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28 de abril de 2024

Koldo García y Francina Armengol

Koldo García y Francina ArmengolPaula Andrade

El perfil

La señora Francina, el largo brazo de Koldo en Baleares

Sabe que en el sanchismo se gana más con lo que se calla que con lo que se habla. Por eso estuvo en silencio con las mascarillas, el 'solo sí es sí y los abusos a niñas tuteladas por su Gobierno

En agosto de 2020 Francina Armengol Socias (Inca, 1971) es presidenta del Gobierno balear, una suerte de minifrankenstein de tres partidos extremistas y separatistas que encabeza el PSOE. Le quedan menos de tres años para que los electores la manden a los corrales. Pero en esos días, su Gobierno certifica que las mascarillas defectuosas que había comprado por valor de 3,7 millones de euros de dinero público eran «satisfactorias». Y eso pese a que en junio, la oficina contra la corrupción de las Islas Baleares ya había advertido a la hija del boticario Armengol que la partida, pagada en parte con fondos europeos, no respondía al dineral gastado: no cumplían los estándares sanitarios, eran solo tapabocas quirúrgicos. Su amigo José Luis Ábalos era un entusiasta de la empresa Soluciones de Gestión, que las había vendido en lo peor de la pandemia. Tan amigo era de esa empresa que se la coló a Marlasca, Illa, Puertos del Estado, Adif, al Gobierno socialista canario y a la solícita Francina, una sanchista de corazón como lo era hasta el pasado martes el exministro de Fomento: unidos por el Sumo Líder. Su asesor Koldo daba fe de la «calidad» del material sanitario, porque cuantas más mascarillas vendía al Estado español, más comisiones cobraba él. La UCO lo ha puesto negro sobre blanco esta semana.
A Francina, premiada por Pedro Sánchez con la presidencia de las Cortes Generales por perder la Comunidad balear, se le atragantó siempre la gestión de la pandemia. Dejó Baleares como líder europeo en caída del PIB, pero Francina estaba más ocupada en menesteres mucho más chulis que perder el tiempo abordando los estragos económicos de la crisis sanitaria. Se comprobó cuando, mientras encerraba a sus conciudadanos durante los picos de la Covid, fue pillada con amigos de copas y farra. Su reacción no fue pedir perdón ni dimitir: purgó al policía municipal de Palma que la denunció.

En el sumario del caso Koldo hay referencias por parte de la trama de que «la señora» está en el punto de mira

