
Huellas dactilares
El asesino que se quemó las huellas dactilares para no ser identificado
Se trata de un hombre de nacionalidad peruana que se había instalado en nuestro país desde 2009
Cuando Gino Salazar, peruano, tenía 21 años viajó de Lima a Madrid y se estableció en la capital de España. Pronto comenzó a cometer delitos: robos, estafas, hurtos… La Policía Nacional lo detuvo hasta en siete ocasiones, lo fotografiaron y le tomaron las huellas dactilares para la ficha policial. Incluso le vieron un tatuaje de Sarita Colonia, una joven peruana a la que se le atribuye la facultad de hacer milagros. Durante un tiempo se le perdió la pista y regresó a su país. Allí se le vuelve a detectar en 2006 con otra identidad: José Antonio Zuñiga, su verdadero nombre. Según las autoridades peruanas asesinó a tiros a una persona con la colaboración de su compinche: María Campos.
No fueron detenidos ni ingresaron en prisión. Tenían una desarrollada habilidad para evaporarse y desaparecer del radar de la policía fuese del país que fuese. En 2009 José Antonio, alias Gino, decidió que tenía que cambiar de identidad y se dio cuenta que había tres formas en las que la Policía podía identificarle: por la cara, el ADN y las huellas dactilares. La cara no se la tocó, el ADN no podía alterarlo, así que se decantó por las huellas, que son perennes desde que se forman a los seis meses de vida e inmutables: es decir, no pueden modificarse, pero sí destruirse. Para no dejar a su paso rastro dactilar de su historial delincuencial , José Antonio se quemó las diez huellas dactilares de las manos.
No le fue ni tan mal. Regresó a España siendo esta vez cubano y bajo el nombre de Alfonso Ruiz Saavedra. Además de quemarse las huellas también se modificó el tatuaje de Sarita y lo reconvirtió en una especie de Virgen de Regla, para parecer más cubano. Debió pensar, por ejemplo, que no era lógico llevar un tatuaje de Chiquito de la Calzada y si la Policía le paraba y le preguntaba de dónde era, decir que de Nueva Zelanda. Con su nuevo tuneo se dedicó a hacer lo que se le daba bien: delinquir, porque lo que es trabajar, no daba un palo al agua. La Policía Nacional comenzó a detenerle en Teruel, Alcalá de Henares, Madrid: robo con violencia, estafa, hurto… Sus especialidades. Le constan 54 detenciones El problema era que al tomarle las huellas dactilares apenas salía un borrón. Por eso nadie lo vinculó ni con Gino ni con José Antonio, a pesar de ser la misma persona.
Su compinche también pasó de ser peruana a cubana y de llamarse María a identificarse con el nombre de Juana Marcos. Ella delinquía menos o era más lista porque «solo» le constan 28 detenciones por media España. La detuvieron en Madrid, Guadalajara, Castellón: robo con violencia, hurto, estafa… Las especialidades de la familia. En 2016 volvieron a volatilizarse.Un día, a principios del 2023, cuando varios agentes del Grupo I de la Jefatura Superior de Policía de Madrid circulaban por Vallecas camino de una operación en un coche camuflado, lo vieron. «A ese tipo lo he detenido yo en alguna ocasión», comentó uno. Pararon el coche, lo identificaron como Saavedra y vieron que tenía varias órdenes de busca y captura. Lo detuvieron, lo llevaron al juzgado y horas después quedó en libertad.
Se les quedó la espinita clavada y comenzaron a investigarlo. Primero en bases policiales: se percataron de que Alfonso Ruiz Saavedra se había quemado las huellas porque en las fichas sólo aparecían borrones. Difícil continuar con ese hilo. Empezaron a hacerlo a través de las redes sociales. Siguiendo la identidad cubana, llegaron a imágenes de Perú y a su verdadero nombre. Al meterlo en la base de datos se dieron cuenta de que contra esa persona y su mujer había una orden de detención internacional por asesinato en Lima, Perú, pero que ambas estaban desactivadas.
Se llamó a Interpol para comprobarlo y les explicaron que la orden había caducado porque a las autoridades peruanas se les había olvidado renovar la petición. Les avisaron de que había sido visto en Madrid y la policía de Lima reactivó la orden. Los miembros del Grupo I de la Jefatura de Madrid les pidieron todo lo que tuviesen para poder identificarlo con su verdadero nombre. No había ADN, así que se tuvieron que conformar con las huellas. Agentes de Científica de la Policía Nacional hicieron un trabajo extraordinario: se dieron cuenta que en un dedo se había dejado un pequeño trozo sin quemar. Ese fue el que les sirvió para identificarlo como el asesino de Lima. Hasta para quemarse los dedos hay que saber.
El problema es que lo habían visto una vez, caminando por una calle de Vallecas. Había que encontrarlo. Primero localizaron la casa de la mujer y la vigilaron durante dos meses sin que el objetivo asomara la nariz en ningún momento. Finalmente, la persistencia de los agentes hizo que acabaron cayendo los dos el pasado 11 de abril.