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17 de mayo de 2024

Ana Martín
Ana Martín

Susto o muerte: Sánchez adentra al país en una legislatura ingobernable, corta e improductiva

Su investidura como presidente, si es que logra convencer a Puigdemont, no será el final de nada, sino el principio de una carrera de obstáculos sin tregua

Madrid Actualizada 05:05

Pedro Sánchez, el ministro Bolaños y la presidenta del Consejo de Estado

Pedro Sánchez, el ministro Bolaños y la presidenta del Consejo de EstadoEFE

El lunes, apenas 24 horas después de que las urnas dieran una vida más a Pedro Sánchez, un grupo de rock catalán llamado los Búhos daba un concierto en la localidad gerundense de Salt. Entre canción y canción, buena parte del público empezó a corear: «Sánchez, mamón, truca (llama) al Puigdemont». Unas horas después, el prófugo colgaba en su perfil de Twitter una canción de los Búhos llamada Volcanes, sin más comentario. Tampoco hacía falta para buen entendedor.
El expresidente de la Generalitat está disfrutando de su papel protagonista en la investidura de Pedro Sánchez y la gobernabilidad de España. No solo no lo oculta, sino que alardea. Hace poco más de tres semanas que, durante una entrevista en Telecinco, el candidato del PSOE le dio por muerto y enterrado políticamente: «Afortunadamente, el señor Puigdemont es el pasado. Hace cinco años era un problema para España. Hoy es una anécdota», le dijo a Pedro Piqueras. Y ahora Sánchez está en sus manos.
A los socialistas les incomoda depender de un personaje que, en los meses previos al referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017, posaba orgulloso con los múltiples requerimientos que le había enviado el Tribunal Constitucional. Como si fueran trofeos de caza. Pero es mejor eso que acabar en la oposición, que era la expectativa que tenían y temían antes del 23 de julio.
Carles Puigdemont, posando con los requerimientos del TC en abril de 2017

Carles Puigdemont, posando con los requerimientos del TC en abril de 2017

En los círculos políticos de Madrid y Barcelona se cruzan apuestas sobre en qué dirección moverá el pulgar el César de Waterloo, que de momento no ha dado el menor síntoma de tener prisa. Más bien al contrario. «El PSOE ha espiado, perseguido, reprimido, despreciado y amenazado al presidente Puigdemont, además de utilizarlo como perverso cebo electoral, y para remacharlo, acaba de robarle la alcaldía a Xavier Trias en un pacto con el PP, bajo el lema de que había que parar el independentismo», escribía esta semana la periodista más cercana a Puigdemont, Pilar Rahola.
Sin olvidar que Junts no es un partido monolítico, ni en la cúspide ni por la base. La consulta a la militancia que celebraron el pasado octubre para decidir si rompían o no con ERC en la Generalitat evidenció la división interna: el 55,73 % votó a favor de dar portazo al presidente catalán, Pere Aragonès.

Una carrera de obstáculos

Sánchez ha conseguido tender dos trampantojos desde la noche electoral. El primero, que parezca que él ganó las elecciones. El segundo, que parezca que va a conseguir la investidura a la primera porque Junts no querrá aparecer como el culpable de dar una segunda oportunidad en las urnas al PP y Vox. Eso repiten en Ferraz y en la Moncloa. Pero la realidad es que tiene ante sí una carrera de obstáculos para ser investido presidente del Gobierno. Y, si lo consiguiera, más obstáculos aún para durar más de un año. Sobre ello también hay apuestas ya.
El presidente en funciones se ha quitado de en medio para que sea su partido el que dé la primera batalla: la de retener la Presidencia del Congreso frente al PP, que ganó las elecciones y que ya cuenta de partida con mayoría absoluta en el Senado. El papel de la hasta ahora presidenta de la Cámara Baja, Meritxell Batet, fue clave en momentos delicados de la pasada legislatura. No solo en la pandemia, también para dar prioridad a la tramitación de iniciativas que al PSOE le interesaba aprobar en el mínimo tiempo. Y para dilatar otras de la oposición.
La presidenta del Congreso, Meritxell Batet

La presidenta del Congreso hasta ahora, Meritxell BatetEFE

Parece un objetivo alcanzable, puesto que el PSOE tiene una baza para jugar: ERC y Junts no consiguieron el porcentaje de voto necesario para formar, cada uno, un grupo parlamentario propio. Que da muchos privilegios. Los socialistas pueden prestarles los votos para que lo formen. El 17 de agosto se constituirán las Cortes.
Tras la ronda de consultas del Rey (en torno al 21 de agosto) y la previsible designación de Alberto Núñez Feijóo como candidato a la investidura (los socialistas han adelantado que no van a «entrometerse» si Feijóo quiere postularse), será la Mesa del Congreso la que fije las fechas del debate. De ahí la importancia para la izquierda de mantener el control sobre el órgano de gobierno de la Cámara. ¿Finales de agosto? ¿Primera quincena de septiembre? En cualquier caso, a partir de su derrota empezaría la cuenta atrás de dos meses hacia la repetición electoral.

