
Ilustración de José Luis Ábalos
El Perfil
Ábalos, puñalada sin lisonja
El que fuera número dos del PSOE y ministro desde primera hora de Sánchez, con más de 40 años en la política, dio muchos tumbos hasta llegar al olimpo socialista
Alguien que como José Luis Ábalos Meco (Paterna, Valencia, 65 años) invoca a Quevedo en sus conversaciones filtradas con Pedro Sánchez para recordar que «puede haber puñalada sin lisonja, pero pocas veces hay lisonja sin puñalada» es un ejemplar político impagable. Para que luego digan que solo se dedicaba a visitar bares de lucecitas. Eso sí, su amor por los clásicos no le ha impedido atisbar un negro horizonte penal que podría rozar los 22 años de cárcel; y cuanto más se acerca a ocupar una celda en la sede de su segundo apellido, más tiros da al aire para que los oiga Pedro.
Jose, como le llaman en el PSOE, lo fue todo y ahora es un apestado, un devoto de las sobrinas, un ciclón inagotable en los Paradores que se reconoce tan bondadoso que tan solo -dice- ha filtrado los mensajes que dejaban bien al presidente. Los curiosos códigos morales del régimen enmarcan dentro de la bonhomía sanchista llamar «petardo» e «hipócrita» a Javier Lambán, calificar de «vomitivas» las declaraciones de Emiliano García Page, tachar la vida de Felipe González de «pura amargura», de «impresentable» a Vara, catalogar de «pájara» a Margarita Robles o de «maltratador» a Pablo Iglesias.
Pero hay que otorgar un mérito indiscutible al que fuera mano derecha del presidente –«he echado de menos trabajar contigo» se dolía por whatsapp Su Sanchidad– y es que nos ha ayudado a retratar el perfil psicológico de un narcisista y confirmado lo que todos sabíamos por informaciones ofrecidas discretamente por sus interlocutores en el partido: Pedro tiene exactamente en privado el tono macarra que sospechábamos.
Y ambos comparten ese jaez, gastan del mismo lenguaje desde que en 2016, junto a Koldo y Santos Cerdán, Ábalos acompañó a Pedro en un peugeot a reconquistar el poder socialista frente a Susana Díaz. Un cuarteto unido hasta que la corrupción lograra separarlos. Y los separó.
El exministro no da puntada sin hilo: filtrando a El Mundo sus conversaciones con el presidente –dice que solo los de 2023–, sugiere a Moncloa que, si quiere control de daños, igual haría bien en ir preparando a García Ortiz y a Pumpido para que mejoren su futuro judicial. Y, si no es así, se ha fabricado una treta procesal, negando que parte de los mensajes los haya facilitado él, que utilizaría en un hipotético recurso ante el TC por vulneración de su derecho a la privacidad.

El exministro de Transportes José Luis Ábalos
Y es que le sabe a muy poco lo único que ha hecho Ferraz por él: retrasar su expediente de expulsión del partido. Se abrió hace 15 meses y sigue sin ejecutarse, a diferencia de la velocidad del trueno con el que se despachó la militancia de un histórico como Nicolás Redondo Terreros.
Pedro le dijo a Santos Cerdán que fuera piano piano antes de retirarle definitivamente el carné –hoy solo lo ha perdido cautelarmente– para evitar la cabeza de caballo en la cama. Ya hizo Sánchez lo que pudo metiéndole como número dos por Valencia en la lista electoral de las elecciones de 2023 y regalarle el aforamiento. Pero ni por esas ha parado la vendetta.
El caso es que el factótum de Sánchez –que por el momento no ha roto, desde el grupo mixto, la disciplina de voto de sus excompañeros– empezó a cocinar su venganza hace dos meses y medio, cuando fue llamado a declarar por el Supremo su hijo Víctor, al que Aldama acusó de haberse beneficiado de comisiones.
Fue la gota que colmó su vaso: como a Bárcenas, cuando su mujer fue detenida y purgó tres años en Alcalá-Meco, o al propio «núcleo corruptor» Aldama, cuando vio que la suya era señalada por la UCO, también Ábalos ha decidido poner pie en pared para que no se salpique a los suyos. La cuña de la misma madera no se va a rendir sin hacer daño al tronco. Aunque del tronco salga una peligrosa rama llamada Begoña y sus amistades en Air Europa.
El que fuera número dos del PSOE y ministro desde primera hora de Sánchez, con más de 40 años en la política, dio muchos tumbos hasta llegar al olimpo socialista. Primero intentó en 2000 ser secretario general de su federación, la valenciana, y perdió frente a Joan Ignasi Pla.

