Carles Puigdemont, en su época de alcalde de Gerona en 2011
El pasado franquista de la familia de Carles Puigdemont
Las palabras del ex president fugado contrastan llamativamente con el pensamiento de su propia familia
Las contradicciones entre el discurso independentista y los orígenes familiares
En la 57 edición de la Universidad Catalana de Verano, celebrada en Prada (sur de Francia) —evento nacido tras el mayo del 68 francés—, participó el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. En su discurso afirmó: «No tengo ninguna duda de que, de no haber sido por la victoria de Franco y de no haberse interrumpido la política emprendida por la Generalitat Republicana, el catalán se habría introducido como lengua oficial de pleno derecho desde la incorporación del estado español a la Unión Europea. Impedir que el catalán recupere la normalidad de la que debería disfrutar es, por tanto, perpetuar la victoria de Franco sobre nuestra lengua».
Las palabras de Puigdemont, enmarcadas en el conflicto existencial que viven muchos independentistas —especialmente él, que no puede regresar a Cataluña tras los acontecimientos de 2017—, contrastan llamativamente con el pensamiento de su propia familia.
Los orígenes familiares: entre la pastelería y el franquismo
La familia de Puigdemont se ha ganado la vida gracias a una pastelería ubicada en Amer, la misma población donde nació el notario y alcalde de Barcelona José María de Porcioles. Ambas casas no distaban demasiados metros entre sí.
El fundador de la pastelería fue Francisco Puigdemont Padrosa, abuelo del expresident, quien tuvo cuatro hijos: María Oliveras, Francesc Xavier (padre de Carles), Josep y Anna. Se trataba de una familia profundamente religiosa, de misa diaria. Considerando las circunstancias vividas durante la II República, no resulta extraño que el abuelo sintiera animadversión hacia ella y apoyara cualquier régimen que defendiera la Iglesia Católica.
Durante la Guerra Civil, mientras Puigdemont defiende actualmente la República de Companys —responsable de la persecución y asesinato de 26.606 catalanes—, su propia familia actuaba de manera muy diferente. Según explica Josep Puigdemont, tío del expresident: «La casa de los Puigdemont, donde 24 años más tarde nacería Carles, había servido de refugio para tres enemigos de la República: dos curas (uno de ellos hermano de su mujer) y un militar jubilado de Madrid a quien el estallido de la guerra sorprendió de vacaciones en la Costa Brava».
El exilio del abuelo: un paralelismo familiar
La valentía mostrada por el padre de Puigdemont resulta proporcional a la de su hijo. Si uno se marchó de Cataluña en octubre de 2017 para evitar la cárcel, su padre hizo lo mismo al estallar la Guerra Civil. Su hermano Josep relata: «Cuando recibió el chivatazo de que el bando republicano le iba a llamar, se fugó. Francisco cruzó los Pirineos hacia Francia, pero allí la policía lo detuvo y le ofreció un pasaporte con dos opciones: volver a Cataluña o dirigirse a la zona nacional. Optó por Irún, que ya había sido conquistada por los sublevados del general Franco».
El abuelo regaló a Francisco Javier y José dos uniformes de Falange, completos con correas y cinturones, que ambos hermanos utilizaron al sentirse más próximos a esta organización que a la República.
Una genealogía vinculada al franquismo
Remontándonos más en la línea genealógica, el bisabuelo de Puigdemont, José Oliveras —alcalde de Amer entre 1910 y 1911—, fue distinguido como «Caballero de España» cuando lo detuvo el Frente Popular.
La vinculación de los Puigdemont con lo que hoy denominan fascismo o franquismo no termina aquí. Un tío abuelo participó en la batalla del Ebro en el bando republicano, pero cuando pudo se pasó al bando nacional. El primo de su abuelo fue jefe de Falange en Amer. Su abuela materna, María Ruiz Toledo, nacida en La Carolina (Jaén), se casó con Carles Casamajó Ballart; del matrimonio solo sobrevivió Núria, la madre de Puigdemont.
El entorno próximo: Jaume Matamala
La historia no acaba con la familia directa. Jaume Matamala, el mejor amigo de Puigdemont —ese señor de cabello blanco que siempre aparece a su lado desde que se exilió—, también tiene un pasado vinculado con «el régimen». Matamala ha sido desde 2017 el financiador de Puigdemont en el extranjero, enriqueciéndose previamente gracias a los contratos que recibió para su empresa Incatis, encargada de organizar ferias y eventos en Gerona. También natural de Amer, procede de una familia de pensamiento carlista.
Su padre, Félix Matamala (ahora llamado Feliu), formó parte de la Federación de Joves Cristians de Catalunya. Por su militancia católica fue encarcelado, pero afortunadamente salvó la vida y pudo huir a Francia, desde donde ingresó en la España nacional para integrarse en el Tercio Requeté de Nuestra Señora de Montserrat. Cuando Puigdemont era alcalde de Gerona, le dedicó una calle a este «carlista».
La redención a través de la cultura catalana
Con el paso de los años, aunque Félix Matamala aparece en numerosos documentos de FET y de las JONS, se le ha «perdonado» esa etapa —considerada por ellos oscura— al haber fundado la librería «Les Voltes» en 1963, cuando supuestamente Franco prohibía hablar, leer y editar en catalán. Esta librería fue una de las primeras en poner a la venta libros en catalán y promover la cultura catalana. Además, se le reconoce por haber colaborado con Ómnium Cultural, motivos por los cuales se le concedió la Creu de Sant Jordi.
La librería «Les Voltes» se enorgullece de haber impreso y vendido los primeros DNI de la «futura» Cataluña independiente. El documento llevaba en su anverso el escudo de Sant Jordi y en el reverso el «decálogo del nacionalista catalán». Entre los mandamientos figuran: «La tierra es sagrada. Traidor quien ose profanarla», «No sirvas a los enemigos de tu pueblo. Son enemigos de todos los pueblos del mundo», «Sé crítico: Cataluña no es la mejor tierra, es simplemente la tuya» y «No impongas a nadie tu nacionalidad. Cataluña es tierra de libertad». Se vendía por 10 euros y, según la librería, se vendieron más de 21.000 carnés.