Tensión (mediática) baja
En mi pereza existencial -espoleada por la obligación de escribir todos los días- ni siquiera he tenido humor para colocar unas discretas luces de 'Hanukà'
Ha sido un veranillo decembrino conchabado con el cambio climático. Tres días de niebla y sol, sol y niebla, que han incitado al personal a desempolvar los bártulos veraniegos -mesita de playa, sillas plegables, cocinita portátil- y buscar un rincón tranquilo, frente al mar, para preparar la paella o la fideuà avizorando el temprano crepúsculo, las implacables sombras del invierno mallorquín. Mientras tanto, en el palacio de la Almudaina se confrontaban dos visiones distintas de la Constitución. Mientras Prohens evocaba con orgullo la «modélica Transición» y embestía, con su coraje habitual, contra «la instrumentalización de las instituciones», Rodríguez Badal, en su calidad de Poncio del gobierno central, evocaba -en correcto castellano- al dictador Franco, al que tantos réditos le están sacando en el 50 aniversario de su deceso.
Ocurre que en el PSOE -ya no digamos el PSIB- andan más desorientados que un gato en una fábrica de productos carbónicos. El escándalo sexual de ese señor Salazar los ha descolocado todavía más. El feminismo socialista se rebela contra Ferraz y eso sí que no se le esperaban. A Sánchez -no hablemos ya de Negueruela, pobre hombre- le crecen los enanos en todos sus circos. Para colmo, las encuestas les vaticinan un considerable batacazo en Extremadura. A ver qué pasa después pero la sensación, en esos días de molicie invernal, es de fin de trayecto.
El cronista pecador confiesa que en este medio puente -que bien podría haber sido de cinco días- he intentado reconquistar los territorios del aburrimiento: paseos a orillas del mar, aislamiento casi absoluto y ausencia de cuchipandas familiares o de amigos. Sencillamente, no estaba para nada. Confieso que he tenido que leer la prensa -así, así, como en diagonal- y escribir mis artículos, pero con la mirada y el ánimo puestos en otra parte.
Prohens evocaba con orgullo la «modélica Transición» y embestía contra «la instrumentalización de las instituciones»; Rodríguez Badal, en su calidad de Poncio del gobierno central, evocaba al dictador Franco
La inminente Navidad, por obvias razones, me cae cuatro mil años tarde. Una parte de la familia está lejos, los nietos ya son mayores y cifran sus aspiraciones de ocio en objetivos del todo mundanos. Tengo amigos que en el invierno de sus vidas siguen llenando su casa de adornos navideños, desde el árbol hasta una increíble profusión de gordinflones vestidos de rojo de todos los tamaños, amén de abetos, coronas y gnomos.
En mi pereza existencial -espoleada por la obligación de escribir todos los días- ni siquiera he tenido humor para colocar unas discretas luces de Hanukà. Quería hablar con Fina Linares, la alcaldesa de Alcúdia, a ver si este año podría tener el detalle inter religioso de colocarme alguna guirnalda no navideña. En Ceuta y Melilla las tienen, tampoco sería tan raro.
El caso es que el letargo Inmáculo-constitucional amenaza con prolongarse hasta Reyes. Después -los mallorquines somos así señora- llegará la explosión de santos ermitaños, dimonis y espinagadas. Total, un mes largo con la tensión mediática baja. A no ser que...
Ojalá.