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16 de abril de 2024

La candidata de Ciudadanos a la Alcaldía de Madrid, Begoña Villacís, llora tras el 28-M

La candidata de Ciudadanos a la Alcaldía de Madrid, Begoña Villacís, llora tras el 28-MEFE/ Sergio Pérez

28-M

Las urnas certifican la defunción de Ciudadanos

El partido naranja confirma sus bajas expectativas electorales: se queda sin ningún diputado autonómico y fuera de las principales ciudades, Madrid incluida

Fecha de la muerte: 28 de mayo. Ciudadanos confirma sus bajas expectativas electorales: se queda sin ningún diputado autonómico y fuera de las principales ciudades, Madrid incluida. Una mayoría de españoles ha hablado en las urnas y ha constatado lo que dentro de Cs muy pocos querían ver o, al menos, así lo manifestaban en público.
El secretario general de los 'naranjas', Adrián Vázquez, preguntado hace unas pocas semanas por El Debate todavía aseguraba que Cs no necesitaba «un resultado grande para tener un gran resultado». Sin embargo, los números hablan por sí solos: además de su desaparición a nivel regional, tan solo han logrado conservar algo menos de 400 concejales, de los casi 2.800 que lograron en 2019.
El nuevo líder de la formación «de centro», junto a Patricia Guasp –con la que conforma una bicefalia al frente del partido–, se refería a que con poder contar con algún representante que hiciera de «bisagra» podían decidir gobiernos en un sentido o en otro.
Nada más lejos de la realidad. Tras el 28-M queda constatado que Cs se ha quedado en un partido totalmente residual que ya no ilusiona a sus antiguos votantes. Unos electores que hace no tanto se contaban por millones, principalmente de la mano de Albert Rivera, quien se erigió en líder desnudó y por casualidad y con el tiempo logró llegar a ser considerado como «presidenciable». Fue durante una época, en torno a 2018, que ahora se vislumbra muy lejana, en la cual las encuestas colocaban a Cs como primera fuerza en intención de voto.
Que el partido caminaba ya como un zombi antes de los comicios era evidente, a tenor de las encuestas –incluida la del CIS– y muchos ya avisaban que si olía a muerto era porque la formación 'naranja' ya lo estaba.
«Hay que saber morir», señalaba Rosa Díez a este periódico durante una entrevista cuando se le preguntaba por Cs. Y lo decía nada menos que la responsable de tratar de llevar al Gobierno a otro partido «de centro» inmediatamente antes y sabía que los españoles tan pronto te pueden aupar como llevarte a la desaparición, como ya había sucedido en otras etapas democráticas.
Estas declaraciones se producían un mes antes de las elecciones y en medio de las bajas y fugas de cargos y representantes públicos, y bajo el runrún de ofrecimientos de primeras espadas a otros partidos. Hablamos de cargos como Begoña Villacís, quien quizás ostentaba el mayor poder institucional del partido y que apenas tres meses antes negociaba su ingreso en las filas del PP. Las urnas se lo han hecho pagar, sacándola del Consistorio madrileño.
Pero no solo Villacís. La portavoz de los 'naranjas' en el Congreso, y, a día de hoy, la cara más visible y conocida del partido para los españoles, Inés Arrimadas, también sonaba como futurible de los 'populares'. Fran Hervías, antiguo secretario de organización de Cs y uno de los mayores artífices de la expansión del partido a nivel nacional, lo tenía meridianamente claro y ofrecía todo tipo de detalles en otra conversación con El Debate.

El nuevo secretario general de los 'naranjas' no admitía en público el fracaso que suponía que tantos militantes y cargos estuviesen abandonando la nave

«Inés está abriendo su vías de negociación con el Partido Popular. Ella ha pedido ir en las listas al Congreso por Cádiz. Veremos si se materializa esa lista por Cádiz o acaba en un puesto de Gobierno», aseguraba, dando por sentado que el futuro de la antigua líder 'naranja' antes o después se teñirá de azul.
De momento no se sabe si Arrimadas irá en las listas del PP de cara a las generales, aunque en el entretiempo entre esas declaraciones y la madrugada del 28 de mayo, cuando se ha constatado la muerte del partido, sí se han confirmado ya traspasos de Cs rumbo al PP que se cuentan por decenas en toda España.
Unos pobres avales ante una ciudadanía que poco se podía implicar con un partido en el que sus propios miembros estaban poniendo pies en polvorosa a semanas de unas elecciones tan importantes como las celebradas este domingo. El último en cursar baja, hace menos de una semana y en medio de la fase final de la campaña, el gurú económico del partido, Luis Garicano, que ahora trabaja en el nuevo think tank del PP, Reformismo 21.
Pese a las evidencias, el nuevo secretario general de los 'naranjas' no admitía en público el fracaso que suponía que tantos militantes y cargos estuviesen abandonando la nave; es más, trataba de escenificar cierta alegría y orgullo cuando se le preguntaba por esta cuestión desde este digital.
«Pues la verdad es que estamos muy contentos de que la gente que no está esté ahora donde tiene que estar, que es lejos de nosotros. Nosotros ahora estamos muy contentos con el equipo que tenemos y con las listas y los candidatos que tenemos. Ahora mismo tenemos un partido de centro liberal muy parecido a los del norte de Europa y es lo que estamos construyendo, es nuestro objetivo», explicaba.

