Fundado en 1910
Jessica Rodríguez, amante de José Luis Ábalos, a su llega al Tribunal Supremo

Jessica Rodríguez, amante de José Luis Ábalos, a su llega al Tribunal SupremoEFE

El perfil

Jessica, la subvencionada 'pretty woman' de Ábalos

Como quien busca ganado para la finca, el fiel lugarteniente le mostró en su portátil el variopinto escaparate a su feminista jefe; y eureka, el ministro señaló a una chica muy guapa, rubia, que ofrecía sus servicios en lencería fina

Maldita la hora en que conoció a Jose. Bueno, o bendita. Depende de cómo se mire. Vestida de negro de pies a cabeza –con peluca morena y flequillo para ocultar su pelo dorado– y con obligación de decir verdad como testigo de la causa que se sigue contra su expareja José Ábalos Meco por corrupción. Así llegó Jessica Rodríguez al Supremo. Y empezó a recordar. Recordó mucho más de lo que le hubiera gustado a Jose, su Jose. Corría octubre de 2018, y Ábalos acababa de llevar, con un discurso vibrante contra la corrupción y a favor de la igualdad, a Pedro Sánchez a la presidencia mediante una moción de censura contra Rajoy. Jessica vivía con unas compañeras de piso y cursaba Odontología cuando el exministro y mano derecha de Pedro Sánchez la eligió en un catálogo que llevaba en su móvil Koldo. Solo hacía cuatro meses que Jose era ministro de Fomento, el de más gasto. Tardó poco en necesitar los servicios profesionales de Jessi, a la que enseguida los de la trama empezaron a conocer como «Jessica veinte minutos». Se desconoce por qué.

Como quien busca ganado para la finca, el fiel lugarteniente le mostró en su portátil el variopinto escaparate a su feminista jefe; y eureka, el ministro señaló a una chica muy guapa, rubia, que ofrecía sus servicios en lencería fina. Así comenzó una relación «sentimental» –extramatrimonial, según la expresión de Ábalos– y pronto, como relató la futura odontóloga al instructor del Supremo Leopoldo Puente, «me dijo que cogiera un piso que me gustara y elegí ese porque estaba cerca de Ferraz y de mi universidad».

La vida de Jessi cambió. De compartir apartamento con derecho a cocina pasó a vivir en una de las zonas más caras de la capital, en un piso de lujo en la Torre de Madrid. Ya se lo dijo su churri: no tienes edad para compartir casa. El viejo problema de la vivienda en España resuelto ipso facto por un ministro con la chequera. A 2.700 euros mensuales –dinerito que la inquilina jamás abonó– se instaló la estudiante en el rascacielos de la plaza de España. Según los investigadores, lo pagó Alberto Escolano, socio del conseguidor e imputado Víctor de Aldama. En total, desembolsó 82.298 euros por alojar a la pareja de Jose. Del generoso Jose. Según la UCO, se trató de una comisión encubierta al ministro, al que había que tener muy contento porque de él dependían muchos millones en concesiones y contratos con la Administración.

La nueva pareja eligió su nidito de amor cerca de la calle donde se ubica la sede socialista; y es que el secretario de Organización del PSOE tenía que compatibilizar el ingente trabajo como fontanero de Sánchez y sus habituales visitas a la elegida. Además, si le llamaba Pedro, el Palacio de la Moncloa estaba a tiro de piedra. El tiempo de Ábalos era oro. Se veían semanalmente y había que ponérselo fácil al Romeo progresista, quien tanto estaba haciendo por la igualdad de hombres y mujeres en España. De hecho, en diciembre de ese mismo 2018 el PSOE registró una proposición no de ley para abolir la prostitución. Jose defendió la iniciativa vehementemente mientras disfrutaba en sus ratos libres de lo que denostaba en el Parlamento. Es difícil hallar un monumento más perfecto a la hipocresía.

Pero la vida de Jessi continuaba, y sabía que cada vez que tuviera un problema doméstico debía hablar con Escolano. Por ejemplo, el día en que se le rompió el frigorífico y pitaba continuamente. Y si no respondía, entonces telefoneaba a Koldo. Allí vivió tres añitos, de 2019 a 2022. Lo que pasa es que, en julio de 2021, el presidente del Gobierno destituyó a Jose –aunque solo un año después lo incluyó de número dos en la lista valenciana para aforarlo– y éste le dijo que se tenía que ir porque ya se debían cuatro mensualidades en el rascacielos y él ya no tenía con qué pagarlo. El chollo acababa.