No se pierde un entuerto. En el sumario del caso Koldo hay referencias por parte de la trama de que «la señora» está en el punto de mira, refiriéndose a la exposición pública de Armengol que, inexplicablemente, tardó casi tres años en denunciar a la empresa de las mordidas; solo lo hizo cuando endosó el marrón a su sucesora, la actual presidenta del PP de las islas, Marga Prohens. Es más, suscribió con la trama que tiene en un ay al PSOE un acuerdo verbal antes de refrendarlo en el Consejo de Gobierno. Extravagancias de Francina. Y, solo cuando los baleares la desalojan de la poltrona, reclamó a la empresa de las mascarillas que siguen guardadas y caducadas en una nave industrial.
Esta semana nos ha obsequiado con una teatralización que rivaliza en dramatismo con las de su amigo Ábalos. Cuando estalló el escándalo, dijo estar «indignada no, indignadísima» con que alguien se lucrara con el material sanitario en plena pandemia. Lástima que esa indignación no la llevara a poner las «mascarillas fake» en manos de la justicia sin enredar para que salpique su negligencia al PP. Pero ella sabe que en el sanchismo se gana más con lo que se calla que con lo que se habla. Por eso estuvo en silencio cuando ya sabía que había un quebranto patrimonial a los contribuyentes de su Comunidad, como calló también, cómo olvidarlo, con la nefanda ley del 'solo sí es sí' y la rebaja de penas a los violadores. Todo lo contrario, si hemos de regirnos por su propio comportamiento, protagonizó una bochornosa pasividad ante los abusos a niñas tuteladas por su Gobierno. La feminista Armengol torpedeó cualquier investigación.
En el sanchismo, una biografía tan «brillante» es el pasaporte seguro al ascenso. Por eso, el pasado 17 de agosto recogió todos los frutos de su despropósito balear: fue nombrada tercera autoridad del Estado, gracias al pago solícito del chantaje impuesto por los separatistas catalanes que le dieron su preciado voto al Líder Supremo a cambio de imponer un circo de pinganillos, traductores y sobreactuaciones en la institución que preside, que hasta ahora era la sede de la soberanía nacional y hoy nadie sabe qué. Una Torre de Babel para unos adolescentes tardíos jugando con walkie-talkies.
Una mujer como ella, de profundas raíces familiares, sabe que la caridad bien entendida empieza por uno misma. En política, no ha hecho otra cosa durante los últimos años que militar activamente en el ejército sanchista para conseguir recompensas. Su vocación de barrer para dentro, como los antiguos carboneros, no ha evitado tiznar el rastro dejado por su pareja, que ha facturado cuatro millones como consecuencia del ascenso político de la mallorquina. Gracias a El Debate ya sabemos que, nada más ser nombrada presidenta regional, con el apoyo de los soberanistas de Mès y Podemos, autorizó sospechosamente la construcción de un hotel de lujo en el norte de Mallorca. Dos circunstancias apestan en el procedimiento: el proyecto llevaba casi dos décadas bloqueado por ser en suelo protegido, y su pareja, Joan Nadal, estaba vinculado al entramado societario.
Eso sí, Francina es tan permeable al bienestar de sus familiares como al catalanismo xenófobo. Puigdemont dictó que su antecesora en el Congreso, Meritxell Batet, era poco separatista así que pidió expresamente a Sánchez que la sustituyera por Francina, más «fiable» para el forajido de la justicia española. De hecho, la presidenta del Parlamento es devota entusiasta de los indultos, la eliminación de la sedición y la rebaja de la malversación para «apaciguar a los soberanistas». La buena de Armengol acostumbra a hablar del «Estado español» para evitar pronunciar la palabra España. Es, como Iceta o Illa, una nacionalista camuflada de socialista, que ha liderado una polémica gestión autonómica marcada por las cesiones en lengua, educación y vivienda a sus socios separatistas.
Abrió la puerta a la «inmersión» eliminando el carácter vehicular del castellano en las aulas. Para ello, entregó la dirección lingüística a los sectores más radicales de Mès, socios de Esquerra. Su gran legado ha sido legislar para que los médicos baleares tuvieran que acreditar, por encima de sus conocimientos científicos o praxis clínica, la titulación en catalán, circunstancia que derivó en un peligroso déficit de médicos en las islas, especialmente de oncólogos. Hasta los enfermos de cáncer salieron a la calle para protestar. El cambio de Gobierno el pasado junio permitió que la actual presidenta balear, la popular Marga Prohens, derogara tamaño dislate.
Farmacéutica de profesión, lleva casi toda su vida viviendo del presupuesto público. Primero como edil en su pueblo natal, Inca, después como diputada regional, para más tarde ser consejera del Consell Insular de Mallorca, antes de convertirse en 2015 en la primera mujer presidenta de la comunidad autónoma, cargo que revalidó cuatro años después pero perdiendo ante el PP e inaugurando lo que su admirado Pedro Sánchez ha consagrado como marca de la casa socialista: un tutti frutti de Gobierno integrado por partidos que odian a España.
Lleva medio año en la Carrera de San Jerónimo, tiempo en que se ha convertido por méritos propios en la ministra 23 del Gobierno de Pedro Sánchez colocando, como él, a peones entregados a la causa como es el caso del nuevo Letrado Mayor del Congreso, humillando así a ese alto Cuerpo de servidores del Estado y degradando el importante papel institucional de la Cámara. Ahora, la torre más alta del socialismo tras Sánchez ha sido salpicada en un escándalo de corrupción que compromete gravemente su continuidad al frente del Legislativo. Solo Francina podía caer tan bajo arrastrando con ella todo lo que encuentra a su paso: incluidas las Cortes Generales.
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