Ejemplar de cotorra argentina
Málaga
Insomnio, suciedad y daños: el malestar que no cesa en Málaga por las cotorras, palomas y gaviotas
El Ayuntamiento aprobó un contrato de 53.000 euros para controlar a las tres aves que más conflictos generan en la capital, pero vecinos de las zonas donde habitan aún se quejan de los problemas que provocan
El paisaje sonoro de muchos barrios de Málaga sigue siendo insoportables. El graznido de las cotorras argentinas compite con el tráfico. Las gaviotas patiamarillas, cada vez más audaces, sobrevuelan terrazas y parques. Y las palomas bravías anidan en cualquier recoveco. Esta convivencia forzada llevó al Ayuntamiento a contratar el pasado mes de octubre un servicio especial de control por un año. La inversión ronda los 53.000 euros.
Cada especie ha conquistado su feudo. Las cotorras argentinas dominan grandes zonas verdes como el Parque de Málaga, los Jardines de Puerta Oscura y el entorno de la Cónsula, donde construyen sus nidos coloniales. Las gaviotas patiamarillas tienen su cuartel general en el puerto y la playa de la Misericordia, pero sus incursiones llegan hasta el Centro Histórico y los vertederos interiores. Las palomas campan a sus anchas en plazas céntricas como la de la Constitución o la Merced, y en cualquier edificio antiguo que ofrezca resguardo.
La situación, lejos de mejorar, se ha consolidado. Según datos municipales, solo de gaviotas hay censadas alrededor de 3.500 ejemplares. Las cotorras, que llegaron como mascotas exóticas en los años 80, encontraron un clima perfecto y ningún depredador natural. Su proliferación es imparable. Lo mismo ocurre con las gaviotas, atraídas por los vertederos y los descartes pesqueros. Y las palomas, siempre oportunistas.
El contrato fue adjudicado a Total Animal Services Paraiso, tiene una misión clara. Debe censar las poblaciones, localizar nidos y puntos de alimentación, y proponer métodos de control específicos para cada especie. Además, la empresa debe atender las quejas ciudadanas a través de la línea 900 900 000. El objetivo final es desplazar los nidos de tejados y mobiliario urbano, siempre dentro de la ley de Bienestar Animal.
Las cotorras son el caso más preocupante. Sus enormes nidos comunales, que pueden pesar más de 100 kilos, dañan gravemente las palmeras y arbolado, debilitando y quebrando ramas. Son especies invasoras muy agresivas que expulsan a pájaros autóctonos como gorriones o vencejos de sus zonas de nidificación, alterando el equilibrio natural. Su control no es solo una cuestión de comodidad, sino de conservación.
Más allá de los números, su presencia masiva se traduce en problemas cotidianos. Los excrementos de palomas y gaviotas corroen fachadas, monumentos y vehículos, un coste silencioso para la ciudad. El ruido constante, especialmente al amanecer y anochecer, se ha convertido en una queja vecinal habitual. Además, obstruyen bajantes y desagües, y sus nidos en cornisas suponen un riesgo para la seguridad peatonal.
Del puerto a los parques
La lucha no es solo municipal. La Autoridad Portuaria, de forma paralela, sacó a concurso otro contrato de 50.500 euros. Su ámbito es todo el dominio portuario, donde estas aves interfieren en operaciones logísticas y suponen un riesgo sanitario. El pliego detalla métodos como la cetrería con halcones, la retirada de huevos y la instalación de pinchos antipalomas.
Para las temidas cotorras, el plan es más contundente. Se actuará según el Plan de Control de Especies Exóticas de Andalucía. Este protocolo autoriza, como último recurso, el disparo con carabinas de aire comprimido por tiradores expertos. Los ejemplares abatidos se cederían a instituciones científicas. También se permite el trampeo y la retirada de nidos, aunque con cautela para evitar que reconstruyan.
Lo cierto es que el equilibrio es difícil. Medidas como la retirada simple de nidos pueden ser contraproducentes. Con las cotorras, por ejemplo, puede provocar que reconstruyan de inmediato, dañando aún más la vegetación. Por eso, los expertos insisten en que cualquier acción debe ser parte de una estrategia continua y bien estudiada, no de gestos aislados. La paciencia de los vecinos, a veces, se agota.
El servicio incluye un seguimiento sanitario clave. Se analizan parásitos y enfermedades zoonóticas, como la gripe aviar o la psitacosis, de las que estas aves pueden ser portadoras. Este punto revela que el conflicto va más allá de las molestias por ruido o excrementos. Hay un riesgo potencial para la salud pública que las autoridades intentan monitorizar de cerca. La empresa deberá presentar un estudio detallado.
Mientras, la vida en la ciudad sigue con sus nuevos vecinos alados. La imagen de un halcón sobrevolando el puerto o de un operario sellando oquedades en los árboles del Parque de Málaga será cada vez más común. Es la respuesta a una invasión silenciosa que transformó el ecosistema urbano. El resultado de esta batalla aún está por escribirse.