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06 de mayo de 2024

Ilustración Pablo Motos

Motos, un 'showman' metido a árbitro políticoPaula Andrade

El perfil

Motos, un 'showman' metido a árbitro político

Si a cambio de promocionar sus películas, El Hormiguero ha sentado en su plató a Tom Cruise o a Will Smith, por qué no hacerlo con Pedro Sánchez y Alberto Núñez-Feijóo, dispuestos a mostrar su faceta más personal

En solo dos días, unas hormigas y el jefe del hormiguero se han convertido en el centro de la precampaña electoral. La democracia española parece estar en manos de un programa de televisión y Pablo Motos es nuestro gurú. A falta todavía de debates, los dos púgiles del 23-J se han enfrentado a través del plasma que les ha prestado Pablo Motos Burgos, un valenciano de Requena que va a cumplir 58 años a finales de agosto y que lleva un año siendo insultado por las huestes progres porque piropea a las actrices que le visitan; este es el progre nivel que nos rodea. Motos es para Irene Montero «un machista» y sus hormigas desdentadas «unas fachas». Que le preguntara desenfadadamente a Elsa Pataky en 2016: «perdona, no es una pregunta íntima, sino periodística. Tú cuando duermes ¿la ropa interior es sexy o cómoda?» provocó que, con dinero público (más de un millón de euros), las chicas de la tarta vomitaran un anuncio propagandístico donde le acusaban de misógino y paternalista con las mujeres.
Las sacerdotisas de la moral podemita le han atizado por decir que Mónica Carrillo era un mito erótico, por hablarle a Pilar Rubio de su ropa interior o por lanzar elogios al físico de Mónica Naranjo. Que interrumpiera a Blanca Suárez cuando hablaba de su serie para preguntarle cuántos pendientes cabían en su oreja fue suficiente para que fuera mandado a la guillotina, mientras las mismas que pedían las sales abrían las puertas de las cárceles a los violadores. Que comentara selfis de Rosa López en bikini sentó muy mal a Pam, por aquello de la gordofobia, así que recibió todo tipo de invectivas de las activistas hoy venidas a menos. Lo curioso es que la mayoría de las agasajadas por el pretendidamente «macho alfa» de la tele, nunca se han quejado de sus lisonjas y en todas las entrevistas se las ve perfectamente cómodas y divertidas, mostrando complicidad con Pablo.

Las audiencias de este 'showman' metido en política de altos vuelos han sido directamente proporcionales a la indignación de Irene e Ione

Para desgracia de la señora de Galapagar, Motos y sus hormigas no hacen distingos entre sexos cuando plantean sus –a veces– impertinentes preguntas. A Sergio Dalma, Maluma, Miguel Ángel Silvestre y Sergio Ramos también han espetado cuestiones relativas a su intimidad sin que nadie del Gobierno se haya dado por ofendido. Huelga decir que las audiencias de este showman metido en política de altos vuelos han sido directamente proporcionales a la indignación de Irene e Ione. Cuanta más afectación feminista, más gente dispuesta a pasar un buen rato delante de Trancas y Barrancas. El Hormiguero es hoy, con Pasapalabra, el programa más visto de Antena 3 y lidera la franja del prime time sobre todas las cadenas generalistas. Un espacio premium demandado por los principales anunciantes españoles y que en su última hora nos ha ofrecido un debate en diferido entre los dos irreconciliables candidatos a presidir el Gobierno.
Si a cambio de promocionar sus películas, El Hormiguero ha sentado en su plató de Atresmedia a Tom Cruise o a Will Smith (las estrellas de Hollywood se sienten cómodas en el formato español), por qué no hacerlo con Pedro Sánchez y Alberto Núñez-Feijóo, dispuestos a mostrar su faceta más personal y someterse a las cotillas hormigas a la búsqueda de que una millonada de espectadores (2.922.000 al presidente y 3.079.000 al jefe del PP) vean «su película» el próximo 23 de julio. Los expertos dicen que el éxito de Motos con los candidatos se debe a que el formato ligero de sus programas reunió a más audiencia transversal que si las entrevistas se hubieran hecho en un plató de sesudos analistas políticos. El popular batió todas las marcas, incluso la de Isabel Pantoja, y tuvo un espectador de excepción, Julio Iglesias, que siguió desde su casa de Miami los guiños que le hicieron Feijóo y Motos.
Sánchez, reconvertido en presentador de televisión, se mostró invasivo y, por momentos, pareció dirigir el programa en lugar de un Motos un tanto acomplejado probablemente por los prejuicios zurdos contra él. El espacio dio a elegir a Moncloa el día para la entrevista y la mala suerte la situó antes que Feijóo, lo que proporcionó una ventaja añadida a Génova para corregir los errores del presidente y contestar a sus aspavientos. Quedó claro que Motos estaba en terreno ajeno ante los dos presidenciables, pero quizá por eso las entrevistas tuvieron la frescura que no consiguen profesionales de la información política.
Pablo Motos no ha tenido una vida fácil: de familia humilde tuvo que ser autodidacta ya maduro porque de niño no pudo formarse. Desde que en 2006 empezó a dirigir El Hormiguero, su plató ha sido el escenario de autoconfesiones desgarradoras; contó dramáticos episodios juveniles cuando era DJ y que estuvo a punto de morir cuando se le disparó un arma. Pero lo mejor estaría por llegar en su ascendente carrera: de fenómeno televisivo a inopinado árbitro de nuestra peor hora política. Y todo, entre trancas y barrancas.
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