza esta atrocidad. Vamos a recurrir en casación y espero que impere el sentido común, porque con sentencias como estas, les estamos diciendo a nuestros jóvenes: «Chicos, drogaos al volante, atropellad y matad a quien queráis que con 3.000 euros se soluciona y no pisaréis la cárcel. Es intolerable. Si le hubiesen matado el hijo a uno de esos jueces del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, ¿alguien cree que la sentencia habría sido la misma?».
Comentarios
tracking