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Pedro Sánchez y su candidato, Miguel Ángel Gallardo, este jueves en Plasencia (Cáceres)

Pedro Sánchez y su candidato, Miguel Ángel Gallardo, este jueves en Plasencia (Cáceres)EFE/Eduardo Palomo

La ciudadanía tiene la palabra

La corrupción del sanchismo se somete al veredicto de las urnas tras 22 meses de escándalos

Extremadura es la casilla de salida del nuevo ciclo electoral, y en su tablero se jugarán tres partidas simultáneas: la de Guardiola; la de Sánchez contra Feijóo; y la de Feijóo contra Abascal

Con la campaña recién inaugurada en la medianoche de este viernes, Extremadura es ya, oficialmente, la casilla de salida de un nuevo ciclo electoral; uno en el que la corrupción del sanchismo se someterá al veredicto de las urnas después de 22 meses de escándalos continuados. En concreto, desde que el 21 de febrero de 2024 estalló el caso mascarillas con la detención de Koldo García. Luego seguirán las elecciones en Castilla y León y Andalucía, y puede que también Aragón, si el presidente Jorge Azcón no logra sacar adelante sus Presupuestos.

No está acostumbrada la tierra natal de Hernán Cortés a que la política nacional mire hacia ella. Pero, en una decisión personalísima, María Guardiola optó por lanzar los dados electorales antes de tiempo, aprovechando la debilidad del PSOE extremeño y de su candidato, Miguel Ángel Gallardo. Y así arrancaron tres partidas simultáneas: la extremeña propiamente dicha; la que juegan Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo; y la que enfrenta al líder del PP con Santiago Abascal.

La partida extremeña de Guardiola

Las encuestas coinciden en dar a Guardiola como ganadora, rondando los 30 escaños de 65, y, por tanto, sin mayoría absoluta. El candidato socialista, que irá a juicio en mayo acusado de fabricar una plaza a medida del hermano de Sánchez en la Diputación de Badajoz, no es rival para la presidenta extremeña. El auténtico rival es Vox, que presenta a Óscar Fernández Calle. Y su objetivo realista es lograr más escaños que la suma del PSOE y Unidas por Extremadura, de manera que solo necesite la abstención de los de Abascal para una investidura.

Alberto Núñez Feijóo y María Guardiola, este jueves en Don Benito

Alberto Núñez Feijóo y María Guardiola, este jueves en Don BenitoEFE

En 2023 Guardiola no ganó, sino que empató a escaños con el PSOE y perdió en votos, y aun así se resistió a meter a Vox en su Ejecutivo. A tal punto llegó su encastillamiento que al PP casi le cuesta el Gobierno. Aunque finalmente accedió a regañadientes, la relación entre ambos nunca ha sido buena. Y ahora los de Abascal se la tienen guardada. Dicen que no se lo pondrán tan fácil como a Juanfran Pérez Llorca en la Comunidad Valenciana, puesto que allí sí hay entendimiento.

La partida entre Sánchez y Feijóo

Para Sánchez, lo quiera o no, este será el primer plebiscito al que se someta, acosado como lo están el presidente y su partido, por los casos de corrupción que les afectan. Sánchez acostumbra a tomarse todo como un pulso: cuando pudo haber relevado a Santos Cerdán lo reeligió secretario de Organización; cuando pudo haber retirado su confianza al fiscal general del Estado lo apoyó hasta el final; y cuando pudo haber cambiado de candidato en Extremadura decidió que era Gallardo o nadie.

Los socialistas aspiraban a utilizar el acuerdo entre el PP y Vox en la Comunidad Valenciana como acicate en la campaña extremeña, pero ha resultado que en la precampaña han pesado mucho más otros tres temas: la prolongación de la vida útil de la central nuclear de Almaraz, a la que el Gobierno de Sánchez se opone; el procesamiento del candidato del PSOE y su intento de aforarse incurriendo en «fraude de ley» –según el TSJ de Extremadura–; y las conexiones ferroviarias.

En el PP resumen así su objetivo en los primeros meses del nuevo carrusel electoral: «Ganar al que dio trabajo al hermano de Sánchez, ganar al que colocó Sánchez para quitarse de en medio a Luis Tudanca (en alusión a Carlos Martínez, candidato del PSOE en Castilla y León), ganar a la vicepresidenta de Sánchez (María Jesús Montero, candidata en Andalucía) y, si finalmente hay elecciones en Aragón, ganar también a la portavoz del Gobierno de Sánchez (Pilar Alegría)». Feijóo fue aún más sucinto este jueves en Don Benito: Extremadura será «el inicio del fin del sanchismo», deseó.

En ninguna de estas tres elecciones –con la posibilidad de una cuarta– las expectativas de Sánchez y de Feijóo están al mismo nivel. Ni parecido. Los socialistas no pueden aspirar a ganar ni en Extremadura, ni en Castilla y León, ni en Andalucía, así que su objetivo es que los presidentes populares dependan de Vox hasta para respirar. Los populares aspiran a lograr victorias amplias en Extremadura y Castilla y León, y a revalidar la mayoría absoluta de Juanma Moreno. Y, con ello, reforzar el liderazgo de Feijóo.

A Sánchez ya le fueron muy mal las anteriores elecciones municipales y autonómicas. Tras ellas, decidió acelerar los congresos autonómicos y quitarse de en medio a los varones regionales que le estorbaban. Cayeron Juan Espadas (Andalucía), Juan Lobato (Madrid), Luis Tudanca (Castilla y León), Pablo Zuloaga (Cantabria), José Vélez (Murcia) y Concha Andreu (La Rioja). Así que suya es la responsabilidad de lo que pase a partir de ahora.

La partida entre Feijóo y Abascal

La partida que juegan Feijóo y Abascal es distinta. Ambos saben que, aunque ahora compitan duramente, acabarán jugando en el mismo equipo, en esta España de bloques. Tras las autonómicas y municipales de 2023, el PP ya cruzó el Rubicón de los gobiernos de coalición con Vox. De manera que ahora no hay ninguna duda de que pactarán donde lo necesiten.

Santiago Abascal, en Villanueva de la Serena

Santiago Abascal, en Villanueva de la SerenaEFE

Sí, hay dudas sobre las exigencias que pondrán los de Abascal y, sobre todo, si querrán repetir la experiencia de compartir ejecutivos. Porque en julio de 2024 Vox abandonó todos los gobiernos regionales de coalición con el PP. Vox estrena este ciclo electoral estando en un gran momento en las encuestas de ámbito nacional, frente al estancamiento del PP. Ahora tiene que confirmarlo, convertir toda esa intención de voto en votos reales en las urnas autonómicas. Por lo pronto, Abascal lleva toda esta semana recorriendo cada palmo de Extremadura y clamando contra el «bipartidismo corrupto», erigiéndose en tercera vía.

Parecía que este 2025 iba a ser el primer año sin ningunas elecciones desde 2013 –ni municipales, ni autonómicas, ni generales, ni europeas– y Guardiola puso en marcha nuevamente el reloj en el último suspiro del año.

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