Pablo Sánchez Bergasa es director de la ONG Medicina Abierta al Mundo y Premio Princesa de Girona Social 2025
Premios Princesa de Girona 2025
El joven español que ha salvado a 4.000 bebés con incubadoras 'low cost': «Dios me ha acompañado en el camino»
El secreto de Pablo Sánchez Bergasa, que recibirá este miércoles el Premio Princesa de Girona Social 2025
La vida del ingeniero pamplonés Pablo Sánchez Bergasa empieza como la de tantos otros: «Yo era un adolescente empanao, con una ligera adicción a los videojuegos», explica. Hoy, no obstante, este joven emprendedor dirige la ONG Medicina Abierta al Mundo y es la cara visible del proyecto IncuNest, unas incubadoras de bajo coste y código abierto con las que han salvado la vida de más de 4.000 bebés prematuros por todo el mundo.
Ucrania, Nepal, Latinoamérica o el África subsahariana son algunos de los destinos que han recibido las cunas. «Las incubadoras comerciales son muy caras, cuestan en torno a los 35.000 euros, mientras que la nuestra –de la mano de muchos voluntarios– nos sale por 350 euros», explica Sánchez. El ‘secreto’ del bajo coste es que las construyen alumnos de Formación Profesional de los Salesianos, y las distribuyen desde la ONG Ayuda Contenedores.
Sánchez explica todo esto sentado en un palco del Gran Teatro del Liceo, en Barcelona, donde este miércoles recibirá el Premio Princesa de Girona Social 2025. «Su generosidad al compartir conocimiento y su empeño en romper barreras inspiran a quienes le rodean y demuestran que la innovación puede estar al servicio de la humanidad», dicen desde la Fundación Princesa de Girona para justificar el galardón.
Unos elogios que Sánchez recibe con humildad y mirada limpia. De momento, hay 220 IncuNest repartidas por el globo, pero al joven navarro le parecen pocas. «Hay estadísticas que hablan de un millón y medio de bebés que mueren por no tener una incubadora», lamenta, y señala que harían falta entre 100.000 y 200.000 de estas máquinas para atender la demanda: «La necesidad es muy grande, pero si nuestro esfuerzo sirve para salvar a un bebé más, merecerá la pena».
Salto al vacío
Aunque hoy en día es la cara visible del proyecto, este ingeniero no fue el creador de las IncuNest, sino que estas las diseñó como proyecto de fin de carrera Alejandro Escario en 2014, cuando estudiaba en Madrid. Sánchez se unió más tarde, gracias a que uno de sus compañeros de trabajo era uno de los voluntarios que ayudaba a Escario. «Le dije si podía ayudar y me dijo que sí», recuerda.
Pablo Sánchez junto a una de las incubadoras IncuNest
Sin embargo, al poco de empezar él a colaborar, el grupo se disolvió: uno fue padre y dejó de tener tiempo libre, otro marchó a EEUU… «Me quedé un poco solo, y me sentía indigno, pero lo veía tan necesario que decidí dar lo que tenía entonces», señala. Lo que siguió fueron años de trabajar en el proyecto en su tiempo libre, hasta que este fue cogiendo forma: gracias a la alianza con varias ONGs, más de 30 países han recibido las IncuNest, antes conocidas como In3ator.
Hace cinco meses, no obstante, ocurrió otro momento pivotal en la vida de Sánchez, o así lo considera él: fue el momento de recibir el Premio Princesa de Girona. «Fue un grito a voces, una llamada a dejarlo todo y aprovechar esta oportunidad, porque es un altavoz muy grande y tengo que apostarlo todo», dice. Dicho y hecho: dejó su trabajo y ahora se dedica en cuerpo y alma a las incubadoras.
Con todo, no hay aquí una cuestión de cálculo empresarial, sino un salto al vacío. Lleva cinco meses sin sueldo, tirando de ahorros. «Mis padres –señala con una sonrisa– me preguntaban ‘¿pero de qué vas a vivir?’, pero yo voy a poner lo que esté en mi mano y el resto se lo dejo a Dios». Esta última referencia no es gratuita: de hecho, cuando Sánchez recibió el premio, en su discurso dio las gracias «a Dios, por ser un Dios de vida».
El sueño de Dios
Además, la decisión de dejarlo todo y lanzarse a la aventura sin red vino también motivada por su experiencia como voluntario en el Cottolengo del Padre Alegre. «Veo cómo viven las monjas entregadas a la providencia y cómo no les falta de nada, y sentí esa misma llamada», dice. E insiste: «En este proyecto, Dios ha sido la constante que ha estado detrás; ha transformado las tristezas en alegrías, las derrotas en oportunidad y el abandono en compromiso».
Sánchez habla sin vergüenza de su fe católica y de su relación con Dios, a quien considera su «compañero» en el proyecto. ¿Lo hará también el miércoles, ante 2.000 personas y los Reyes? «¿Por qué ocultar la verdad? Me parecería cobarde tener la respuesta a muchas cosas y guardármela por miedo», dice, y añade, entusiasmado: «[En la gala] tendremos 90 segundos para inspirar a los jóvenes, y podría decir muchísimas palabras huecas, pero lo que realmente me parece que hace falta es Dios, dejarse desbordar por Él».
Mirando hacia adelante, el joven ingeniero espera que el espaldarazo de este y otros galardones genere el suficiente momentum como para que haya muchas empresas y particulares que se sumen al proyecto de Medicina Abierta al Mundo. «Tenemos algo que ya funciona y está salvando vidas: ahora –concluye– lo que hemos de hacer es industrializar, ir a lo grande y llegar a más sitios».