José Luis Ábalos en su época como ministro de Fomento
Así que, en 2009, y tras obtener un escaño que quedó vacante en la Cámara Baja, coincidió con otro diputado por accidente, Pedro Sánchez. No dudó en apoyarle en las primarias de 2014, en las que el hoy presidente (cuyos avales fueron custodiados por el inefable Koldo) se enfrentó y ganó a Eduardo Madina y a Pérez Tapias.
Así que de manera natural se convirtió en el principal escudero de Sánchez cuando los barones le defenestraron en 2016: en sus viajes en coche por la Comunidad valenciana para convencer a la militancia, Pedro dormía en casa de Ábalos. Mientras casi todos le dieron de lado, el fiel José Luis se quedó a su vera, como Koldo y Santos Cerdán, y le montó la «reconquista», que arrancó precisamente en Xirivella, un pueblo cercano a Valencia, la tierra de Ábalos.
Pocos se atrevían por entonces a reivindicarse sanchista, sobre todo con el aparato del partido en contra, pero él sí lo hizo y fue recompensado con la secretaría de Organización del partido. Desde ahí, pergeñó la moción de censura contra Rajoy: las fotos de estos días nos recuerdan cómo paseaba triunfal por delante de los leones acompañando a su jefe, a Adriana Lastra y a Carmen Calvo, en la tarde de junio de 2018 en la que España cambiaría para siempre.
De hecho, defendió desde la tribuna del Congreso la primera moción de censura que triunfó en democracia, con invocaciones a la regeneración democrática que hoy producen sonrojo.

Pedro Sánchez junto a José Luis Ábalos en La Moncloa
Curiosamente, serían sus viejas amigas Lastra y Calvo las que avisarían al presidente tres años después, tras conocer por parte de la mujer de Ábalos de su vida disoluta y de sus tejemanejes económicos, de que el chapapote podía alcanzarle.
Y en julio de 2021 se produce la destitución después de que el mismo Jose hubiera ayudado a su mentor a cuadrar la crisis de Gobierno, en la que salieron Calvo y el gurú Iván Redondo. Lo último que le dijo fue: «y ahora José Luis tienes que irte tú». Puro Sánchez. Lo mandó enterrarse en vida, como Dios a Don Rodrigo: «Ya me come, ya me come, por do más pecado había».
Ábalos no ha olvidado ni olvidará ese verano de 2021. Las feministas del Ejecutivo, con Calvo a la cabeza, le habían hecho saber a Su Sanchidad la contradicción que suponía criticar en público comportamientos machistas, defender la abolición de la prostitución y tener un ministro que encajaba a la perfección con ese perfil tan socialista de los Tito Berni, los del dinero pasar una vaca, los ERE, etc.
Una vida llena de fiestorras, sobrinas, lucecitas, y muchos billetes. De 500 euros, a ser posible. Ya llegaban rumores de Jessica, de la miss Asturias y de tantas otras. Si hablaran los Paradores de Teruel, Sigüenza y Granada, qué no podrían contar. Justo lo que calló el lunes Óscar López, presidente de la red nacional en esos tiempos, cuando fue preguntado en el Senado.
Ábalos fue situado en el Ministerio de Fomento, el que más presupuesto maneja, y así compatibilizó el control del partido y la cartera con más inversión del Gobierno. Tras el secretario general, era el que más poder acumulaba. Previamente otro fontanero de Sánchez, Santos Cerdán, le había presentado a Koldo, que se convirtió en asesor, conseguidor y hasta consejero de Renfe Mercancías mientras su esposa terminaba de ayudante de la secretaria del ministro.
Tanto Sánchez como Ábalos lo arroparon y él, calentito y protegido, se embolsó, según la Fiscalía, casi dos milloncejos de euros en comisiones ilegales de una empresa que facturó más de 52 en contratos para la compra de mascarillas durante la pandemia.
Así que José Luis y Koldo se hicieron uña y carne. En el pódium de sus mejores servicios al Amado Líder está el turbio asunto de Delcy García (la vicepresidenta de Maduro que tenía prohibida la entrada en suelo europeo), a la que el exministro recibió en enero de 2020 a escondidas y con la que protagonizó un oscuro trasiego de maletas en Barajas. ¿Quién llevó en el coche (particular) al ministro a ese encuentro con la número dos de la dictadura venezolana? El eficaz Koldo.
Ábalos, ese ávido estudioso de Quevedo que con tanto deleite leyó «Vida de Marco Bruto», seguro que también retuvo la advertencia del clásico, que puede servir de aviso a navegantes monclovitas: «Quien deja vivo al ofendido, ha de temer siempre a la venganza».