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Historias de Cataluña

El servicio de diligencias que unía Reus y Barcelona y fue superado por la llegada del ferrocarril

'La Pubilla' fue la primera diligencia en unir las dos principales urbes catalanas de su momento

El comercio estaba en pleno apogeo en Reus a principios del siglo XIX. Esta población de Tarragona era la segunda plaza más importante de Cataluña, por su comercio e industria, después de Barcelona. En Reus residían vicecónsules de Francia, Portugal, Nápoles, Dinamarca, Suecia, Prusia, Génova, Rusia, Inglaterra, Etruria, la República Bátava (los actuales Países Bajos) y Estados Unidos. Además de un cónsul romano, que era capitán de marina honorario del Papa.

El problema que se planteaba era el transporte y la comunicación. El viaje de Reus a Barcelona era lento y el correo se recibía una sola vez a la semana. Para hacernos una idea del coste de un viaje, en 1802 una persona tardaba 14 días en ir desde Barcelona a Valencia. El primer día el trayecto, saliendo de Barcelona, finalizaba en Vilafranca del Penedès. Luego Tarragona, Cambrils, Tortosa, Vinarós, Torreblanca, Castellón, La Plana, Morvedre y Valencia. Entre medias descansaban 4 días. El viaje se hacía eterno.

Es en este punto cuando aparece un personaje llamado José Brunet Anguera, conocido como «Carnetes». Para mejorar aquel precario servicio decidió poner en marcha un servicio de diligencias. Era una novedad en España, pero no en Francia. Brunet nació en el 1784 y desconocemos el año de su fallecimiento.

Pertenecía a un grupo defensor de la Constitución de Cádiz de ideología radical, y su tienda fue el punto de suscripción de la publicación «Periódico Político y Mercantil de Villa de Reus», el primer periódico que salió a la ciudad. En su local se hacían tertulias, sobre todo frecuentadas por los constitucionalistas, muchos de los cuales eran también comerciantes. Brunet tuvo que exiliarse en Francia, en 1814, por ser miembro de la sociedad secreta «Filadelfos». Al volver, al cabo de un año, es cuando abrió la tienda.

La primera diligencia

Aquella primera diligencia estaba dividida en dos departamentos. La parte delantera tenía capacidad para ocho personas. En la parte alta, al raso, también podían viajar pasajeros. La trasera estaba destinada al equipaje. El billete tenía dos precios. Los que realizaban el viaje en el interior de la diligencia pagaban 80 reales de vellón y los que viajaban en la parte superior, 30 reales de vellón. Por exceso de equipaje se pagaban seis reales.

La primera diligencia fue bautizada con el nombre de «La Pubilla». El primer viaje tuvo lugar el 1 de marzo de 1815, a las 3,30 horas de la madrugada. Salió de la fonda de Can Cardenyas, en la esquina de la plaza del Mercadal y de la calle Jesús. Llegó a Las Ramblas de Barcelona a las 15 horas.

Al día siguiente, a la misma hora, salió de Barcelona destino Reus, levantando mucha expectación a su llegada. La dirigencia iba tirada por seis caballos. Tanto a la ida como a la vuelta eran cambiados cuatro veces. Las paradas eran en Tarragona, El Vendrell, Vilafranca del Penedès y Vallirana.

Para poner en marcha el proyecto, Brunet se asoció con Pere Serra Cailá (1788-1860), una de las principales fortunas de Reus. El éxito de aquellos viajes en diligencia hizo que el Gobierno lo llamara a Madrid. Le pidieron que creara un nuevo estamento llamado Diligencias Generales de España. El presidente de las mismas fue el infante Francisco de Paula de Borbón y Borbón-Parma, marido de la reina Isabel II.

Inseguridad en la carretera

Aquel servicio Reus-Barcelona y Barcelona-Reus tuvo algunos interrupciones, a lo largo de los años. En concreto durante la I Guerra Carlista. Como consecuencia de la inseguridad de la carretera no se permitía dicho transporte. Para no interrumpir el servicio la ruta alternativa fue por mar, saliendo de los puertos de Salou o Tarragona rumbo a Barcelona.

Este servicio de diligencias ideado por Brunet continuó funcionando hasta el año 1865. Aquel año, en concreto el 14 de abril, se inauguró la línea de tren Barcelona a Valencia, con parada en Reus. Así pues, la diligencia dejó de tener sentido, pues el tren redujo el tiempo del viaje de 12 horas a cuatro.

También se abarató el billete, pasando a costar 12 reales de vellón. También con la llegada del tren a muchos lugares de España, las diligencias generales dejaron de ser necesarias. El tren le ganó la batalla. Luego el automóvil se la ganaría al tren, pues redujo el viaje a dos horas escasas.

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