La Diada del 11 de septiembre será un termómetro de la temperatura en Junts

Por esas fechas, el independentismo más irredento ya se prepara para hacer una demostración de fuerza en la manifestación de la Diada, el lunes 11 de septiembre. En los últimos años, la Diada ha ido perdiendo fuelle, pero en esta ocasión será un termómetro de la temperatura en Junts en plenas negociaciones con el PSOE y Sumar.
El 31 de octubre, la Princesa Leonor cumple 18 años. La Constitución recoge en su artículo 61.2 que, al alcanzar la mayoría de edad, el heredero debe prestar juramento de guardar y hacer guardar la Constitución y las demás leyes, así como de fidelidad al Rey. Ese acontecimiento de tal solemnidad puede interferir en el calendario de la investidura. No es nada descabellado que el juramento de la Princesa Leonor se celebre con un Gobierno en funciones, si para entonces Sánchez no ha convencido a Puigdemont.
La Princesa Leonor durante la ceremonia de entrega de los premios de la Fundación Princesa de Girona

La Princesa Leonor, durante la entrega de los premios de la Fundación Princesa de GironaEfe

En Ferraz y la Moncloa nadie quiere oír de una repetición electoral que nos llevaría a Navidad, y que sería la tercera consecutiva. Un alto cargo socialista pronosticaba el pasado miércoles que la nueva legislatura no será «muy prolija» en leyes, dando por hecho que habrá Gobierno de coalición. O, como lo llamó Inés Arrimadas ese día, «Gobierno Frankenstein con peluca», en alusión a Puigdemont.

Después toca gobernar

Después de una investidura viene una legislatura; toca gobernar y legislar. Y Sánchez seguirá necesitando a Junts. En el caso de las leyes orgánicas que quiera llevar al Parlamento, para que vote a favor, puesto que éstas requieren mayoría absoluta de 176 escaños y ni sumando al PSOE, Sumar, ERC, Bildu, PNV y BNG salen los números. En el caso de leyes ordinarias y decretos leyes, que necesitan más síes que noes para su aprobación, para que se abstenga (y eso contando con que Coalición Canaria se alineara con Sánchez). El problema del presidente en funciones es que tiene enfrente un bloque de 171 diputados que no le va a dar tregua: 137 del PP, 33 de Vox y el de UPN. Y una mayoría absoluta de Feijóo en el Senado, donde los populares podrán vetar o enmendar los proyectos de ley que lleguen del Congreso, de manera que necesiten una segunda vuelta en la Cámara Baja antes de su aprobación definitiva.

Sánchez tiene enfrente un bloque de 170 diputados que no le va a dar tregua

En el caso de los Presupuestos Generales de 2024 necesitará mayoría absoluta para su aprobación, y ésa va a ser otra. El año que viene volverán a estar en vigor las reglas fiscales de deuda pública y déficit, así que tocará hacer ajustes/recortes. Sánchez suele presumir de que la legislatura pasada logró aprobar tres Presupuestos (los de 2021, 2022 y 2023) a tiempo, y no le falta razón. Pero, en los tres casos, el presidente convenció a ERC, Bildu y el resto de sus socios a base de gasto desaforado. Esta vez no podrá gastar con tanta alegría.
En circunstancias normales, a principios de octubre, como muy tarde, el Ejecutivo debería aprobar el proyecto de ley de Presupuestos para enviarlo a las Cortes y que esté listo antes de fin de año. Los de 2024 no llegarán a tiempo, casi con total seguridad: un Gobierno en funciones no puede aprobarlos y el nuevo, si es que lo hay a la primera, antes tendrá que ponerse de acuerdo entre sí.
Sánchez aspira a liderar una coalición que se parece a una matrioska, porque dentro de Sumar hay una quincena de partidos. Formaciones como Podemos, Más País y Compromís que fueron rivales hace apenas dos meses, en las elecciones municipales y autonómicas. Los morados, que tendrán cinco diputados en un grupo parlamentario de 31, un día después de las elecciones ya estaban culpando a Yolanda Díaz del insuficiente resultado. Tres días después, advirtiendo de que actuarán con «autonomía política».
Por no hablar del flanco norte, en el que Sánchez tendrá que lidiar con un aumento de las hostilidades entre Bildu y el PNV. En el primer semestre de 2024, ambas formaciones socias del Gobierno central se enfrentarán en unas elecciones vascas. Más interferencias.
Así que, en resumen, ya puede coger fuerzas el líder socialista en estas semanas que se ha tomado de vacaciones. Porque las va a necesitar.
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