El camino a la irrelevancia

Estos buenos propósitos quizás se puedan cumplir en el futuro, pero de momento, la situación es la que es, como certifican los resultados de este 28-M. Pero, ¿cuándo se jodió el Perú, que diría Vargas Llosa? Diversos analistas fechan el principio del fin en la marcha de Arrimadas de Cataluña en 2020 como el motivo de que estallase el 'globo naranja'. Una salida que se producía después de haber resultado vencedora de las autonómicas de 2017, tras el referéndum ilegal del expresident Carles Puigdemont y compañía. Otros, apuntan a otros motivos.
«Yo creo que el reventón se produce cuando Inés Arrimadas quiere quitar a Isabel Díaz Ayuso de presidenta de la Comunidad de Madrid y a Fernando López Miras de la Región de Murcia. Ahí es cuando Inés lo que hace es abrir varias vías de agua en el barco naranja y es cuando comienza a entrar agua hasta hundirlo. Yo a día de hoy me pregunto qué es lo que tiene Inés en contra del PP y qué tienen en contra de Díaz Ayuso o de López Miras para querer quitarlos de presidentes de sus comunidades autónomas, o en contra de José Luis Martínez-Almeida, que quería quitarlo de alcalde de Madrid», señalaba el 'fontanero' político y una de las personas que más de cerca ha seguido el devenir de la formación.
Estas rencillas entre partidos parecen no gustar en absoluto al votante de derechas que, como exponía Federico Jiménez Losantos recientemente, también a través de estas páginas virtuales, no perdona las traiciones ni las faltas de respeto hacia sus valores. Unos valores que, pese a esa etiqueta de «centro» la mayoría de la ciudadanía colocaba en el espectro del centro-derecha, aunque sus medidas tuvieran varios toques socialdemócratas en algunos aspectos y momentos vitales de la formación.
«Ciudadanos todavía no sabe por qué ha desaparecido. No entiende que es porque traicionó a sus votantes», aseguraba alguien que también se había ido desencantando de los naranjas según más pasos daba la criatura y que insiste en que «la falta de fibra moral, de convencimiento, la derecha social la detecta y la castiga».
El propio Adrián Vázquez apuntaba a que esos mimbres flaqueaban, aunque reducía la situación a quienes se habían marchado del partido. «No queremos tener advenedizos, ni tampoco gente que no tenga una brújula ética o moral, como son los que se han ido, sobre todo al PP», apuntaba.
Un PP que, en estos comicios, según auguraban las encuestas, ha nutrido su masa social con antiguos votantes de Ciudadanos, beneficiándose de la debacle del partido y recogiendo el voto liberal que Vox no acaba de plasmar blanco sobre negro en algunas de sus propuestas, más proteccionistas y conservadoras. De «ultraderecha», según Cs.
Sin embargo, esa oscilación entre la izquierda y la derecha y el acercamiento a un PSOE comandado por un Pedro Sánchez que no frecuentaba buenas compañías desde el prisma de buena parte de los votantes de Cs –especialmente entre los catalanes hastiados del independentismo– tampoco han resultado inocuos para la salud de los 'naranjas'. «Votar hoy a Ciudadanos es apoyar a Sánchez; es uno más de la banda», que diría Hervías.
Ahora los 'naranjas' deben buscar la manera de reenganchar al electorado en las semanas que restan para las generales, si es que finalmente concurren. Unas elecciones a las que tenía pensado presentarse Guasp, quien primero tiene el difícil cometido de darse a conocer entre los españoles. La hasta el momento escasa exposición mediática de la portavoz política de Cs y sus negativas a conceder entrevistas no parecen haber ayudado de momento a un partido cuyo nuevo proyecto, ideado a un año vista, ha nacido muerto.
Y el mensaje de este domingo en las urnas aleja aun más de la fe a una formación que necesita un auténtico milagro para poder resucitar. Este martes el partido ha convocado una rueda de prensa en la que anunciará su futuro más inmediato, que quizás sea simplemente que ya no lo tiene.
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