Més per Mallorca: viaje a ninguna parte
¿Cuántas veces habrá cambiado de nombre el actual Més? ¿Cuántas coaliciones, coyundas, componendas, fusiones y confusiones habrá vivido en su -ahora se sabe- viaje a ninguna parte?
Més per Mallorca prepara su asamblea para este fin de semana. La noticia aparece en los periódicos en modestos faldones de las secciones de Local, lo que nos da una idea bastante aproximada de cómo están las cosas en este partido soberanista-medio-comunista que, sin embargo, tiempo atrás marcó impronta en la política isleña.
Parece ser que Apesteguía -el hombre de la triste sonrisa- optará como candidato único al puesto de coordinador. Calma, pues, sin sobresaltos -o lo que es lo mismo, ambiente anodino- en la formación política heredera de aquel PSM que alumbró figuras tan importantes como Damià Pons o el malogrado Pere Sampol. Aquel nacionalismo mallorquín, que inició su larga singladura bajo las siglas PSI, dialogaba con los gobiernos de Gabriel Cañellas y defendía de verdad la lengua y la cultura de las Islas. Fue un partido de corte clerical -el genio irónico de Valentí Puig lo definió como «el partido de los curas y los maestros de escuela»- que se hacía respetar. Con el tiempo, sin embargo, desengañó a buena parte de su electorado al abrazar el comunismo de Podemos y su actual ecologismo de pancarta, que hoy provocaría el sonrojo de los pioneros de la defensa del territorio durante la Transición.
¿Cuántas veces habrá cambiado de nombre el actual Més? ¿Cuántas coaliciones, coyundas, componendas, fusiones y confusiones habrá vivido en su -ahora se sabe- viaje a ninguna parte? El PSM y sus mutaciones han representado a la larga la gran decepción de un electorado que ocupaba el espacio político de un mallorquinismo de corte socialdemócrata, fuertemente anclado en el mundo de la cultura y la intelectualidad, que llegó a colonizar segmentos de la sociedad mallorquina que ahora se siente huérfanos o -los menos- están apesebrados en oscuros cenáculos de carácter marginal.
Aquel puñado de hombres y mujeres que trabajó para que pervivieran los valores de este pequeño país insular ha desaparecido para dar paso a un grupúsculo de agitadores que han hecho del sectarismo una «marca de la casa» que ahora ningún propósito de enmienda -del que carecen- conseguiría diluir.
El PSM y sus mutaciones han representado a la larga la gran decepción de un electorado que ocupaba el espacio político de un mallorquinismo de corte socialdemócrata, fuertemente anclado en el mundo de la cultura y la intelectualidad
Cada vez que se producen cambios en la estructura u organigrama de Més escuchamos la misma canción, aunque algunos, torpemente, crean que le han cambiado la melodía. Ahora dicen que van a llevar a esta nueva asamblea una nueva estrategia de comunicación «clara, próxima y emocional». No sé cómo se va a comer eso, pero lo más seguro es que estemos ante una pantomima de sus actuales responsables para, a lo sumo, hacer ver que darán una mano de pintura a una opción política cada día más minoritaria que -como un Peter Pan autóctono- nunca quiso crecer de verdad por miedo a no tener que compartir el poder que han tenido, siempre de la mano del PSIB y, ahora, mal casados con Sumar.
Y, sin embargo, Mallorca necesitó y necesita una opción política propia que defienda de verdad las ruinas de la fortaleza. Pero Apesteguia y su gente no están por la labor, por mucho que se llenen la boca de encendido amor a esta tierra. Su sitio debió ser un centro-izquierda abierto y participativo, de hondo sentir, autonomista, anti globalizador y dialogante. No lo hicieron nunca y no lo harán ahora. Una pena.