Begoña Gómez saluda a Álvaro García Ortiz

Begoña Gómez saluda a Álvaro García OrtizEFE

Los curiosos motes que tienen en sus pueblos Begoña Gómez y García Ortiz

Los apodos suelen pasar de generación en generación, injustamente, o no, y en el caso del de la mujer de Pedro Sánchez es muy ofensivo

Rasgos físicos, oficios, ideologías... los motes son parte fundamental de la idiosincrasia de los pueblos, donde se cuentan por decenas o cientos en función de la población del municipio en cuestión. No hay pueblo sin motes para sus vecinos que, a no ser que hagan algo que perdure en la memoria de sus vecinos, lo habitual es que hereden el de sus ancestros. Si no, ¿de qué a un moreno como un tizón le llaman «rubio» o a un enclenque «gordo»?

Injustos, o no, algunos son meramente descriptivos y pueden reflejar el oficio de una familia o de un antepasado concreto. En otros casos, pueden llegar a ser muy ofensivos y se pueden corresponder más o menos con la realidad del que los carga a sus espaldas. Es lo que les sucede en sus pueblos tanto al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, que puede darse por aliviado al tener un apodo que apunta a un origen laboral digno, por mucho que no se ajuste al cargo que hoy ostenta, como a la mujer del presidente del Gobierno Pedro Sánchez, Begoña Gómez. Aquí, directamente, a ella y a su familia se les conoce por un insulto.

En el caso de García Ortiz, encausado penalmente por un presunto delito de revelación de secretos, lo que le llevará a sentarse en el banquillo en noviembre, es natural de la localidad salmantina de Lumbrales, donde se le conoce, más allá de su apodo, como Emilio, el hijo de Emilio y el nieto del médico Evelio. Eso sí, a su familia, con buen nombre en el pueblo (donaron por un euro un castro vetón), se los conoce como «los confiteros», como adelantó El Español. García Ortiz, además, no es que tenga sus raíces allí, sino que es natural de ese pequeño pueblo de unos 1.500 habitantes, adonde regresa con regularidad.

Lumbrales, en Salamanca, el pueblo de García Ortiz

Lumbrales, en Salamanca, el pueblo de García OrtizHolapueblo

Su padre era farmacéutico, distribuidor de butano o comerciante de electrodomésticos y se casó con la hija del médico del pueblo, el citado Evelio. Con diez años, el fiscal en el punto de mira hizo las maletas a Zamora y luego a Valladolid, según la citada información que indica que se debió a que su padre fue nombrado inspector de farmacia. En Valladolid, el nieto de «los confiteros» conocería a los ministros pucelanos del Gobierno de Sánchez, Ana Redondo y Óscar Puente.

«Los apodos se ponen por algo...»

La mujer de Sánchez, también en apuros judiciales, en este caso al estar investigada por tráfico de influencias, corrupción en los negocios, apropiación indebida e intrusismo, también arrastra un mote familiar en su pueblo, de donde no es oriunda, pero sí pasó buena parte de los veranos de su infancia: Valderas, en León (también de unos 1.500 habitantes.

Este pueblo con encanto turístico y con el bacalao como ingrediente estrella de su gastronomía pese a su lejanía del mar fue testigo de los paseos en bicicleta de Gómez hasta los 16 años. Quienes la recuerdan por las calles del pueblo la recuerdan como sociable y alegre, si bien ella y su familia tienen un mote que seguro que les hará poca gracia y, como se malició un vecino en las páginas de El Mundo, por alguna razón fundada será.

Plaza de Lumbrales, en Salamanca

Plaza de Valderas, en León, el pueblo de Begoña GómezTurismo Castilla y León

Allí los conocen como «los peleles» y, por tanto, la mujer del líder del Ejecutivo es «la pelela». Según la RAE, un pelele es una «figura humana de paja o trapos que se suele poner en los balcones o que mantea el pueblo en las carnestolendas». Más allá de esta tradición que plasmó Goya en una de sus obras más conocidas, la Real Academia de la Lengua apunta a una «persona que se deja manipular por otras».

Entre sus sinónimos, «bobo, idiota, simplón, mequetrefe». «Será porque lo eran: los apodos del pueblo se ponen por algo...», zanjaba el vecino al mencionado diario. Más allá de que esto sea así, la realidad es que tanto Gómez como García Ortiz están en la picota y lastran la imagen ya deteriorada de Sánchez.

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