Pero antes, al protector de Jessi no le pareció suficiente lo de dotarla de un techo con vistas al cielo velazqueño de Madrid. Ella había suspendido «su profesión» para dedicarse en exclusiva a él y necesitaba recompensarla. Había que proporcionarle el salario mínimo interprofesional, ahora que la camarada Yolanda lo iba a subir. Así que a la solícita amante le cayeron dos empleos fantasma para redondear sus ingresos. Así lo contó en el Supremo la nueva –e inopinada– auxiliar administrativa del Estado. Hasta Jose le ayudó a redactar su currículum porque, dada su profesión, no tenía experiencia en esas cosas tan vulgares de buscar curro.

Primero la contrató Ineco, una empresa pública dependiente del Ministerio de su entregado amor. Hasta le dieron un ordenador que solo abrió para realizar un curso de riesgos laborales. No aclaró ante el juez si el riesgo laboral lo provocaba la interrelación con su novio. Quedó a la espera de que su nuevo jefe en el chiringuito público, Joseba, el hermano de Koldo, le pidiera que realizara algún trabajo. El caso es que no lo hizo. Así que, sin saberlo, fue la inspiradora de David Azagra: nunca supo dónde estaba su empresa, ni quiénes eran sus compañeros, ni cuál era su labor, ni para qué diantres la enchufaron. Es más, testificó que a ella «no le venía bien lo de trabajar»; pero su novio se empeñó. Y menudo despiste: confesó que es ahora cuando se ha enterado que la empresa era pública. Siempre creyó que era una entidad privada. Eso sí, cobró sin dilación sus 900 euros mensuales. Hasta que en febrero de 2021 acabó su contrato y, en un mensaje interceptado por la Guardia Civil, sobre el que le preguntó el fiscal, se lo advirtió a Ábalos. Y la maquinaria del ministro enseguida buscó remedio en otro chiringuito pagado por todos.

Dicho y hecho, un mes después pasó a Tragsatec, éste adscrito al Ministerio de Agricultura, del que acaban de cesar a una gerente de tercer nivel para purgar culpas. Sin entrevistas, sin méritos, con unos pocos conocimientos de office. Porque tú lo vales. Contratos que Óscar Puente, tras una auditoría, justificó afirmando que «siguieron el procedimiento habitual». Jessi, llorando, contó al juez su absentismo laboral: nunca dio chapa. Ahí el SMI ya había subido, gracias al Gobierno progresista de su pareja, hasta los 1.060 euros. Que cobró religiosamente. Digo, progresistamente.

Pero esa fructífera relación «sentimental» –monógama al principio, según aseveró la testigo– tuvo también una dimensión turística. Con el ministro empezó a recorrer medio mundo. La paseó en su comitiva oficial por Moscú, Londres, Abu Dhabi… Él siempre, cuenta Jessica, pagaba sus dietas. No había mes en el año que no la sacara a recorrer el planeta. Delante de escoltas –¿tendrá algo que decir Marlaska?–, directores generales, secretarios de Estado, asesores, gabineteros, periodistas… ella siempre era fija a la sombra del ministro. Koldo y ella. Incluso contó en la testifical que, en el colmo de la eficiencia en el gasto, hubo una vez en que le compraron un billete más barato a Montreal para ahorrar unos euros a las arcas públicas. Un detalle poco valorado por los contribuyentes.

Pero la mano derecha de Pedro Sánchez, el plenipotenciario número dos en el partido y superministro de Transportes, decidió terminar la relación un año después de iniciarla. A Jessi «le decepcionó» que le advirtiera que mientras fuera ministro no podía dejar a su familia. El sugar daddy no cumplió con la promesa que le hizo de que iba a divorciarse de su mujer y ella «no quería ser segundo plato de nadie». Nada nuevo para las telenovelas turcas. Desmadejada se lo contó al juez y al fiscal. Pero, eso sí, Jose le dijo que mientras estudiara la carrera «podía seguir tranquilamente en la casa».

Quizá, la aspirante a Julia Roberts –que como ella usaba pelucas morenas– se creyó el final de la peli confundiendo a Jose –en puridad un cruce de Torrente y el Algarrobo, y que me perdonen ambos– con el mismísimo Richard Gere. A las dos les regalaban flores. A Julia se las llevó Richard escalando galantemente por la fachada de su apartamento, pero Jessi tenía que conformarse con que se las diera Koldo, el mismo que deslizaba sus dedos por el móvil para ofrecerla al ministro. Que me disculpe Jessica, pero no es lo mismo.

comentarios
tracking

Compartir

Herramientas