Recreación de la mesa de un alquimista medieval, en una imagen de archivo
Leyendas de Barcelona
La casa maldita en el barrio judío de Barcelona donde un sabio envenenó sin querer a su propia hija
El Call esconde muchas leyendas, que se recuerdan aún hoy
El antiguo barrio judío de Barcelona, conocido como el Call, aún conserva leyendas vinculadas a maleficios y venganzas. Una de ellas es la de la Casa del Alquimista, un relato en el que se mezclan amores prohibidos, traiciones y juramentos eternos, como aquella que condenó a Ahasverus a errar sin descanso por la Tierra hasta la segunda venida de Jesús.
Según la tradición, esta casa maldita se encuentra en el número 8 de la calle de l’Arc de Sant Ramon del Call, aunque la ubicación ha ido variando con los años. Nos hemos de situar en la Baja Edad Media. El protagonista de la leyenda es un alquimista: era un rabino versado en las artes de la medicina y el esoterismo, de quien se contaba que sabía fabricar venenos y filtros amorosos.
El alquimista tenía una hija de extraordinaria belleza. Era conocida en todo el Call de Barcelona por su buen carácter y bondad. Como suele ocurrir en todas estas leyendas, el amor llamó a la puerta de esta joven, pero no fue con un judío, sino con un goy, un gentil. Cabe recordar que, pese a que los judíos desempeñaban un rol esencial como médicos o prestamistas, el Call era un gueto: judíos y cristianos no se relacionaban, y menos aún se casaban.
De ahí que aquel amor empezase siendo clandestino. Se reunían a escondidas, haciéndose promesas que difícilmente podrían cumplir, por la diferencia religiosa entre ambos. La hija del alquimista, cegada por el amor, le propuso al caballero formalizar aquella clandestina relación, pero él no deseaba renunciar a su estatus social ni a su religión, y se negó. Sin embargo, al sentirse acorralado, el hombre tuvo una terrible reacción: si la joven no podía ser suya, no sería de nadie.
Un veneno mortal
El caballero se dirigió al alquimista, sin que nadie lo supiera. No le dio su nombre real, escondiéndose bajo una falsa identidad. Le hizo una petición: quería que le preparara un veneno, potente e indetectable, que utilizaría contra un enemigo y rival celoso. El alquimista, que en ningún momento supo que aquel hombre era el amante de su hija, le proporcionó un veneno mortal.
El caballero se lo llevó. Horas después, quedó con la bella hija del alquimista y, sin pensárselo dos veces, se lo administró. A los pocos minutos falleció la joven. La noticia impactó a todo el Call barcelonés. Su padre no sospechó que aquello había ocurrido como consecuencia del veneno preparado horas antes, y creyó que su hija había muerto por una repentina enfermedad.
Vista del Call, el antiguo barrio judío de Barcelona
Una vez enterrada la muchacha, el alquimista revisó sus pertenencias, y averiguó de alguna manera el origen del veneno. Al descubrirlo, le invadió la desesperación: había colaborado en la muerte de su propia hija. El dolor se convirtió en rabia y esta en venganza. Aquel caballero había llevado el deshonor y la tragedia a su casa, y debía pagar por ello.
El alquimista decidió marcharse de Barcelona, pero antes, en el umbral de aquella casa que había sido el escenario de todas sus desgracias, lanzó un juramento: «Condenada a estar siempre deshabitada, a traer la peor de las desgracias a quien osara entrar en ella, y a guardar para siempre lo lamentos de mi hija, hasta el Juicio Final».
El Call barcelonés, como otros de toda España, fue abandonado en 1492. La tradición dice que las energías de la tragedia quedaron impresas en las piedras de la casa. Algunos aseguran haber oído lamentos o han sentido una opresiva tristeza al pasar junto a la casa. Allí quedó encerrado el eco de una joven que murió por amor y un padre que huyó por culpa de todo aquello.